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Licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España
Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra, siempre que se
reconozcan los créditos de la misma de la manera especificada por el autor o
licenciador. No se puede utilizar esta obra con fines comerciales. No se puede
alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de ésta. En cualquier uso
o distribución de la obra se deberán establecer claramente los términos de esta
licencia. Se podrá prescindir de cualquiera de estas condiciones siempre que se
obtenga el permiso expreso del titular de los derechos de autor.
© de la presente edición:
2009 Ediciones Acuarela y Machado Grupo de Distribución, S.L.
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Fuente original:
www.bloom0101.org
Traducción:
Ramón Vilatová Pigrau y Alida Díaz
Maquetación:
Antonio Borrallo
Edición:
Ediciones Acuarela
info@acuarelalibros.com
www.acuarelalibros.com
Machado Grupo de Distribución, S.L.
C/ Labradores, 5 - Urb. Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (Madrid)
machadolibros@machadolibros.com
www.machadolibros.com
Impresión:
Top Printer Plus
Mós toles. Madrid
ISBN: 978-84-7774-202-9
Depósito legal: M-20.737-2009
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ÍNDICE
NOTA DE LOS EDITORES 7
LLAMAMIENTO Y OTROS FOGONAZOS 9
Y la guerra apenas ha comenzado 1 1
El Gran Juego de la guerra civil 23
Llamamiento 27
El bello infierno 103
Comunicados del Comité de Ocupación de la Sorbona en el
Exilio (COSE) 123
— Comunicado n.° 1 (Rectificación) 124
— Comunicado n. " 2 (Precisiones) 1 26
— Comunicado n. ° 4 (Ultimo comunicado del COSE.) 1 32
A un amigo (Algunos agentes del Partido Imaginario) 153
RESONANCIAS DEL LLAMAMIENTO: UNA DISCUSIÓN
COLECTIVA 177
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NOTA DE LOS EDITORES
La publicación de libros políticos, críticos o radicales es
frecuente, pero ¿qué vuelve política la edición de un texto polí-
tico? Por muy explosivo que sea el contenido de un texto, el
proceso editorial puede ser perfectamente técnico, comercial,
automático. Mero funcionamiento. En esos casos la editorial
simplemente hace valer (mejor o peor) su posición de inter-
mediario entre escritura y mercado. Esa es la situación nor-
mal, en la que no pasa nada. Pero si existe una implicación sub-
jetiva auténtica de los editores con el contenido, pronto nos
asaltarán otras necesidades, otras preguntas. ¿Cómo hacer?
¿Cómo situarse a la altura de las intensidades que dieron lugar
a lo que se edita? ¿Cómo publicar un libro puede activar pro-
cesos de pensamiento, construcción, encuentros? ¿Cómo salir
transformados tras cada título? Sin duda, este Llamamiento es
uno de esos textos que importunan el mero funcionamiento,
que no lo deja en paz. Nos quema entre las manos. Y por ello
mismo nos azuza a salir del escondrijo que tantas veces supo-
ne la figura del (Bloom-) editor. Su fuerza de interpelación
nos requiere, más allá de toda relación "profesional" frivola y
oportunista con sus enunciados. Nos obliga a exponernos:
¿por qué se edita algo así? ¿Cómo y por qué se publica a tra-
vés de los canales comerciales un texto que los rechazó en su
día? ¿Qué tipo de contribución es esta? ¿A qué búsquedas, a
qué prácticas? ¿Cómo podría vincularse concretamente con
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ellas? Una de las vías que encontramos para elaborar respues-
tas a esas preguntas fue organizar la conversación colectiva
que cierra el libro, entre amigos y compañeros de Barcelona
y Madrid que se sentían igualmente llamados de diversas for-
mas por el Llamamiento. Como elaboración común de las
potencias y problemas que vemos. Como una posibilidad de
tejer y fortalecer complicidades en torno a un texto. Como
manera de sondear los efectos que genera. Y como una suer-
te de "presentación-reapropiación" en el contexto español, de
acuerdo con sus autores: "Desde luego, el background del
Uamamiento es la realidad 'francesa', así que algo que pueda
recontextualizarlo en una situación 'extranjera' y más recien-
te nos parece un buen camino. Probablemente el único cami-
no para mantener vivo un texto".
Libros -C\-
Majo 2009
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LLAMAMIENTO
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Y LA GUERRA APENAS HA COMENZADO*
A los niños perdidos" 1
En el gran cuerpo social del Imperio, en el gran cuerpo
social del Imperio que tiene la consistencia y la inercia de una
medusa varada, en el gran cuerpo social del Imperio que es
como una enorme medusa varada con toda su redondez
sobre toda la redondez de la Tierra, se han plantado electro-
dos, centenares, miles de electrodos, un número increíble de
electrodos.
De tipos tan diversos que incluso ya los hay que ni pare-
cen electrodos.
Esta el electrodo Tele, por supuesto, pero también el elec-
trodo Dinero, el electrodo Farmacéutica y el electrodo
Jovencita 2 .
* Transcripción de un cortometraje anónimo de 18'. Color, 2001 .
1. Las frases en cursiva que están intercaladas en el guión, corresponden a
leyendas que aparecen como carteles o sobreimpresas en algunas imágenes en
el transcurso de la película. (N. del T.)
2. "Jeune Filié", en francés en el original. Para la definición de Jovencita cita-
mos algunas descripciones extraídas del libro: Tiqqun, Premiers matériaux pour
une theórie de la Jeune Filie, Mille et une nuit, París, 1999. (N. del T.)
"La jovencita es un agente de animación en la gestión dictatorial de los placeres"
"La jovencita es toda la realidad de los códigos abstractos del espectáculo"
"La jovencita es una mentira de la que el rostro es el apogeo"
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Por medio de estos miles, estos millones de electrodos, de
naturaleza tan diversa que he renunciado a contarlos, se man-
tiene el encefalograma plano de la metrópolis imperial.
Por estos canales, imperceptibles para la mayoría, se emi-
ten sin pausa las informaciones, los cambios de ánimo, los
afectos y contra-afectos susceptibles de prolongar el sueño
universal. Y notad que paso por alto todos los dispositivos de
captura agregados a estos electrodos, sobre todo periodistas,
sociólogos, policías, intelectuales, profesores y demás agentes
de un incomprensible voluntariado al que se le ha delegado la
tarea de orientar la actividad de los electrodos.
Es conveniente mantener un cierto nivel de angustia con
el fin de preservar la disponibilidad general a la regresión, el
gusto por la dependencia.
No por casualidad se difunde en el momento oportuno
tal o cual sentimiento de terror, de conformismo o de ame-
naza.
Nadie debe librarse de esta posición infantil de pasividad
hastiada o pendenciera, de saciedad entumecida o de reivindi-
cación quejosa que produce el malvado murmullo de la incu-
badora imperial.
Se dice "el tiempo de los héroes ha pasado", con la espe-
ranza de enterrar junto a él toda forma de heroísmo.
El sueño de la época no es el buen sueño que procura el
descanso, sino más bien un sueño angustiado que os deja más
exhaustos todavía, deseosos solamente de volver a él para ale-
"La jovencita muchas veces padece de vértigo, cuando el mundo deja de girar
a su alrededor"
"Como el dinero, la jovencita es equivalente sólo a ella misma"
"La jovencita no envejece, se descompone"
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jaros un poco más de la irritante realidad. Es la anestesia que
requiere una anestesia aún más profunda.
Aquellos que por suerte o por desgracia se sustraen al
sueño prescrito, nacen a este mundo como niños perdidos.
¿Dónde están las palabras, dónde la casa, dónde mis ante-
pasados, dónde están mis amores, dónde mis amigos?
No existen, mi niño. Todo está por construir. Debes
construir la lengua que habitarás y debes encontrar los ante-
pasados que te hagan más libre. Debes construir la casa
donde ya no vivirás solo. Y debes construir la nueva educa-
ción sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo
esto lo edificarás sobre la hostilidad general, porque los que
se han despertado son la pesadilla de aquellos que todavía
duermen.
La superación viene siempre de otro lugar
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Aquí prevalece la regla de no-actuar, que se expresa así: la
fecundidad de la acción verdadera reside en el interior de ella
misma; podría decirlo de otro modo, podría decir: la acción
verdadera no es un proyecto que uno realiza, sino un proce-
so al cual uno se abandona.
Quien actúa, actúa hoy como niño perdido.
La errancia gobierna este abandono. Vagamos. Vagamos
entre las ruinas de la civilización; y precisamente porque se
encuentra en ruinas, no nos será dada la posibilidad de
enfrentarla. Es una guerra bien curiosa esta en la que nos
hallamos comprometidos. Una guerra que requiere que se
creen mundos y lenguajes, que se abran y ofrezcan lugares,
que se constituyan hogares, en medio del desastre.
Existe esa vieja noción, bolchevique y, ciertamente, un
poco frígida: la construcción del Partido. Creo que nuestra
guerra es la de construir el Partido o, más bien, la de dar un
contenido nuevo a esa ficción despoblada.
Una sociedad que ha agotado el conjunto de sus posibilidades
vitales tiene buenas rabones para juagar como "terrorista" todo
'lo que se experimente más allá de ella.
Charlamos, nos besamos, preparamos una película, una
fiesta, una revuelta, encontramos un amigo, compartimos una
comida, una cama, nos amamos, en otras palabras: construi-
mos el Partido.
Las ficciones son cosas serias. Necesitamos ficciones para
creer en la realidad de lo que vivimos. El Partido es la ficción
central, la que recapitula la guerra en curso.
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En los últimos siglos del Imperio Romano todo estaba
desgastado por igual. Los cuerpos estaban fatigados, los dio-
ses moribundos y la presencia en crisis. Desde las cuatro
esquinas de un mundo en exilio, resonaba el mismo ruego:
que se termine con esto. El fin de una civilización espoleaba
la búsqueda de otro comienzo. Vagar apaciguaba el senti-
miento de ser extranjero en todas partes.
Era necesario librarse del comercio de los civilizados.
Y mientras célebres sectas experimentaban singulares for-
mas de comunismo, algunos buscaban en la soledad el éxodo
necesario. Se llamaban a sí mismos los monachoi, los solita-
rios, los únicos. Se acomodaban en el desierto, solos, a dece-
nas de kilómetros de Alejandría; y pronto fueron tantos, esos
solitarios, esos desertores, que tuvieron que inventarse reglas
para una vida colectiva. Y la influencia que tuvo sobre ellos el
ascetismo cristiano, los empujó a constituir los primeros
monasterios.
Pero para el brujo, el más allá se encuentra aquí mismo
Y se puede afirmar que de los primeros monasterios nació,
en poco tiempo, una civilización todavía más detestable que
aquella que la había precedido, pero en cualquier caso nació
de allí.
Digo esto para defender e ilustrar el valor estratégico de la
retirada ofensiva. Es propio del arte de la guerra que en cier-
tos momentos valga más producir lugares y amistades que
armas y escudos.
Quien se exilia, exilia; el extranjero que parte se lleva con-
sigo la ciudad habitable.
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No puede ser más que el fin de un mundo, avanzando
Los padres desaparecieron en primer lugar. Se fueron a
la fábrica, a la oficina. Luego fueron las madres las que,
a su vez, partieron a la fábrica, a la oficina. Y cada vez
no eran los padres o las madres los que desaparecían, sino
un orden simbólico, un mundo. El mundo de los padres
desapareció en primer lugar, luego lo hizo el de las madres,
el orden simbólico de la madre, que hasta entonces nada
había logrado socavar. Y esta pérdida es tan incalculable y
el duelo por ello tan enorme, que nadie consiente hacerlo.
El Imperio resume el deseo de que un neo-matriarcado
tome mecánicamente el relevo del difunto patriarcado. Y
no hay revuelta más absoluta que aquella que desafía esa
indulgente dominación, ese poder cordial, esa empresa
maternal.
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Los niños perdidos son los huérfanos de todos los órde-
nes conocidos. Bienaventurados los huérfanos, el caos del
mundo les pertenece.
Lloras por lo que has perdido. Lo hemos perdido todo, en
efecto. Pero mira a nuestro alrededor, hemos ganado herma-
nos, hemos ganado hermanas, tantos hermanos y tantas her-
manas. Ahora, sólo esta nostalgia nos separa, y eso es algo
inédito.
Caminas, estás perdido; no encuentras en ningún lugar la
medida de tu valor; caminas, y no sabes quién eres y no tie-
nes valor, como el primer hombre.
Vas por los caminos.
Pero si no estuvieses tan perdido, no llevarías en ti esta
fatalidad de encuentros.
Huyamos, ya es la hora; pero te lo ruego, huyamos juntos.
Fíjate en nuestros gestos, la gracia que nace en el interior de
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nuestros gestos; fíjate en nuestros cuerpos, cómo se inter-
cambian con fluidez, cuánto tiempo hacía que no se abatía
sobre el mundo tanta gratuidad.
Mira este abandono, cuan bueno es que nada pueda alcan-
zarnos.
Pero tú lo sabes, todavía hay muros contra ese comunis-
mo. Hay muros en nosotros, entre nosotros, que amenazan
sin cesar.
No hemos dejado este mundo.
Aún hay envidia, estupidez, el deseo de ser alguien, de ser
reconocido, la necesidad de valer algo y, peor aún, la necesi-
dad de autoridad. Son las ruinas que el viejo mundo ha deja-
do en nosotros y que no hemos abandonado. A la luz de cier-
tos proyectores, a veces nuestra caída nos produce la sensa-
ción de una decadencia.
¿Adonde vamos?
Están las Cataras, que detestan a los maridos mucho más
que a los amantes. Están los Gnósticos, que encuentran más
encanto en la orgía que en el apareamiento solitario. Está ese
obispo de la Italia del siglo quince que sostiene hasta la exco-
mulgación que una mujer que niega su cuerpo a un hombre que
se lo pide por caridad, comete un pecado. Están los Begardos y
las Beguinas, que viven en casas colectivas y que, en la extrema
desocupación, pasan a hacerse visitas. Están los Espirituales, que
aseguran que para los perfectos no existe el pecado; se llaman
hermanos y hermanas y para ellos San Valentín no celebra la
pareja, sino el día en que la dama puede ir con quien le plazca.
Y ahora están las metrópolis, apropiarse de lo inapropiable,
fingir que ignoramos nuestra perdición, jugar a ser hombre,
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mujer, marido, amante, jugar a la pareja, ocuparse. Acomodarse
al más penoso de los infantilismos como la cosa más seria del
mundo. Olvidar, en un exceso de sentimientos, el cinismo al
que nos condena la vida en las metrópolis, y hablar de amor,
todavía y siempre, después de tantas rupturas.
¡¡¡ATT-AC al estercolero!!!
Aquellos que dicen que otro mundo es posible y no acre-
ditan otra educación sentimental que la de las novelas y los
telefilmes, merecen que se les escupa a la cara.
No conozco estado más abyecto que el estado amoroso.
Entre amar y estar enamorado hay toda la diferencia entre un
destino que se asume y una condición que se padece.
Queremos extraer del amor toda posesión, toda identifica-
ción, para ser por fin capaces de amar.
La cuestión es saber si el comunismo es la propiedad
colectiva o la ausencia de propiedad, para después saber qué
es la ausencia de propiedad. El modo como nosotros practi-
camos el comunismo es el libre uso, es la puesta en común.
Decidir el libre uso de cierta cantidad de cosas que se poseen.
Lo que hacemos, mediante el compartir absoluto entre los
seres, es darle a la forma exterior de la propiedad un conteni-
do que la sabotea. Lo importante ahí no es el objeto compar-
tido, sino el modo contingente en que se comparte, que siem-
pre está por construir.
La orgía prueba solamente esto: que la sexualidad no es nada,
nada más que un cierto punto en la distancia entre los cuerpos.
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LA ATENCIÓN como contenido terrestre de la idea de amor.
Si tuviese que definir el viejo mundo, diría que el viejo
mundo es una cierta manera de ligar los afectos a los gestos,
los afectos a las palabras, es una cierta educación sentimental
que, realmente, ya no queremos más.
Si tuviese que definir la orgía, diría que se da cada vez que
uno u otro perturba el vínculo existente entre los afectos y los
gestos, entre los afectos y las palabras, y que otros le siguen.
No haj "transición hacia el comunismo ", la transición
es la categoría del comunismo,
del comunismo EN TANTO QUE
EXPERIMENTACIÓN
Intentamos extraer del amor toda posesión, toda identifi-
cación, para ser por fin capaces de amar.
En toda situación hay una cierta distancia que se da entre
los cuerpos. Esa distancia no es una distancia espacial, es una
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distancia ética, es la diferencia entre las formas de vida. La
noción de amor, la intimidad, todo eso ha sido inventado para
que algo así ya no pueda asumirse, para que ya no se pueda
jugar con ella, para impedir a los cuerpos danzar y elaborar un
arte de las distancias. Porque toda distancia es una proximi-
dad, y toda proximidad es todavía una distancia.
Una cierta idea de juego, unida a la certeza de construir el
Partido, nos mantiene a igual distancia de la pareja y del sór-
dido liberalismo.
Ya ves, el Partido son cuerpos, lugares, cuerpos que circulan.
Acuérdate, es en el fondo de la separación donde hemos
encontrado el comunismo. No podríamos compartir nada
que no quisiésemos compartir.
Si quieres, me gustaría mucho construir el Partido contigo,
en fin, si estás libre. . .
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n AIVIDN comrn
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EL GRAN JUEGO DE LA GUERRA CIVIL
REGLA N.° 1
Hasta nueva orden, todos vuestros derechos quedan suspen-
didos. Naturalmente, es conveniente que conservéis por
algún tiempo la ilusión de que aún disfrutáis de algunos de
ellos. Por lo que hace a nosotros no los violaremos más que
de uno en uno, y caso por caso.
REGLA N.° 2
Sed considerados: no nos habléis más de leyes, de la
Constitución ni de todas esas elucubraciones de otra época.
Desde hace tiempo, como lo habréis notado, hemos colado
leyes que nos ponen por encima de las leyes, así como, por lo
demás, de esta supuesta Constitución.
REGLA N.° 3
Vosotros sois débiles, estáis aislados, aturdidos, engañados.
Nosotros somos numerosos, estamos organizados, somos
fuertes y lúcidos. Algunos dicen que somos una mafia. Es
falso, somos LA mafia, la que ha vencido a todas las otras.
Sólo nosotros estamos en condiciones de protegeros del
caos del mundo. Es por ello que nos gusta tanto inocularos
el sentimiento de vuestra debilidad, de vuestra "inseguridad".
Ya que es proporcional a la rentabilidad de nuestros chan-
chullos.
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REGLA N.° 4
Para vosotros el juego consistirá en huir o, al menos, en
intentarlo. Huir significa: superar vuestro estado de depen-
dencia. Lo cierto es que por ahora dependéis de nosotros en
todos los aspectos de vuestra vida. Coméis lo que nosotros
producimos, respiráis lo que nosotros contaminamos, el
menor resfriado os pone a nuestra merced y, sobre todo, no
podéis nada contra el poder de nuestra policía, a quien hemos
conferido toda la libertad, tanto de acción como de aprecia-
ción.
REGLA N.° 5
No lograréis huir solos. Por lo tanto, para comenzar precisa-
réis constituir las solidaridades necesarias. Para complicar el
juego, hemos liquidado toda forma de sociabilidad autónoma.
No hemos dejado subsistir más que el trabajo: la sociabilidad
bajo control. Se tratará para vosotros de escapar de él.
Mediante el robo, la amistad, el sabotaje y la auto-organiza-
ción. ¡Ah!, una precisión: hemos convertido en crimen cual-
quier forma de huida.
REGLA N.° 6
No hemos cesado de repetirlo: los criminales son nuestros
enemigos. Pero por esto debéis entender, en primer lugar, lo
siguiente: que nuestros enemigos son criminales. En tanto
que fugitivos potenciales, cada uno de vosotros es también un
criminal en potencia. Por eso es conveniente que conserve-
mos la lista de números a los que habéis llamado desde vues-
tro teléfono, que vuestros móviles nos permitan localizaros
en todo momento y que gracias a vuestra tarjeta de crédito
podamos conocer vuestros hábitos.
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REGLA N.° 7
En nuestro pequeño juego, aquellos que salen de su aisla-
miento se denominan "criminales". En cuanto a aquellos que
tuviesen la osadía de cuestionar este estatuto, los llamaremos
"terroristas". Estos últimos pueden ser abatidos en cualquier
momento.
REGLA N.° 8
Somos muy conscientes de que la vida en las filas de nuestra
sociedad contiene tanta alegría como un trayecto en el tren de
cercanías; que el capitalismo no ha producido hasta hoy, en
materia de riqueza, más que una universal desolación; que
nuestro orden carcomido no tiene más argumentos que las
armas que lo protegen. Pero qué queréis: ¡es así! Os hemos
desarmado mentalmente, físicamente; y ahora detentamos el
monopolio de aquello que os prohibimos: la violencia, las
complicidades y la posibilidad de aparición. Francamente, si
estuvieseis en nuestra posición, ¿haríais otra cosa distinta?
REGLA N.° 9
Conoceréis la prisión.
REGLAN. 10
No hay más reglas. Todos los golpes están permitidos.
VUESTRO GOBIERNO
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LLAMAMIENTO
En 2003, el Llamamiento irrumpió en eso que al¿
jamás han tenido vergüenza en denominar los "medios politiza-
dos". De ese pequeño libro marrón, sin menáón de autor ni de
edición, se lanzaron varios miles de ejemplares. Se puso mucho
cuidado en que no anulase por los canales comerá ales sino que
se propagase a partir de espacios políticos y de mano en mano.
No por un deseo de alimentar la fanfarronería del precio libre
y de la sub-cultura, sino para que el texto coincidiese con un
gesto; j para que cualquier lector pudiese responder al llama-
miento. Si la difusión de este libro respondió a la necesidad de
volver a plantear la cuestión de una estrategia revolucionaria
victoriosa, al mismo tiempo suponía un medio de construir el
partido aquíj ahora. Es únicamente bajo esta perspectiva que
las difusiones alemana, portuguesa, inglesa, griega j ahora
española, cobran sentido.
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Proposición I
Nada falta al triunfo de la civilización.
Ni el terror político ni la miseria afectiva.
Ni la esterilidad universal.
El desierto ya no puede crecer más: está en todas
partes.
Pero aún puede profundizarse.
Frente a la evidencia de la catástrofe, están los que se v7
indignan y los que toman nota, los que denuncian y
los que se organizan.
Estamos del lado de los que se organizan.
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Escolio
Esto es un llamamiento. Es decir que se dirige a los que lo
escuchan. No haremos el esfuerzo de demostrar, de argu-
mentar, de convencer. Iremos a la evidencia.
La evidencia no es una cuestión de lógica, ni de razona-
miento.
Está del lado de lo sensible, del lado de los mundos.
Cada mundo tiene sus evidencias.
La evidencia es lo que se comparte
o lo que parte.
A través de lo cual toda comunicación vuelve a ser nueva-
mente posible, no está ya postulada, sino que debe construirse.
Y eso, esa red de evidencias que nos constituye, SE nos
enseñó tan bien a ponerla en entredicho, a esquivarla, a silen-
ciarla, a guardarla para nosotros. SE nos enseñó tan bien que
todas las palabras faltan cuando queremos gritar.
En cuanto al orden bajo el cual vivimos, cada uno sabe a
qué atenerse: el imperio salta a la vista.
Que un régimen social agonizante no tenga más justifica-
ción para su arbitrariedad que su absurda determinación -su
determinación senil- de, simplemente, durar,
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Que la policía, mundial o nacional, haya recibido carta
blanca para poner en su lugar a los que se salgan de la raya;
Que la civilización, herida de muerte, no encuentre en nin-
guna parte, en la guerra permanente a la que se ha lanzado,
más que sus propios límites;
Que esta fuga hacia adelante, ya casi centenaria, no pro-
duzca más que una serie ininterrumpida de desastres cada vez
más próximos;
Que la masa humana se acomode a golpe de mentiras, de
cinismo, de embrutecimiento o de pastillas, a este orden de
cosas,
nadie puede pretender ignorarlo.
Y el deporte que consiste en describir interminablemente,
con una complacencia variable, el desastre presente, no es
más que otro modo de decir: "Es así"; el premio a la infamia
les corresponde a los periodistas, a todos aquellos que, cada
mañana, hacen como si descubriesen de nuevo las inmundi-
cias que constataron el día anterior.
Pero lo sorprendente, a estas alturas, no son las arrogan-
cias del imperio sino más bien la debilidad del contraataque.
Es como una colosal parálisis. Una parálisis masiva, que cuan-
do aún habla dice tanto que no se puede hacer nada al tiem-
po que admite, exasperada, que "hay tanto por hacer...", lo
cual es lo mismo. Y al margen de esta parálisis, está el "hay
que hacer algo, lo que sea" de los activistas.
Seattle, Praga, Genova, la lucha contra los Organismos
Genéticamente Modificados o el movimiento de los parados;
hemos tomado parte, hemos tomado partido en las luchas de
los últimos años,
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y ciertamente no del lado de Attac o de los Tute Bianche.
El folclore contestatario ha dejado de entretenernos.
En la última década, hemos visto al marxismo-leninismo
recomenzar su aburrido monólogo en boca de estudiantes en
edad escolar.
Hemos visto al anarquismo más puro rechazar incluso lo
que no entiende.
Hemos visto al economicismo más plano -el de los ami-
gos de Le Monde Diplomatique— convertirse en la nueva reli-
gión popular. Y al negrismo imponerse como única alternati-
va al fracaso intelectual de la izquierda mundial.
En todos partes el militantismo se ha entregado de nuevo
a rehacer sus construcciones tambaleantes,
sus redes depresivas,
hasta el agotamiento.
Han bastado tres años a policías, sindicatos y otras buro-
cracias informales para dar cuenta del breve "movimiento
anti-globalización". Para fragmentarlo. Dividirlo en "terrenos
de lucha" tan rentables como estériles.
En este momento, de Davos a Porto Alegre, del Medef
[patronal francesa] a la CNT, el capitalismo y el anticapitalis-
mo adolecen de la misma ausencia de horizonte. La misma
perspectiva mutilada de la administración del desastre.
Lo que se opone a la desolación dominante no es en
definitiva más que otra desolación bastante menos provis-
ta. En todas partes la misma idea tonta de la felicidad. Los
1. Asociación de lectores de la revista mensual Le Monde Diplomatique,
poseedora del 49% del capital total de la compañía. (N. del T.)
33
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mismos juegos infectos de poder. La misma desarmante
superficialidad. El mismo analfabetismo emocional. El
mismo desierto.
Decimos que esta época es un desierto y que este desierto
se profundiza sin cesar. Esto, por ejemplo, es una evidencia,
no es poesía. Una evidencia que contiene muchas otras. En
particular la ruptura con todo lo que protesta, todo lo que
denuncia y glosa sobre el desastre.
Porque quien denuncia se exime.
Pareciera que los izquierdistas acumularan razones para
rebelarse de la misma manera que el gerente acumula medios
para dominar. Del mismo modo, es decir, con la misma fruición.
El desierto es el progresivo despoblamiento del mundo.
La costumbre que hemos adquirido de vivir como si no
estuviésemos en el mundo. El desierto se encuentra tanto en
la proletarización continua, masiva y programada de las
poblaciones, como en los barrios residenciales californianos,
ahí donde la angustia consiste justamente en el hecho de que
nadie parece sentirla.
Que el desierto de la época no sea percibido verifica aún
más ese desierto.
Algunos han tratado de nombrar el desierto. De designar
lo que hay que combatir no como la acción de un agente
extranjero, sino como un conjunto de relaciones. Han habla-
do de espectáculo, de biopoder, de imperio. Pero también eso
se ha sumado a la confusión reinante.
El espectáculo no es una cómoda síntesis del sistema de
los mass-media. Consiste también en la crueldad con la que
todo nos remite sin tregua a nuestra propia
34
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 5 Página 35
El biopoder no es un sinónimo de Seguridad Social, de
Estado del bienestar o de industria farmacéutica, sino que se
aloja gustosamente en la atención que prodigamos a nuestro
cuerpo como algo precioso, en medio de una cierta extrañe -
za física tanto de uno mismo como de los otros.
El imperio no es una especie de entidad supra-terrestre,
una conspiración planetaria de gobiernos, de redes financie-
ras, de tecnócratas y de multinacionales. El imperio está allí
donde no pasa nada. En cualquier sitio donde esto funciona. Ahí
donde reina la situación normal.
A fuerza de ver al enemigo como un sujeto que nos hace
frente —en vez de experimentarlo como una relación que nos sos-
tiene—, uno se encierra en la lucha contra el encierro. Se repro-
duce, bajo el pretexto de "alternativa", la peor de las relacio-
nes dominantes. La lucha contra la mercancía se convierte en
un producto. Nacen las autoridades de la lucha anti-autorita-
ria, el feminismo con cojones y las cacerías antifascistas 2 .
Formamos parte, en todo momento, de una situación. En
su seno, no hay sujetos y objetos, yo y los otros, mis aspira-
ciones y la realidad, sino el conjunto de las relaciones, el con-
junto de los flujos que la atraviesan.
Hay un contexto general -el capitalismo, la civilización, el
imperio, lo que se quiera-, un contexto general que no sólo
pretende controlar cada situación sino que, peor aún, intenta
que por lo general no haya situación. SE han ordenado calles y
2. En francés, en el original, "ratonnade". Palabra utilizada para definir la cace-
ría policial o militar de argelinos (ratones o ratillas en el vocabulario racista)
cuando Argelia era aún colonia francesa. (N. del T.)
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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casas, el lenguaje y los afectos, y aún el tempo mundial que
todo eso implica, con ese único fin. SE actúa por todas partes de
modo que los mundos se deslicen unos sobre otros o se igno-
ren. La "situación normal" es esta ausencia de situación.
Organizarse quiere decir: partir de la situación y no recu-
sarla. Tomar partido en su seno. Y tejer las solidaridades nece-
sarias, materiales, afectivas, políticas. Es lo que sucede en
cualquier huelga en cualquier oficina, en cualquier fábrica. Es
lo que hace cualquier banda. Cualquier guerrilla. Cualquier
partido revolucionario o contrarrevolucionario.
Organizarse quiere decir: dar consistencia a la situación.
Tornarla real, tangible.
luí realidad no es capitalista.
La posición tomada en el seno de una situación determina
la necesidad de aliarse y, por ello, de establecer ciertas líneas
de comunicación, circulaciones más amplias. A su vez, esos
nuevos vínculos reconfiguran la situación. A la situación que
nos ha sido dada, la llamaremos "guerra civil mundial".
Donde ya nada puede limitar el enfrentamiento de las fuerzas
presentes. Ni siquiera el Derecho, que participa del juego
como otra forma del enfrentamiento generalizado.
El NOSOTROS que se expresa aquí no es un NOSOTROS
delimitable, aislado, el NOSOTROS de un grupo. Es el
NOSOTROS de una posición. Esta posición se afirma hoy
como una doble secesión: por un lado, secesión en relación al
proceso de valorización capitalista, y por otro, secesión con
respecto a todo lo que la simple oposición al imperio, aún extra-
parlamentaria, impone de esterilidad; secesión, por consi-
guiente, de la izquierda. Aquí "secesión" no indica tanto el
rechazo práctico de comunicar como una disposición a for-
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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mas de comunicación de una intensidad tal que arrebaten al
enemigo, ahí donde se establezcan, la mayor parte de sus
fuerzas.
Para ser breves, diremos que una tal posición toma de los
Black Panthers la fuerza de irrupción, de la autonomía alemana
los comedores colectivos, de los neo-luditas ingleses las casas
en los árboles y el arte del sabotaje, de las feministas radicales
la elección de las palabras, de los autonomistas italianos las
auto-reducciones de masa y del movimiento 2 de junio la ale-
gría armada.
Para nosotros, no hay amistad que no sea política.
^>
37
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O
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Proposición II
La inflación ilimitada del control responde sin
esperanza de éxito alguno a los previsibles
desmoronamientos del sistema.
Nada de lo que se expresa en la distribución conocida
de las identidades políticas está en condiciones de ir
más allá del desastre.
Para comenzar, nos desembarazamos de eso. No
impugnamos nada, no reivindicamos nada. Nos
constituimos en fuerza, en fuerza material, en fuerza
material autónoma en el seno de la guerra civil mundial.
Este llamamiento enuncia sobre qué bases.
:«
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,3 5 Página 40
O
4d
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Escolio
Aquí, se experimentan armas inéditas para dispersar a las
multitudes, una especie de granadas de fragmentación pero
de madera. Allí —en Oregón-, se propone castigar con veinti-
cinco años de cárcel a todo manifestante que bloquee el trá-
fico automovilístico. El ejercito israelí está convirtiéndose en
el consultor más competente en pacificación urbana; los
expertos del mundo entero se maravillan de sus últimos
hallazgos, tan temibles y tan sutiles, en materia de eliminación
de subversivos. El arte de herir -herir a uno para amedrentar
a cien- alcanza aquí el no va más. Y luego está el "terroris-
mo", por supuesto. O sea, "toda infracción cometida inten-
cionadamente por un individuo o un grupo contra uno o
varios países, sus instituciones o sus poblaciones, y que apun-
te a amenazarlos y perjudique gravemente o destruya las
estructuras políticas, económicas o sociales de un país". Es la
Comisión Europea la que habla. En los Estados Unidos hay
más presos que campesinos.
A medida que es rediseñado y progresivamente recupera-
do, el espacio público se cubre de cámaras. No se trata sólo
de que en lo sucesivo toda vigilancia parece posible, sino
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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sobre todo de que parece admisible. Todo tipo de listas de
"sospechosos", de las que ni siquiera se adivinan sus usos
probables, circula de administración en administración. Las
escuadras de todas las milicias, con la policía jugando el papel
de garante arcaico, toman posiciones reemplazando a soplo-
nes y mirones, figuras de otra época. Un ex jefe de la CÍA,
una de esas personas que, en el lado contrario, se organizan en
lugar de indignarse, escribe en Le Monde: "Más que una gue-
rra contra el terrorismo, la apuesta es extender la democracia
a las partes del mundo [árabe y musulmán] que amenazan la
civilización liberal, en cuya construcción y defensa hemos tra-
bajado durante todo el siglo xx, durante la primera y la segun-
da guerras mundiales, y durante la guerra fría o tercera guerra
mundial."
En todo eso no hay nada de lo que asombrarse, nada que
nos coja desprevenidos o que altere radicalmente nuestro
sentimiento de la vida. Hemos nacido en la catástrofe y hemos
establecido con ella una extraña y apacible relación de cos-
tumbre. Una intimidad, casi. Hasta donde nos alcanza el
recuerdo, no ha habido otra actualidad que la de la guerra civil
mundial. Hemos sido educados como supervivientes, como
máquinas de supervivencia. SE nos ha formado en la idea de que
la vida consiste en avanzar, avanzar hasta derrumbarse en
medio de otros cuerpos que marchan idénticamente, que tro-
piezan y se derrumban, a su vez, en la indiferencia. Como
mucho, la única novedad de la época presente es que nada de
todo esto puede ya ocultarse, que en cierto sentido todo el
mundo lo sabe. De ahí el reciente endurecimiento, tan evidente,
del sistema: sus resortes están al desnudo y no serviría de
nada querer escamotearlos.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 5 Página 43
Muchos se asombran de que ninguna fracción de la
izquierda o de la extrema izquierda, de que ninguna de las
fuerzas políticas conocidas sea capaz de oponerse a este curso
de las cosas. "¿Sin embargo estamos en democracia, no?". Y
pueden asombrarse para rato: nada de lo que se expresa en el
marco de la política clásica podrá jamás detener el avance del
desierto,
ya que la política clásica esparte del desierto.
Cuando decimos esto, no es para preconizar una política
extra-parlamentaria como antídoto a la democracia liberal. El
famoso manifiesto "Somos la izquierda", firmado hace unos
años por todos los colectivos ciudadanos y "movimientos
sociales" franceses, enuncia suficientemente la lógica que,
desde hace treinta años, anima la política extra-parlamentaria:
no queremos tomar el poder, derribar el Estado, etc.; luego,
queremos ser reconocidos por él como interlocutores.
Allí donde reina la concepción clásica de la política, reina la
misma impotencia frente al desastre. Que esta impotencia sea
modulada por una amplia distribución de identidades finalmen-
te conciliables no cambia nada. El anarquista de la Fédération
Anarchiste (FA), el comunista de los consejos, el trotskista de
Attac y el diputado de la UMP [derecha francesa] parten de una
misma amputación. Propagan el mismo desierto.
La política, para ellos, es lo que se juega, se dice, se hace y
se decide entre los hombres. La asamblea, que los reúne a
todos, que reúne a todos los humanos haciendo abstracción de sus
mundos respectivos, conforma la circunstancia política ideal. La
economía, la esfera de la economía, deriva lógicamente de
ello: como necesaria e imposible gestión de todo lo que deja-
mos en la puerta de la asamblea, de todo lo que ha sido cons-
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tituido de ese modo como no-político y convertido luego en
familia, empresa, vida privada, pasatiempos, pasiones, cultu-
ra, etc.
Es así cómo la definición clásica de la política propaga el
desierto: abstrayendo a los humanos de su mundo, separán-
dolos de la red de cosas, de costumbres, de palabras, de feti-
ches, de afectos, de lugares y de solidaridades que conforman
su mundo. Su mundo sensible. Y aquello que les otorga su
consistencia propia.
La política clásica es la gloriosa puesta en escena de los
cuerpos sin mundo. Pero la asamblea teatral de las individua-
lidades políticas disimula mal el desierto que es. No hay socie-
dad humana separada del resto de los seres. Hay una plurali-
dad de mundos. Mundos que son aún más reales en tanto que
son compartidos. Y que coexisten.
La política, en verdad, es el juego entre los diferentes mun-
dos, la alianza entre aquellos que son compatibles y el enfren-
tamiento entre los irreconciliables.
Y añadimos que el hecho político central de estos últimos
treinta años ha pasado desapercibido. Porque se ha desarro-
llado en una capa de lo real tan profunda que no puede lla-
marse "política" sin ocasionar una revolución en la noción
misma de política. Porque a fin de cuentas, esta capa de lo real
es aquella donde se elabora la partición entre lo que se admi-
te como real y el resto. Este hecho central es el triunfo del
liberalismo existencial. El hecho de que se admita en lo suce-
sivo como natural una relación con el mundo basada en la
idea según la cual cada uno tiene su vida. Que esta consiste en
una serie de elecciones, buenas o malas. Que cada uno se
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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define por un conjunto de cualidades, de propiedades, que
hacen de él, según una ponderación variable, un ser único e
irremplazable. Que el contrato sintetiza adecuadamente el
compromiso de los seres entre sí, y el respeto, toda virtud. Que
el lenguaje no es más que un medio para hacerse entender.
Que cada uno es un mi-yo entre los otros mi-yo. Que el
mundo está en realidad compuesto de cosas a gestionar y de
un océano de mi-yoes. Que estos últimos tienen, por otra
parte, la enojosa tendencia a transformarse en cosas a fuerza
de dejarse gestionar.
Por supuesto, el cinismo sólo es uno de los posibles ras-
gos del infinito cuadro clínico del liberalismo existencial: la
depresión, la apatía, la deficiencia inmunitaria -todo sistema
inmunitario es de entrada colectivo-, la mala fe, el hostiga-
miento judicial, la insatisfacción crónica, los vínculos nega-
dos, el aislamiento, las ilusiones ciudadanas o la pérdida de
toda generosidad, también forman parte de este.
Finalmente, el liberalismo existencial ha sabido propagar
tan bien su desierto que los más sinceros izquierdistas enun-
cian sus utopías usando sus mismos términos:
"Reconstruiremos una sociedad igualitaria en la que cada
uno aporte su contribución y de la que cada uno reciba las
satisfacciones que espera. [...] Por lo que hace a los deseos
individuales, podría ser igualitario que cada uno consuma a la
medida de los esfuerzos que esta dispuesto a aportar. Será
necesario redefinir el modo de evaluación del esfuerzo hecho
por cada uno", escriben los organizadores del "Village alter-
natif ', anticapitalista y antiguerra, contra el G8 de Evian, en
un texto titulado "¡Cuando hayamos abolido el capitalismo y
el trabajo asalariado!". Aquí se halla una clave del triunfo del
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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imperio: lograr mantener en la sombra, rodear de silencio, el
terreno mismo donde este maniobra, el plano sobre el cual libra
la batalla decisiva: el diseño de lo sensible, el ajuste de las sen-
sibilidades. De modo que paraliza preventivamente toda
defensa en el mismo momento en el que opera, destruyendo
incluso la idea de una contraofensiva. La victoria se consigue
cada vez que el militante, al final de una dura jornada de "tra-
bajo político", se desploma frente a una película de acción.
Cuando nos ven retirarnos de los penosos rituales de la polí-
tica clásica -la asamblea general, la negociación, la contesta-
ción, la reivindicación-, cuando nos oyen hablar de mundo
sensible más que de trabajo, de papeles, de jubilaciones o de
libertad de circulación, los militantes nos miran con lástima.
"Pobres, parecen decir, se están resignando a ser minoritarios,
se encierran en su ghetto, renuncian a extenderse. No serán
jamás un movimiento." Nosotros creemos exactamente lo
contrario: son ellos los que se resignan a ser minoritarios,
hablando su lenguaje de falsa objetividad, cuyo único valor es
el de la repetición y la retórica. Nadie se engaña con respecto
al disimulado desprecio con el que hablan de las preocupacio-
nes de "la gente", lo que les permite ir del parado al sin pape-
les, del huelguista a la prostituta sin jamás ponerse enjuego, porque
este desprecio es una evidencia sensible. Su voluntad de
"extenderse" es sólo una manera de huir de los queja están ahí,
de aquellos con los que, sobre todo, temerían vivir. Y finalmen-
te, aquellos a los que les repugna admitir la significación políti-
ca de la sensibilidad, son los más expuestos a los lamentables
efectos de atracción de la sensiblería. Mirándolo bien, preferimos
partir de núcleos densos y reducidos que de una red amplia y
débil. Hemos conocido suficientemente esa cobardía.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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Proposición III
Los que quisieran responder a la urgencia de la
situación con la urgencia de su reacción no hacen más
que alimentar la asfixia.
Su modo de intervenir implica el resto de su política,
de su agitación.
En cuanto a nosotros, la urgencia de la situación nos
libera de toda consideración de legalidad o de v7
legitimidad, de todos modos inhabitables de un
tiempo a esta parte.
El hecho de que precisemos de una generación para
construir en todo su espesor un movimiento
revolucionario victorioso no nos hace retroceder.
Lo afrontamos con serenidad.
Como afrontamos serenamente el carácter criminal
de nuestra existencia y de nuestros gestos.
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O
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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Escolio
Hemos sentido, sentimos aún, la tentación del activismo.
Las contra-cumbres, las campañas contra las expulsio-
nes, contra las legislaciones de excepción, contra la cons-
trucción de nuevas cárceles, las ocupaciones, los campa-
mentos No Border; la sucesión de todo eso. La progresiva
dispersión de los colectivos como respuesta a la dispersión
de la actividad.
Correr tras los movimientos.
Uno tras otro, sólo poder sentir su potencia al precio de
retornar cada vez a la misma impotencia de fondo. Pagar cara
cada campaña. Dejando que consuma toda nuestra energía
disponible. Para después lanzarnos a la siguiente, cada vez
más ahogados, más agotados, más desolados.
Y poco a poco, a fuerza de reivindicar, a fuerza de denun-
ciar, tornarnos incapaces incluso áe. percibirlo que se supone
que sostiene nuestro compromiso, la naturaleza de la urgen-
cia que nos atraviesa.
El activismo es el primer reflejo. La respuesta conforme a la
urgencia de la situación presente. La movilización perpetua
en nombre de la urgencia, antes que un medio de combatir a
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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nuestros gobernantes y patronos, es aquello a lo que ellos nos
han acostumbrado.
Cada día desaparecen formas de vida, especies vegetales y
animales, experiencias humanas, y tantas relaciones posibles
entre formas vivas y formas de vida. Pero nuestro sentimien-
to de la urgencia no está tan ligado a la velocidad de estas
desapariciones como a su irreversibilidad; más aún, está liga-
do a nuestra ineptitud para repoblar el desierto.
El activista se moviliza contra la catástrofe. Pero no hace
más que prolongarla. Sus prisas vienen a consumir lo poco de
mundo que queda. La respuesta activista a la urgencia reside
ella misma en el interior del régimen de la urgencia, sin posibi-
lidad de sustraerse a ella o de interrumpirla.
El activista quiere estar en todas partes. Desplazándose al
ritmo de los desarreglos de la máquina. Aporta donde sea su
inventiva pragmática, la energía festiva de su oposición a la
catástrofe. Indiscutiblemente, el activista se mueve. Pero nunca
se da los medios para pensar cómo hacer. Cómo hacer para
obstaculizar realmente el avance del desierto, para establecer,
aquí y ahora, mundos habitables.
Nosotros desertamos el activismo. Sin olvidar lo que cons-
tituye su fuerza: una cierta presencia en la situación. Una faci-
lidad de movimiento en su seno. Un modo de aprehender la
lucha, no por el ángulo moral o ideológico, sino por el ángu-
lo técnico, táctico.
El viejo militantismo da el ejemplo contrario. Es notable
la impermeabilidad de los militantes ante las situaciones.
Recordamos esta escena, en Genova: medio centenar de mili-
tantes de la LCR enarbolan banderas rojas que llevan impre-
so "100% a la izquierda". Están inmóviles, como intempora-
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les. Vociferan sus meditados eslóganes, protegidos por un
servicio de orden. Mientras tanto, a unos metros de allí, algu-
nos de nosotros hacemos frente a las líneas de carabineros,
devolviendo los gases lacrimógenos, levantando baldosas de
las aceras para convertirlas en proyectiles, preparando cócte-
les molotov con botellas recuperadas de la basura y gasolina
de motos volcadas. A esto los militantes lo llaman aventure-
rismo, inconsciencia. Pretextan que las condiciones no están
dadas. Nosotros, en cambio, decimos que nada faltaba, que
todo estaba allí, salvo ellos.
Lo que desertamos del militantismo es esta ausencia a la
situación. Como desertamos la inconsistencia a la que nos
condena el activismo.
Los propios activistas experimentan esta inconsistencia. Y
es por eso por lo que periódicamente se vuelven hacia sus
mayores, los militantes. Para tomarles prestadas maneras,
terrenos, eslóganes. Lo que les atrae del militantismo es la
constancia, la estructura, la fidelidad de la que ellos carecen.
Así, los activistas vuelven nuevamente a protestar, a reivindi-
car: "papeles para todos", "libre circulación de las personas",
"renta básica" o "transportes gratuitos".
El problema con las reivindicaciones es que, al expresar
necesidades en términos que sean inteligibles para los pode-
res, terminan por no decir nada sobre ellas, qué transforma-
ciones reales del mundo implican. Así, reivindicar la gratuidad
de los transportes nada dice sobre nuestra necesidad de viajar
y no solamente de desplazarnos, de nuestra necesidad de len-
titud.
Por lo demás, a menudo las reivindicaciones, pretendien-
do mostrar las claves de los conflictos reales, no hacen sino
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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enmascararlos. Reclamar los transportes gratuitos no hace, en
ciertos ambientes, más que aplazar la difusión de las técnicas de
fraude. Apelando a la libre circulación de las personas sólo se
elude la cuestión de cómo escapar, en la práctica, al fortaleci-
miento del control. Batirse por la renta básica es, en el mejor
de los casos, condenarse a la ilusión de que una mejora del
capitalismo es necesaria para poder dejarlo atrás.
Sea como fuere el impasse es siempre el mismo: los recur-
sos subjetivos movilizados, aún revolucionarios, permanecen
insertos en lo que se presenta como un programa de reforma
radical. Bajo pretexto de superar la alternativa entre reforma
y revolución, nos instalamos en una ambigüedad oportunista.
La catástrofe presente es la de un mundo convertido acti-
vamente en inhabitable. Una especie de estrago metódico
sobre todo lo que quedaba de vivible en la relación entre los
humanos y sus mundos. El capitalismo no habría podido
triunfar a escala planetaria sin técnicas de poder, técnicas pro-
piamente políticas (técnicas hay de muchos tipos, con o sin
artefactos, corporales o discursivas, eróticas o culinarias, hasta
las disciplinas y los dispositivos de control lo son; y frente a
eso no sirve de mucho denunciar el "reino de la técnica"). Las
técnicas políticas del capitalismo consisten, sobre todo, en
destruir los lazos mediante los que un grupo encuentra los
medios de producir, en un mismo movimiento, tanto las con-
diciones de su subsistencia como las de su existencia. Es decir,
separar las comunidades humanas de la infinidad de cosas,
piedras y metales, plantas, árboles de mil usos, dioses, djins,
animales salvajes o domésticos, medicinas y sustancias psico-
activas, amuletos, máquinas y todo el resto de seres en com-
pañía de los cuales los grupos humanos constituyen mundos.
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Destruir toda comunidad, separar a los grupos de sus
medios de existencia y de los saberes que conllevan: esa es la
razón política que gobierna la incursión de la mediación mer-
cantil en todas las relaciones. Del mismo modo que fue nece-
sario eliminar a las brujas, eliminando sus saberes medicinales
y aquellos otros ligados a los pasajes entre los reinos que ellas
hacían existir, es necesario hoy que los campesinos renuncien
a plantar sus propias semillas, a fin de asegurar el dominio de
las multinacionales agroalimentarias y otros organismos de
gestión de las políticas agrícolas.
Las metrópolis contemporáneas son los puntos de con-
centración máxima de estas técnicas políticas del capitalis-
mo. Las metrópolis son ese medio donde no hay ya casi
nada que uno pueda reapropiarse. Un medio en el que todo
está hecho para que lo humano se relacione solamente con-
sigo mismo, se produzca separado de las otras formas de
existencia, coincida con ellas o las utilice pero sin encontrarse
nunca con ellas.
Sobre la base de esta separación, y para prolongarla, se ha
trabajado mucho para criminalizar cualquier tentativa de pres-
cindir de las relaciones mercantiles.
El terreno de la legalidad se confunde desde hace demasia-
do tiempo con el de los múltiples apremios a hacernos la vida
imposible, mediante el trabajo asalariado o la auto-empresa, el
voluntariado o el militantismo.
Al mismo tiempo que este terreno se vuelve cada vez más
inhabitable, todo aquello que puede contribuir a hacer la vida
posible se torna criminal.
Allí donde los activistas claman "ningún ser humano es
ilegal", hay que reconocer que se trata exactamente de lo con-
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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trario: hoy una existencia enteramente legal sería una existen-
cia enteramente sometida.
Están los fraudes al fisco y los empleos ficticios, los deli-
tos de información privilegiada y las falsas quiebras; están los
fraudes a la Renta Mínima de Inserción y las nóminas falsas,
los engaños a la ayuda para la vivienda, la malversación de
subvenciones, las comidas que no se pagan y saltarse las mul-
tas. Están los viajes en la bodega de un avión para franquear
una frontera y los viajes sin billete en trayectos urbanos o el
interior de un país. Colarse en el metro, mangar en el super-
mercado son las prácticas cotidianas de miles de personas en
las metrópolis. Como hay prácticas ilegales de intercambio de
semillas que han permitido salvaguardar muchas especies de
plantas. Hay ilegalismos más funcionales que otros en el sis-
tema-mundo capitalista. Los hay que son tolerados, otros que
son fomentados y finalmente aquellos que son castigados. Un
huerto improvisado en un descampado tiene todas las pape-
letas para terminar arrasado por un bulldozer antes de la pri-
mera cosecha.
Si se considera el conjunto de las leyes de excepción y las
reglamentaciones corrientes que regulan cada uno de los
espacios por los que cualquiera transita en un día, no queda
ya ni una sola existencia que pueda presumir de impunidad.
Las leyes, los códigos, la jurisprudencia existentes convierten
cualquier existencia en algo punible; bastaría con que se apli-
casen a rajatabla.
No somos de los que creen que allí donde crece el desier-
to crece también su antídoto. Nada puede suceder que no
comience con una secesión en relación a todo lo que hace
crecer ese desierto.
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Sabemos que construir una potencia de cierta amplitud lle-
vará tiempo. Hay muchas cosas que ya no sabemos hacer. A
decir verdad, como todos los beneficiarios de la moderni-
zación y de la educación dispensada en nuestras regiones
desarrolladas, ya no sabemos hacer casi nada. Incluso recoger
plantas para darles un uso, ya no decorativo, sino culinario o
médico, pasa hoy por arcaico cuando no, y esto es peor aún,
por algo simpático.
Pero hacemos una constatación simple: cualquiera dispo-
ne de una cierta cantidad de riquezas y de saberes que el sim-
ple hecho de habitar estas regiones del viejo mundo vuelve
accesibles y pueden ponerse en común.
La cuestión no es vivir con o sin dinero, robar o comprar,
trabajar o no, sino utilizar el dinero que tenemos para acre-
centar nuestra autonomía en relación a la esfera mercantil.
Y si preferimos robar a trabajar y autoproducir a robar, no
es por problemas de pureza. Es porque los flujos de poder
que acompañan a los flujos de mercancías, y el sometimiento
subjetivo que condiciona el acceso a la supervivencia, son hoy
exorbitantes.
Habría muchos modos inapropiados de decir lo que pre-
tendemos: ni queremos irnos al campo ni reapropiarnos de
los antiguos saberes y acumularlos. Nuestra tarea no pasa
simplemente por una reapropiación de medios. Tampoco por
una reapropiación de saberes. Si juntásemos todos los sabe-
res y todas las técnicas, toda la creatividad desplegada en el
campo del activismo, no obtendríamos un movimiento revo-
lucionario. Es una cuestión de temporalidad. Una cuestión de
construir las condiciones para que una ofensiva pueda ali-
mentarse sin extinguirse, estableciendo las solidaridades
materiales que le permitan sostenerse.
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Creemos que no hay revolución sin constitución de una
potencia material común. No ignoramos el anacronismo de
esta creencia.
Sabemos que es demasiado pronto y, a la vez, demasiado
tarde, y es por eso que tenemos tiempo.
Hemos dejado de esperar.
^>
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Proposición IV
Situamos el punto de no retorno, la salida del desierto,
el fin del Capital, en la intensidad del lazo que cada
uno logre establecer entre lo que vive y lo que piensa.
Contra los defensores del liberalismo existencial,
rechazamos ver en esto un asunto privado,
un problema individual, una cuestión de carácter.
Al contrario, nosotros partimos de la certeza de que v7
este lazo depende de la construcción de mundos
compartidos, de la puesta en común de medios
efectivos.
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O
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Escolio
Todos nos vemos cotidianamente emplazados a admitir
hasta qué punto la cuestión de la "relación entre la vida y el
pensamiento" es ingenua, está superada, atestigua en el fondo
una pura y simple ausencia de cultura. Nosotros vemos ahí un
síntoma. Puesto que esta evidencia no es más que un efecto
de la redefinición liberal, tan fundamentalmente moderna, de
la distinción entre lo público y lo privado. El liberalismo pro-
clamó que todo debía ser tolerado, que todo podía ser pensa-
do, en la medida en que no tuviese consecuencias directas en la
estructura de la sociedad, de sus instituciones y del poder de
Estado. Cualquier idea es admisible, su enunciación debe
incluso favorecerse, desde el momento en que las reglas del juego
social y estatal son aceptadas. Dicho de otro modo, la liber-
tad de pensamiento del individuo privado debe ser total, su
libertad de expresarse debe serlo en principio también, pero
este no debe desearlas consecuencias de su pensamiento en lo que
concierne a la vida colectiva.
El liberalismo quizás haya inventado el individuo, pero lo
inventó ya mutilado. El individuo liberal, cuya mejor expre-
sión en la actualidad se encuentra en los movimientos pacifis-
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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tas y ciudadanos, es ese ser conminado a preservar su libertad
en la exacta medida en que esta libertad no comprometa a
nada y no pretenda sobre todo imponerse a los demás. El
precepto estúpido "mi libertad termina allí donde empieza la
de los demás" es recibido hoy como una verdad insoslayable.
Incluso John Stuart Mili, uno de los baluartes esenciales de la
conquista liberal reconoció, a propósito de esta máxima, una
de sus molestas consecuencias: está permitido desearlo todo,
con la condición de que lo deseado no se desee demasiado inten-
samente, que no se desborden los límites de lo privado o, en
todo caso, los de la "libre expresión" pública.
Lo que nosotros llamamos liberalismo existencial es la
adhesión a una serie de evidencias en el corazón de las cuales
aparece una esencial disponibilidad del sujeto a la traición. Nos
han acostumbrado a funcionar en esta especie de sub-régi-
men que nos exculparía de antemano de la idea misma de trai-
ción. Este sub-régimen emocional es la prenda que hemos
aceptado como garantía de nuestro devenir-adulto. Con el
espejismo de una autarquía afectiva como ideal insuperable,
para los más recelosos. Y, sin embargo, es demasiado lo que
hay que traicionar para aquellos que decidan preservar un
lazo con las promesas que, desde la infancia, continúen acom-
pañándolos.
Entre las evidencias liberales, está la de comportarse,
incluso en relación con las propias experiencias, como un
propietario. Por eso, no ejercer como individuo liberal signi-
fica, en primer lugar, desatender las propiedades de uno.
Aunque quizás haya que dar otro sentido a "propiedades": ya
no aquello que me pertenece en propiedad, sino lo que me ata
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al mundo y que en razón de eso no me está reservado; nada
tiene que ver con una propiedad privada ni con lo que supues-
tamente define una identidad (el "Yo soy así" y su confirma-
ción: "¡Es muy propio de ti!"). Si bien rechazamos la idea de
propiedad individual, nada tenemos contra los vínculos. La
exigencia de la apropiación o de la reapropiación se reduce
para nosotros a la cuestión de saber lo que nos es apropiado, es
decir adecuado, en términos de uso, en términos de necesi-
dad, en términos de relación con un lugar, con un momento
de mundo.
El liberalismo existencial es la ética espontánea adecuada a
la socialdemocracia considerada como ideal político. No
seréis nunca mejores ciudadanos que cuando seáis capaces de
renegar de una relación o de un combate para conservar vues-
tro puesto. Esto no ocurrirá siempre sin sufrimiento, pero es
precisamente ahí donde el liberalismo existencial se muestra
eficaz: prevé incluso los remedios adecuados a los males que
genera. El cheque a Amnistía Internacional, el café de comer-
cio justo, la manifestación contra la última guerra o Daniel
Mermet 3 , son no-actos disfrazados de gestos de salvación.
Haced como de costumbre, es decir: pasear por los sitios
habituales, hacer las compras, las mismas de siempre pero
con un añadido, con un suplemento, regalándoos buena concien-
cia; comprar no logo, boicotear a Total Fina Elf, debería per-
suadiros de que la acción política, en el fondo, no exige gran
3. Periodista, escritor y productor de programas de radio francés. Conocido
en la escena anti-globalización francesa por su programa de radio: "La-bas si
j'j suis". (N. del T.)
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cosa y que también vosotros sois capaces de "compromete-
ros". Nada nuevo en este comercio de indulgencias, pero la
dificultad se presenta cuando de lo que se trata es de cortar
con la confusión reinante. La cultura invocatoria del otro-
mundo-es-posible, el pensamiento de Max Havelaar 4 , dejan
poco margen para hablar de ética sin que remita a etiqueta. La
multiplicación de asociaciones ecologistas, humanitarias, "de
solidaridad", viene oportunamente a canalizar el malestar
generalizado y contribuye así a perpetuar el estado de cosas
existente, por la valorización personal, el reconocimiento y su
lote de subvenciones "honestamente" recibidas, por el culto,
en suma, a la utilidad social.
Sobre todo nada de enemigos, a lo sumo problemas, abu-
sos o catástrofes, peligros todos ellos de los que solamente
los dispositivos del poder puedan protegernos.
La obsesión de los fundadores del liberalismo fue la elimi-
nación de las sectas, porque en ellas se reunían todos los ele-
mentos subjetivos que debían ponerse al margen como con-
dición de existencia del Estado moderno. Para un sectario, la
vida, antes que nada, es exactamente lo que puede volverse
adecuado a lo que un pensamiento, reconocido como verda-
dero, está en condiciones de exigir -a saber, una cierta dispo-
sición con respecto a cosas y acontecimientos del mundo, un
modo de no perder de vista lo que importa. Hay una conco-
mitancia entre la aparición de "la sociedad" (y de su correla-
to: "la economía") y la redefinición liberal de lo público y lo
4. Asociación fundada en 1992. Otorga una etiqueta a los productos que res-
ponden a las normas internacionales del comercio justo. (N. del T.)
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privado. La colectividad sectaria es, en sí misma, una amena-
za para lo que designa el pleonasmo "sociedad liberal". En la
medida en que es una forma de organización de la secesión.
Aquí residía la pesadilla de los fundadores del Estado moder-
no: un pedazo de colectividad se desprende del todo, arrui-
nando así la idea de una unidad social. Son dos cosas que la
"sociedad" no puede soportar: que un pensamiento pueda ser
incorporado, es decir que pueda encarnarse en una existencia en
términos de conducta de vida o de modo de vida; y que esta
incorporación pueda ser no solamente transmitida, sino com-
patúda., puesta en común. Esto es todo lo que hace falta para que
SE haya convertido en habitual calificar como "secta" cual-
quier experiencia colectiva fuera de control.
Por todas partes se ha filtrado la evidencia del mundo de
la mercancía. Esta evidencia es el instrumento más operativo
para desconectar los objetivos de los medios, para secretar así la
"vida cotidiana" como un espacio de existencia que nos com-
pete sólo gestionar. La vida cotidiana es aquello a lo que
supuestamente siempre queremos volver, como la aceptación
de una necesaria y universal neutralización. Es la parte cada
vez mayor de renuncia a la posibilidad de un goce no diferi-
do. Como dice un amigo: es la medida de todos nuestros crí-
menes posibles.
Raras son las colectividades que pueden escapar al abismo
que les espera, a saber: su aplastamiento sobre la extrema pla-
nicie de lo real, la comunidad como el colmo de la intensidad
media o el retorno a los lentos desmoronamientos personales,
torpemente rellenados con banales apelaciones a la discreción.
La neutralización es una característica esencial de la socie-
dad liberal. Los nichos de neutralización, donde se requiere
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que ninguna emoción se desborde, donde a cada cual se le
exige contención, todo el mundo los conoce y, sobre todo, todo
el mundo los vive como tales: empresas (pero, ¿qué es lo que
hoy en día no es "empresa"?), discotecas, lugares de activida-
des deportivas, centros culturales, etc. La verdadera cuestión
es por qué, sabiendo cada uno a lo que atenerse en cuanto a
esos lugares, ¿por qué están, a pesar de todo, tan concurridos?
¿Por qué elegir, siempre y en primer lugar, "que no pase
nada" o que, en cualquier caso, no suceda nada susceptible de
provocar estremecimientos demasiado profundos? ¿Por cos-
tumbre? ¿Por desesperación? ¿Por cinismo? O tal vez porque
así uno puede experimentar la delicia de estar en un sitio sin
estar, de estar allí estando esenáalmente en otra parte; porque
así aquello que somos en el fondo se preservaría hasta el punto
de no tener que existir.
Estas cuestiones "éticas" son las primeras que deben plan-
tearse y sobre todo son las que nosotros hallamos en el cora-
zón mismo de la política: ¿cómo responder a la neutralización
afectiva, a la neutralización de los efectos potenciales de pen-
samientos decisivos? Y también, ¿cómo las sociedades
modernas juegan con estas neutralizaciones o, más bien, las
hacen jugar como un engranaje esencial de su funcionamiento?
¿Cómo nuestras disposiciones a la atenuación actualizan en
nosotros y hasta en nuestras experiencias colectivas la efecti-
vidad material del imperio?
La aceptación de estas neutralizaciones puede ir sin duda
a la par con grandes intensidades de creación. Podéis experi-
mentar hasta la locura, a condición de ser una individualidad
creadora y de producir en público la prueba de esta singulari-
dad (las "obras"). Podéis incluso saber lo que significa el
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estremecimiento, pero a condición de experimentarlo solos y,
a lo sumo, de transmitirlo indirectamente. Seréis entonces reco-
nocidos como artistas o pensadores y, por poco que estéis
"comprometidos", podréis lanzar al mar todas las botellas
que queráis, con la buena conciencia de quien ve más lejos y
puede prevenir a los demás.
Hemos hecho, como otros muchos, la experiencia de que
los afectos bloqueados en una "interioridad" acaban mal:
pueden incluso convertirse en síntomas. Las rigideces que
observamos en nosotros mismos vienen de los tabiques que
cada uno ha creído deber levantar para marcar los límites de
su persona y contener en ella lo que no debe desbordarse.
Cuando, por una razón u otra, estos tabiques se fisuran y
quiebran, sucede algo que puede ser horrible, que quizás
tenga que ver esencialmente con el espanto, pero un espanto
capaz de librarnos del miedo. Todo cuestionamiento de los
Emites individuales, de las fronteras trazadas por la civiliza-
ción, puede revelarse salvadora. Una cierta puesta en riesgo
de los cuerpos acompaña a la existencia de toda comunidad
material: cuando los afectos y los pensamientos dejan de ser
asignables a uno u otro, cuando algo así como una circulación
se ha reestablecido, en la que transitan, indiferentes a los indi-
viduos, afectos, ideas, impresiones y emociones. Basta con
entender que la comunidad como tal no es la solución; es su
desaparición, en todas partes y todo el tiempo, en donde radi-
ca el
Nosotros no percibimos a los humanos aislados los unos
de los otros ni del resto de seres de este mundo; los vemos
ligados por múltiples vínculos, que han aprendido a negar.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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Esta negación permite bloquear la circulación afectiva por la
que estos múltiples lazos son experimentados. A su vez, este
bloqueo es necesario para que el hábito se supedite al régimen
de intensidad más neutro, más apagado, más mediocre, el que
puede hacer desear como algo apetecible -es decir, como algo
lo suficientemente neutro, mediocre y apagado, aunque libre-
mente decidido- las vacaciones, la hora de la cena o las vela-
das tranquilas. De este régimen de intensidad, ciertamente
muy ocádentado, se nutre el orden imperial.
Se nos dirá: haciendo la apología de las intensidades emo-
cionales experimentadas en común, vais contra aquello que
los seres vivientes reclaman para vivir, a saber, la dulzura y la
calma -que por lo demás se encuentran hoy, como todo bien
escaso, a precios prohibitivos. Si se quiere decir con esto que
nuestro punto de vista es incompatible con los placeres auto-
rizados, incluso los fanáticos de los deportes de invierno, por
poner un ejemplo, reconocerán sin muchos esfuerzos que no
supondría una gran pérdida que ardiesen todas las estaciones
de esquí para devolver el espacio a las marmotas. Por lo
demás, no tenemos nada contra la dulzura que todo lo vivo
en tanto que vivo lleva consigo. "Bien podría ser que vivir
fuese algo dulce", cualquier brizna de hierba lo sabe mejor
que todos los ciudadanos del mundo.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/6/09
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Proposición V
A toda preocupación moral, a todo anhelo de pureza,
oponemos la elaboración colectiva de una estrategia.
Nada es malo salvo lo que perjudica el desarrollo
de nuestra potencia.
Pertenece a esta resolución dejar de distinguir entre
economía y política.
La perspectiva de formar bandas no nos espanta; la
de ser tomados por una mafia más bien nos divierte.
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O
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Escolio
Se nos ha vendido esta mentira: lo que tendríamos de más
propio es lo que nos distinguiría de lo común.
Nosotros hacemos la experiencia inversa: toda singulari-
dad se experimenta en el modo y la intensidad con la que un ser
hace existir algo común.
En el fondo, es de ahí desde donde partimos, donde nos
encontramos.
Lo más singular en nosotros apela a un compartir.
Ahora bien, constatamos la siguiente evidencia: lo que
tenemos para compartir no solamente no es compatible con
el orden dominante, sino que este persigue encarnizadamen-
te toda forma del compartir de la que no dicte las reglas. En
las metrópolis, por ejemplo, el cuartel, el hospital, la cárcel, el
asilo y el geriátrico son las únicas formas admitidas de habita-
ción colectiva. El estado normal es el aislamiento de cada cual
en su habitáculo privado. Es allí donde se vuelve invariable-
mente, por más conmovedores o repulsivos que sean los
encuentros que se experimenten en cualquier otra parte.
Nosotros hemos conocido estas condiciones de existencia
y jamás volveremos a ellas. Nos debilitan demasiado. Nos
vuelven demasiado vulnerables. Nos marchitan.
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El aislamiento, en las "sociedades tradicionales", es la pena
más dura a la que pueda condenarse a un miembro de la
comunidad. Hoy en día es la condición común. El resto del
desastre se deduce de aquí lógicamente. Es en virtud de la
idea limitada que cada uno se hace de su "hogar" que parece
natural dejar el espacio de la calle en manos de la policía. No
SE habría podido convertir el mundo en un lugar tan inhabi-
table bajo la pretensión de controlar toda sociabilidad -de los
mercados a los bares, de las empresas a las trastiendas- si no
SE hubiese acordado antes a cada cual el espacio privado
como refugio.
En nuestra fuga de las condiciones de existencia que nos
mutilan, hemos encontrado las okupaciones o, mejor dicho,
la escena okupa internacional. En esta constelación de lugares
okupados donde se experimentan, se diga lo que se diga, for-
mas de agregación colectiva fuera de control, conocimos, en
un primer momento, un aumento de potencia. Nos organiza-
mos para la supervivencia elemental -reapropiación, trabajos
colectivos, comidas compartidas, puesta en común de técni-
cas, de materiales, de inclinaciones amorosas- y encontramos
formas de expresión política -conciertos, manifestaciones,
acción directa, sabotaje, octavillas.
Luego, poco a poco, vimos cómo lo que nos rodeaba se
transformaba en ambiente y de ambiente en escena. Vimos el
dictado de una moral sustituir a la elaboración de una estra-
tegia. Vimos cómo se solidificaban normas, se construían
reputaciones, lo que fueron hallazgos se ponían a funcionar y
todo se convertía en algo previsible. La aventura colectiva
mutó en triste cohabitación. Una tolerancia hostil se apode-
ró de todas las relaciones. Hicimos una componenda. Y como no
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podía ser de otro modo, lo que supuestamente debía ser un
contra-mundo se vio reducido finalmente a un simple refle-
jo del mundo dominante: los mismos juegos de valorización
personal en el terreno de las reapropiaciones, de la pelea, de
la corrección política o de la radicalidad. El mismo sórdido
liberalismo en la vida afectiva, el mismo afán de territorio, de
dominio, la misma escisión entre vida cotidiana y actividad
política, las mismas paranoias identitarias. Y para los más
afortunados, el lujo de poder escapar periódicamente de su
miseria local llevándola consigo allí donde todavía puede
resultar novedosa.
No achacamos estas debilidades a la forma-okupación. Ni
renegamos ni desertamos de ella. Decimos que okupar no
volverá a tener un sentido para nosotros más que bajo la con-
dición de entenderse a partir de este compartir al que nos
hemos comprometido. En las okupaciones, como en todas
partes, la confección colectiva de una estrategia es la única
alternativa frente al repliegue en una identidad, a la integra-
ción o al gueto.
En materia de estrategia, recordamos todas las lecciones
de la "tradición de los vencidos".
Nos acordamos de los inicios del movimiento obrero.
Nos son cercanos.
Porque lo que se puso en marcha en aquella fase inicial se
relaciona directamente con lo que vivimos, con lo que hoy que-
remos poner en marcha.
La constitución en fuerza de lo que habría de llamarse
"movimiento obrero" se apoyó en su inicio en la puesta en
común de prácticas criminales. Las cajas de solidaridad en
caso de huelga, los sabotajes, las sociedades secretas, la vio-
lencia de clase, las primeras formas de apoyo mutuo como
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modo de superar la supervivencia individual, se desarrollaron
a sabiendas de su carácter ilegal, de su antagonismo.
Fue en Estados Unidos donde la similitud entre formas
de organización obrera y criminalidad organizada se hizo
más tangible. La potencia de los proletarios americanos al
inicio de la era industrial obedeció tanto al desarrollo, en el
seno de la comunidad de los trabajadores, de una fuerza de
destrucción y de represalia contra el Capital, como a la exis-
tencia de solidaridades clandestinas. La reversibilidad cons-
tante del trabajador en malhechor trajo como respuesta un
control sistemático y la "moralización" de toda forma de
organización autónoma. Se criminalizó como gang todo lo
que excedía al ideal del honesto trabajador. Hasta quedar la
mafia de un lado y los sindicatos del otro, ambos producto
de una recíproca amputación.
En Europa, la integración de las formas de organización
obrera en el aparato de gestión estatal -fundamento de la
socialdemocracia- se pagó con la renuncia a asumir la más
mínima capacidad de ataque. Pero también aquí la emergen-
cia del movimiento obrero fue producto de solidaridades
materiales, de una urgente necesidad de comunismo. Las
"casas del pueblo" fueron los últimos refugios de esta simili-
tud entre necesidades de comunicación inmediata y necesidades
estratégicas ligadas a la puesta en marcha del proceso revolu-
cionario. El "movimiento obrero" se desarrolló desde enton-
ces como progresiva separación entre la corriente cooperati-
vista -nicho económico segado de su razón estratégica de
ser- y las formas políticas y sindicales proyectadas sobre el
terreno del parlamentarismo, de la cogestión. Del abandono
de todo objetivo secesionista nació un absurdo: la izquierda.
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Y el punto culminante se alcanzó cuando los sindicalistas
denunciaron el recurso a la violencia clamando a quien quisie-
ra oírlos que colaborarían con la policía para controlar a los
que rompiesen lunas de comercios o bancos.
El endurecimiento policial de los Estados en los últimos
años solamente prueba que las sociedades occidentales han
perdido toda fuerza de agregación; no hacen más que gestio-
nar su ineluctable descomposición. Es decir, esencialmente,
impedir toda r<?agregación, pulverizar todo lo que emerge.
Todo lo que deserte.
Todo lo que rompa con lo establecido.
Pero poco importa. El estado de ruina interior de estas
sociedades muestra un número creciente de grietas. El conti-
nuo reestablecimiento de las apariencias nada puede hacer al
respecto: más allá se forman mundos. En okupaciones,
comunas, grupúsculos, barrios que intentan escapar a la deso-
lación capitalista. La mayoría de las veces estas tentativas
abortan o mueren de autarquía, incapaces de establecer los
contactos, las solidaridades apropiadas. Incapaces también de
percibirse como parte activa en la guerra civil mundial.
Pero todas estas reagregaciones no son apenas nada com-
paradas con el deseo masivo, el deseo siempre pospuesto, de
dejarlo todo. De partir.
En diez años, entre dos censos, cien mil personas han
desapareado en Gran Bretaña. Han cogido un camión, un bille-
te, han tomado ácidos o se han ido al monte. Se han desafi-
liado. Han partido.
Nosotros habríamos deseado, en nuestra desafiliación, tener
un lugar al que llegar, un partido que tomar, una dirección que
seguir.
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Muchos que parten se pierden.
Y no llegan jamás.
Nuestra estrategia es pues la siguiente: establecer aquí y
ahora un conjunto de focos de deserción, de polos de sece-
sión, de puntos de reunión. Para los que se fugan. Para los
que parten. Un conjunto de lugares donde sustraerse al impe-
rio de una civilización que camina hacia el precipicio.
Se trata de darse los medios, encontrar la escala en la que
puedan resolverse una serie de cuestiones que, planteadas
individualmente, nos sumen en la depresión. ¿Cómo desha-
cerse de las dependencias que nos debilitan? ¿Cómo organi-
zarse para dejar de trabajar? ¿Cómo establecerse fuera de la
toxicidad de las metrópolis sin, por otro lado, "irse al
campo"? ¿Cómo detener las centrales nucleares? ¿Cómo
hacer para no verse forjado a recurrir al triturador psiquiátrico
cuando un amigo se vuelve loco, ni a los medicamentos bur-
dos de la medicina mecanicista cuando se pone enfermo?
¿Cómo vivir juntos sin aplastarse mutuamente? ¿Cómo aco-
ger la muerte de un camarada? ¿Cómo arruinar al imperio?
Conocemos nuestra debilidad: hemos nacido y hemos cre-
cido en sociedades pacificadas, en estado de disolución. No
hemos tenido ocasión de adquirir la consistencia que dan los
momentos de intensa confrontación colectiva. Ni los saberes
a ellos asociados. Tenemos una educación política que madu-
rar conjuntamente. Una educación teórica y práctica.
Para eso necesitamos lugares. Lugares donde organizar-
nos, donde compartir y desarrollar las técnicas requeridas.
Donde ejercitarnos en el manejo de todo lo que pueda reve-
larse necesario. Donde cooperar. Si no hubiese renunciado a
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cualquier perspectiva política, la experimentación de la
Bauhaus, con todo lo que contuvo de materialidad y de rigor,
evocaría la idea que nos hacemos de espacios-tiempos dis-
puestos para la transmisión de saberes y de experiencias. Los
Black Panthers también se dotaron de tales lugares, a los que
añadieron su capacidad político-militar, las diez mil comidas
gratuitas que distribuían diariamente, su prensa autónoma.
Muy pronto se convirtieron en una amenaza tan evidente
para el poder que este tuvo que enviar a los servicios especia-
les para masacrarlos.
Quien se constituya de este modo en fuerza sabe que se
convierte en un partido en el desarrollo mundial de las hosti-
lidades. La cuestión del recurso o de la renuncia a "la violen-
cia" no es de las que un partido así se plantea. Y el propio
pacifismo nos parece, en cualquier caso, un arma suplemen-
taria al servicio del imperio, junto a los contingentes de CRS 5
y de periodistas. Las consideraciones que deben ocuparnos en
las condiciones del conflicto asimétrico que se nos impone,
atañen a los modos de aparición y desaparición adecuados a
cada una de nuestras prácticas. La manifestación, la acción a
cara descubierta, la protesta indignada, son formas de lucha
no solamente inadecuadas al régimen actual de dominación,
sino contraproducentes, puesto que lo refuerzan alimentan-
do, con informaciones continuamente actualizadas, sus siste-
mas de control. Parecería de buen juicio, vista la inconsisten-
cia de las subjetividades contemporáneas, incluso la de nues-
5. CRS.- Compagnies Républicaines de Sécurite. Cuerpo de la policía nacio-
nal. (N.delT.)
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tros dirigentes, y también considerando el pathos lacrimóge-
no con que se ha conseguido rodear la muerte del más insig-
nificante de los ciudadanos, atacar los dispositivos materiales
más que a los hombres que les confieren un rostro. Por cui-
dado estratégico. Por lo demás, son las formas operativas
propias de todas las guerrillas a las que debemos prestar aten-
ción: sabotajes anónimos, acciones no reivindicadas, el recur-
so a técnicas fácilmente apropiables, contraataques a objeti-
vos concretos.
No hay cuestión moral en el modo como nos procuramos
nuestros medios de vivir y de luchar, sino una cuestión táctica
sobre los medios que nos damos y el uso que hacemos de
ellos.
"La manifestación del capitalismo en nuestras vidas es la
tristeza", decía una amiga.
Se trata de establecer las condiciones materiales de una
disponibilidad compartida al goce.
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Proposición VI
Por un lado, queremos vivir el comunismo;
Por el otro, queremos propagar la anarquía.
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Escolio
La época que atravesamos es la de la más extrema separa-
ción. La normalidad depresiva de las metrópolis, sus muche-
dumbres solitarias, expresan la imposible utopía de una socie-
dad de átomos.
La más extrema separación nos enseña el sentido del tér-
mino "comunismo".
El comunismo no es un sistema político o económico. El
comunismo puede arreglárselas la mar de bien sin Marx. El
comunismo se ríe de la URSS. Y se hace difícil de creer que
SE pueda fingir, cada diez años y desde hace medio siglo, el
descubrimiento de los crímenes de Stalin al grito de "¡Mirad
lo que es el comunismo!" si no SE presintiese que todo nos
empuja hacia él.
El único argumento del que pueda decirse que ha aguan-
tado el envite del comunismo es que no era necesario. Y cierta-
mente, por limitados que fuesen, subsistían aún hasta fechas
recientes, aquí y allí, cosas, lenguajes, pensamientos, lugares
comunes; suficientes en todo caso para no enfermar. Había
mundos y estaban poblados. El rechazo de pensar y plantear-
se la cuestión del comunismo tenía sus argumentos, argumentos
prácticos. Han sido barridos. Los años 80, el modo en que perdu-
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ran, persisten en Francia como la marca traumática de esta
última purga. Desde entonces, todas las relaciones sociales se
han convertido en sufrimiento. Al punto de volver preferible
toda anestesia, todo aislamiento. En cierto sentido, es el libe-
ralismo existencial lo que nos empuja al comunismo, por el
exceso mismo de su triunfo.
La cuestión comunista apunta a la elaboración de nuestra
relación con el mundo, con los seres, con nosotros mismos.
Se refiere a la elaboración del juego entre los diferentes mun-
dos, a la comunicación entre ellos. No a la unificación del espa-
cio planetario, sino a la instauración de lo sensible, es decir de la
pluralidad de los mundos. En ese sentido, el comunismo no
es la extinción de toda conflictividad, no describe un estado
final de la sociedad tras el cual todo habría sido dicho. Porque
es por medio del conflicto, también, como los mundos comu-
nican. "En la sociedad burguesa, donde las diferencias entre
los hombres sólo son aquellas que no tienen que ver con el
hombre mismo, son precisamente las verdaderas diferencias,
las diferencias de cualidad, las que se menosprecian. El comu-
nista no quiere construir un alma colectiva. Quiere realizar
una sociedad donde las falsas diferencias sean liquidadas. Y
liquidando estas falsas diferencias, abrir todas las posibilida-
des que contienen las diferencias verdaderas." Así hablaba un
viejo amigo.
Es evidente, por ejemplo, que SE ha pretendido zanjar la
cuestión de lo que me es apropiado, de lo que necesito, de lo
que forma parte de mi mundo, exclusivamente a través de la
ficción policial de la propiedad legal, de lo que es mío y me per-
tenece. Algo me es propio en la medida en que pertenece al
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,3 5 Página 81
dominio de mis usos y no en virtud de un título jurídico. La
propiedad legal no contiene más realidad, a fin de cuentas,
que la de las fuerzas que la protegen. La cuestión del comu-
nismo pasa, pues, de un lado por la supresión de la policía y,
de otro, por la elaboración entre los que viven juntos de
modos de compartir, de usos. El comunismo, ciertamente, no
está dado. Está por pensar, está por hacer. Y, sin embargo,
todo lo que se pronuncia en su contra obedece en la mayoría
de los casos a una expresión de la fatiga. "Pero jamás lo con-
seguiréis... Eso no puede funcionar... Los hombres son como
son... Y además, ya es suficientemente dura la vida como
para.... La energía tiene un límite, no se puede hacer todo".
Pero la fatiga no es un argumento. Es un estado.
El comunismo parte, por tanto, de la experiencia del com-
partir. Y en primer lugar de compartir nuestras necesidades.
La necesidad no es aquello a lo que nos han acostumbrado los
dispositivos capitalistas. La necesidad no es nunca necesidad de una
cosa sin ser al mismo tiempo necesidad de mundo. Cada una de nues-
tras necesidades nos liga, más allá de todo pudor, a todo lo
que hace que la experimentemos como tal. La necesidad no
es más que el nombre de la relación por la cual un ser sensi-
ble concreto hace existir tal o cual elemento de su mundo.
Por eso los que carecen de mundo -las subjetividades metro-
politanas, por ejemplo- solamente experimentan caprichos.
Y por eso el capitalismo, que sin embargo satisface como
nadie la necesidad de cosas, no propaga umversalmente más
que la insatisfacción: porque para satisfacer la necesidad de
cosas, debe destruir los mundos.
Por comunismo entendemos una áerta disciplina de la aten-
úan.
81
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 5 Página 82
A la práctica del comunismo, tal y como la vivimos, la lla-
mamos "el Partido". Cuando logramos superar juntos un
obstáculo o cuando alcanzamos un nivel superior del com-
partir, nos decimos que "construimos el Partido".
Ciertamente, otros, que no conocemos aún, construyen tam-
bién el Partido, en otro lugar. Este llamamiento está dirigido
a ellos. Ninguna experiencia de comunismo en la actualidad
puede sobrevivir sin organizarse, sin vincularse a otras, sin
ponerse en crisis, sin librar la guerra. "Porque los oasis que la
vida dispensa son arrasados cuando buscamos refugio en
ellos".
Tal como lo aprehendemos, el proceso de instauración del
comunismo sólo puede tomar la forma de un conjunto de actos
de comunicación, de puesta en común de tal o cual espacio, de
tal o cual artefacto, de tal o cual saber. Es decir: de la elabo-
ración del modo de compartir que les es propio. La misma
insurrección no es más que un acelerador, un momento deci-
sivo de este proceso. Tal como lo entendemos, el Partido no
es la organización -donde a fuerza de transparencia todo se
vuelve inconsistente- ni el Partido es la familia -donde todo
huele a engaño a fuerza de opacidad.
El Partido es un conjunto de lugares, de infraestructuras,
de medios puestos en común y los sueños, los cuerpos, los
murmullos, los pensamientos, los deseos que circulan entre
esos lugares, el uso de esos medios, el hecho de compartir esas
infraestructuras.
La noción de Partido responde a la necesidad de una for-
malización mínima, que nos vuelva accesibles aún permitién-
donos permanecer invisibles. Corresponde a la exigencia
comunista explicarnos a nosotros mismos, formular los prin-
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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cipios de nuestro compartir. Con el fin de que el último en lle-
gar sea, como mínimo en eso, igual al primero.
Visto más de cerca, el Partido podría no ser más que lo
siguiente: la constitución en fuerza de una sensibilidad. El
despliegue de un archipiélago de mundos. ¿Qué sería, bajo el
imperio, una fuerza política que careciese de sus granjas, sus
escuelas, sus armas, sus medicinas, sus casas colectivas, sus
mesas de montaje, sus imprentas, sus camionetas y sus cabe-
zas de puente en las metrópolis? Nos parece cada vez más
absurdo que algunos de entre nosotros se vean todavía obli-
gados a trabajar para el Capital -fuera de las diversas tareas de
infiltración, por supuesto.
De aquí viene la potencia ofensiva del Partido, que tam-
bién es una potencia de producción, aún si en su seno las rela-
ciones no son de producción más que inádentalmente.
El capitalismo ha consistido en la reducción en última ins-
tancia de todas las relaciones a relaciones de producción. De
la empresa a la familia, el mismo consumo aparece como un
episodio más de la producción general, de la producción de
sociedad.
El derrocamiento del capitalismo vendrá de aquellos que
consigan crear las condiciones para otros tipos de relaciones.
En esto el comunismo del que hablamos se opone, punto
por punto, a lo que SE ha llamado "comunismo" y que no fue
en gran medida más que socialismo, capitalismo monopolista
de Estado.
El comunismo no consiste en la elaboración de nuevas rela-
ciones de producción, consiste más bien en su abolición.
Que no tengamos con respecto a nuestro medio o entre
nosotros relaciones de producción, significa no dejar que la
búsqueda del resultado prime sobre la atención al proceso,
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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significa desbaratar entre nosotros cualquier forma de valori-
zación, cuidarnos de no separar afecto y cooperación.
Estar atentos a los mundos, a su configuración sensible,
implica muy especialmente imposibilitar el aislamiento de
algo así como una "relación de producción".
En los lugares que abrimos, en torno a los medios que
compartimos, esta es la gracia que buscamos, que experimen-
tamos.
Para nombrar esta experiencia, a menudo se oye de
nuevo en Francia la palabra "gratuidad". Más que de gratui-
dad nosotros preferimos hablar de comunismo porque no
olvidamos lo que la. práctica de la gratuidad implica de orga-
nización y, a corto plazo, de antagonismo político.
Por otro lado, la construcción del Partido, en su aspecto
más visible, consiste para nosotros en la puesta en común, en
la comunicación de aquello de lo que disponemos. Poner en
común un lugar quiere decir: liberar su uso y, sobre la base de
esta liberación, experimentar relaciones delicadas, intensifica-
das, complejizadas. Si la propiedad privada es esencialmente
el poder discrecional de privar a cualquiera del uso de la cosa
que se posee, la puesta en común es poder privar del uso de
lo que sea sólo a los agentes del imperio.
Desde todos lados se nos chantajea con la elección entre
la ofensiva y la construcción, la negatividad y la positividad, la
vida y la supervivencia, la guerra y la cotidianidad. No respon-
deremos. Sabemos demasiado acerca de cómo estas alternati-
vas dividen primero y escinden después a los colectivos exis-
tentes. Para una fuerza que se despliega, es imposible decir si
la destrucción de un dispositivo que la perjudica es asunto de
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construcción o de ofensiva, si el hecho de alcanzar una cierta
autonomía alimentaria o médica constituye un acto de guerra
o de sustracción. Hay circunstancias, como un motín, en las
cuales el hecho de poder curarse entre camaradas aumenta
considerablemente la capacidad de ataque. ¿Quién puede
decir que armarse no forma parte de la constitución material
de una colectividad? Allí donde hay entendimiento acerca de
una estrategia común, no se da elección entre ofensiva y
construcción; se da, en cada situación, la evidencia de lo que
aumenta nuestra potencia y lo que la reduce, de lo que es
oportuno y lo que no lo es. Y allí donde esta evidencia se echa
en falta hay discusión y, en el peor de los casos, apuesta.
En general, no vemos cómo algo distinto a una fuerza, una
realidad apta para sobrevivir a la dislocación total del capitalis-
mo, puede verdaderamente atacarlo hasta lograr, precisamen-
te, esta dislocación.
De lo que se tratará, cuando llegue el momento, es de
hacer girar a nuestro favor el hundimiento social generaliza-
do, transformar un derrumbe del tipo argentino o soviético
en situación revolucionaria. Aquellos que pretenden separar
autonomía material y sabotaje de la máquina imperial expre-
san suficientemente bien que no quieren ni una cosa ni la
otra.
No es ninguna objeción contra el comunismo el hecho de
que la experimentación más formidable de la comunización
en el periodo reciente la haya producido el movimiento anar-
quista español entre 1868 y 1939.
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O
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Proposición VII
El comunismo es posible en todo momento.
Lo que llamamos "Historia" no es al día de hoy más
que el conjunto de tergiversaciones inventadas por los
humanos para conjurarlo. El hecho de que esta
"Historia" consista, desde hace más de un siglo, en
una variada acumulación de desastres, y solamente en
eso, nos habla de que la cuestión comunista ya no v7
puede suspenderse más. Es esta suspensión la que
debemos, a su vez, suspender.
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O
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Escolio
"¿Pero qué queréis vosotros exactamente? ¿Qué propo-
néis VOSOTROS?"
Este tipo de preguntas pueden parecer inocentes. Pero
lamentablemente no son preguntas. Son operaciones.
Remitir todo NOSOTROS que se expresa a un VOSOTROS
extranjero es, de entrada, conjurar la amenaza de que
ese NOSOTROS me interpele de algún modo, de que ese
NOSOTROS me atraviese. En segundo lugar es constituir al
portador de un simple enunciado -inasignable en sí mismo- en pro-
pietario de este. Porque en la organización metódica de la sepa-
ración por ahora dominante, la circulación de los enunciados
no es admitida si no pueden remitirse a un propietario, a un
autor. Sin el cual correrían el riesgo de ser un poco comunes, y
solamente aquello que enuncia el nosotros impersonal (SE)
está autorizado a la difusión anónima.
Y luego, esas preguntas conllevan esta mistificación: que,
atrapados en el curso de un mundo que nos desagrada, habría
propuestas que hacer, alternativas a encontrar. Que uno
podría, dicho de otro modo, sustraerse a la situación en la que
se ve inmerso para evaluarla de modo desapasionado, entre
gente razonable.
89
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,3 5 Página 90
No hay espacio fuera de la situación. No hay afuera de la
guerra civil mundial. Formamos irremediablemente parte de
ella. Estamos irremediablemente atrapados en ella.
Todo lo que podemos hacer al respecto es elaborar, en su
interior, una estrategia. Compartir un análisis de la situación y
elaborar una estrategia. Es el único NOSOTROS posible-
mente revolucionario, el NOSOTROS práctico, abierto y
difuso de aquellos que operan en un mismo sentido.
En el momento en que escribimos esto, en agosto de
2003, podemos afirmar que nos enfrentamos a la mayor ofen-
siva del Capital de las últimas dos décadas. El antiterrorismo
y la supresión de las últimas garantías conquistadas en otros
tiempos por el difunto movimiento obrero dan el tono de la
tentativa generalizada de meter en vereda a la población.
Jamás los gestores de la sociedad han sabido tan bien como
ahora de qué obstáculos se han librado y qué medios tienen a
su disposición. Saben, por ejemplo, que la pequeña burguesía
planetaria que ya puebla las metrópolis está suficientemente
desarmada como para no ofrecer la menor resistencia a su
aniquilamiento programado. Como también saben que su
contrarrevolución se materializa en toneladas de cemento,
incluyendo la arquitectura de tantas "nuevas ciudades". A
largo plazo, parece que el plan del Capital es apartar, a escala
global, un conjunto de zonas pacificadas y conectadas entre
sí, donde el proceso de valorización capitalista abrazaría en
un movimiento a la vez perpetuo e ininterrumpido todas las
manifestaciones de la vida. Esta zona de confort imperial,
ciudadano y desterritorializado, formaría una especie de con-
tinuum policial donde reinaría un nivel de control, tanto polí-
tico como biométrico, casi constante. El "resto del mundo"
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podría entonces ser enarbolado, a medida que avanza su
incompleta pacificación, a la vez como espantajo y gigan-
tesco afuera a civilizar. La experimentación salvaje de coha-
bitación zona por zona entre enclaves hostiles, tal como se
desarrolla desde hace décadas en Israel, ofrecería el mode-
lo de gestión de lo social por venir. No tenemos ninguna
duda de que la verdadera razón de todo esto sea, para el
Capital, reconstituir desde la base su propia sociedad. Sea cual
sea su forma y el precio que haya que pagar.
Hemos visto en Argentina cómo el hundimiento económi-
co de un país entero no ha sido, desde su punto de vista,
demasiado costoso.
En este contexto, NOSOTROS somos aquellos, todos
aquellos, que experimentan la necesidad táctica de las tres ope-
raciones siguientes:
1. Impedir por todos los medios la recomposición de la
izquierda.
2. Hacer progresar, de "catástrofe natural" en "movi-
miento social", el proceso de comunización, la construcción
del Partido.
3. Llevar la secesión hasta los sectores vitales de la máqui-
na imperial.
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,3 5 Página 92
1. Periódicamente la izquierda es derrotada. Eso nos
divierte pero no es suficiente. Su derrota, la queremos defini-
tiva. Sin remedio. Que nunca jamás el espectro de una oposi-
ción conciliable revolotee en el espíritu de aquellos que se
saben inadecuados al funcionamiento capitalista. La izquierda
-y esto lo admite hoy en día todo el mundo, aunque ¿nos
acordaremos de ello pasado mañana?- forma parte de los dis-
positivos de neutralización de la sociedad liberal. Cuanto más
se verifica la implosión de lo social, más invoca la izquierda
"la sociedad civil". Cuanto más actúa impune y arbitrariamen-
te la policía, más se declara pacifista. Cuanto más se libera el
Estado de las últimas formalidades jurídicas, más ciudadana
se proclama. Cuanto más crece la urgencia de apropiación de
los medios necesarios para nuestra existencia, más nos exhor-
ta a esperar, a reclamar la mediación, incluso la protección, de
nuestros amos. Es la izquierda la que nos prescribe hoy, fren-
te a gobiernos que se sitúan abiertamente en el terreno de la
guerra social, que nos convirtamos en sus interlocutores, que
redactemos nuestras quejas, formulemos reivindicaciones, o
estudiemos la economía política. De Léon Blum a Lula, la
izquierda no ha sido más que eso: el partido del hombre, del
ciudadano y de la civilización. Hoy, ese programa coincide
íntegramente con el programa contrarrevolucionario: mante-
ner en vigor el conjunto de ilusiones que nos paralizan. La
vocación de la izquierda es expresar un sueño que solamente
el imperio tiene los medios de alcanzar. Es la vertiente idea-
lista de la modernización imperial, la válvula de escape nece-
saria al ritmo insoportable del capitalismo. Ya ni le hace ascos
a escribirlo en las publicaciones del propio ministerio francés
de la Juventud, Educación e Investigación: "En la actualidad
cualquiera sabe que sin la ayuda concreta de los ciudadanos,
92
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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el Estado no tendría los medios ni el tiempo necesario para
lograr las obras que pueden evitar la explosión de nuestra
sociedad" {Ganas de actuar— Ta guía del compromiso).
Hoy, deshacer la izquierda, es decir mantener constantemente
abierto el canal de la desafección social, no es solamente necesario sino
posible. Somos testigos, cuando por otro lado se refuerzan a un
ritmo acelerado las estructuras imperiales, del pasaje de la vieja
izquierda trabajista, enterradora del movimiento obrero y surgi-
da de él, a una nueva izquierda, mundial, cultural, de la que puede
decirse que tiene al negrismo como punta de lanza. Esta nueva
izquierda no termina de asentarse aún ante la reciente neutrali-
zación del "movimiento antiglobalización". Sus nuevos enga-
ños son vistos como tales, mientras que los viejos ya no sirven.
Nuestra tarea es arruinar la izquierda mundial allí donde se
manifieste, sabotear metódicamente, es decir, tanto en la teo-
ría como en la práctica, cada uno de sus posibles momentos
de constitución. En ese sentido, nuestro éxito en Genova no
reside tanto en los espectaculares enfrentamientos con la
policía o en los daños infligidos a los órganos del Estado y el
Capital, como en el hecho de que la difusión de prácticas de
confrontación propias al "Black Bloc" en todos los bloques de la
manifestación torpedease la apoteosis anunciada por los Tute
Bianche. Así como nuestro fracaso desde entonces se encuen-
tra en no haber sabido elaborar nuestra posición de modo tal
que esa victoria en la calle se convirtiese en algo más que en
un simple espantajo agitado sistemáticamente por todos los
movimientos llamados "pacifistas".
Es el actual repliegue de esta izquierda mundial en los
foros sociales -repliegue debido a que ha sido vencida en la cálle-
lo que debemos atacar.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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2. De año en año crece la presión para que todo funcione. A
medida que progresa la cibernetización social, se vuelve más
imperioso volver a la situación de normalidad. Y en base a esta
lógica se multiplican las situaciones de crisis, los disfunciona-
mientos. Un corte del fluido eléctrico, un verano demasiado
caluroso o un movimiento social no se diferencian desde el
punto de vista del imperio. Son perturbaciones. Hay qoe gestio-
narlas. Por ahora, es decir a causa de nuestra debilidad, estas situa-
ciones de interrupción se presentan como tantos momentos
en los que el imperio sobreviene, se inscribe en la materialidad
de los mundos, experimenta nuevos procedimientos. Es ahí,
sobretodo, donde constriñe con más fuerza a las poblaciones
que pretende socorrer. El imperio pasa en todas partes por ser
el agente que nos devuelve a la situación normal. Nuestra
tarea, por el contrario, es la de convertir en habitable la situación de
excepción. No conseguiremos "bloquear la sociedad-empresa"
verdaderamente, si no somos capaces de poblar ese bloqueo
con otros deseos distintos a volver a la normalidad.
En cierto sentido, lo que se produce en una huelga o en
una "catástrofe natural" es muy parecido. Una interrupción
interviene en la regulación organizada de nuestras dependen-
cias. Entonces se muestra desnudo, en cada uno de nosotros,
el ser de nuestras necesidades, el ser comunista, lo que nos
vincula esencialmente y lo que en esencia nos separa. Cae el
velo de vergüenza con el que cubrimos habitualmente todo
esto. La disponibilidad al encuentro, a la experimentación de
otras relaciones con el mundo, con los otros, con uno mismo,
tal como entonces se manifiesta, basta para barrer cualquier
duda con respecto a la posibilidad del comunismo. Y también
en lo que hace a su necesidad. Lo que se requiere aquí es
nuestra capacidad de auto-organización, nuestra capacidad,
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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organizándonos desde el principio en base a nuestras necesi-
dades, de hacer durar, de propagar, de hacer efectiva la situa-
ción de excepción, esa misma sobre cuyo terror se funda el
poder imperial. La ignorancia de esta ambivalencia de la situa-
ción de excepción por parte de los movimientos sociales sor-
prende particularmente. La expresión misma "movimiento
social" parece sugerir que lo que importa realmente es hacia
dónde se va y no lo que ocurre mientras tanto. Se da en todos
los movimientos sociales actuales el compromiso tácito de no
tomar en consideración aquello en lo que consisten, lo cual
explica el hecho de que se sucedan los unos a los otros, no
sólo sin agregarse nunca, sino más bien empeñados en distan-
ciarse entre sí. De ahí la textura particular, tan volátil, de la
sociabilidad de movimiento, donde cualquier compromiso
parece tan fácilmente revocable. De ahí también su invariable
dramaturgia: un rápido vuelo debido a la resonancia mediáti-
ca y después, a partir de esta agregación temprana, el lento e
inexorable deterioro; y finalmente, agotado el movimiento, el
último reducto de irreductibles acaban por afiliarse a tal o cual
sindicato, fundan tal o cual asociación, esperando así encon-
trar una continuidad organizativa a su compromiso. No es esa
la continuidad que nosotros buscamos: el hecho de disponer
de locales donde reunimos o de una fotocopiadora para octa-
villas. La continuidad que buscamos es la que nos permita,
después de haber luchado durante meses, no volver a traba-
jar, no volver a retomar el trabajo como antes, continuar provo-
cando daños. Y esa continuidad solamente podemos cons-
truirla en la duración de los movimientos. Es una cuestión de
puesta en común inmediata, material, de construcción de una
verdadera máquina de guerra revolucionaria, de construcción
del Partido.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 5 Página 96
Se trata, tal y como decimos, de organizarse en base a
nuestras necesidades -de poder responder progresivamente a
la cuestión colectiva de comer, dormir, pensar, amar, de crear
formas, de coordinar nuestras fuerzas- y de concebir todo esto
como un momento de la guerra contra el imperio.
Solamente así, habitando las mismas perturbaciones del
programa, podremos enfrentarnos a ese "liberalismo econó-
mico" que no es más que la estricta consecuencia, la lógica
puesta en funcionamiento, del liberalismo existencial acepta-
do en todas partes, practicado y considerado por cada uno
como su derecho más elemental, incluidos aquellos que que-
rrían desafiar al "neoliberalismo". Es así como se construirá
el Partido, como una estela de lugares habitables dejados tras de
sí por cada una de las situaciones de excepción con que tro-
pieza el imperio. Nadie podrá dejar entonces de constatar
cómo las subjetividades y los colectivos revolucionarios se
vuelven más consistentes, a medida que se dan un mundo.
96
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 5 Página 97
3. El imperio es manifiestamente contemporáneo a la
constitución de dos monopolios: por un lado, el monopolio
científico de las descripciones "objetivas" del mundo y de las
técnicas de experimentación sobre este; por el otro, el mono-
polio religioso de las técnicas de sí, de los métodos por los
cuales se elaboran subjetividades -monopolio del que depen-
de directamente la práctica psicoanalítica. De un lado una
relación con el mundo depurada de toda relación con uno
mismo —uno mismo como fragmento del mundo—, del otro
una relación con uno mismo depurada de toda relación con
el mundo -con el mundo en tanto que me atraviesa. Todo
sucede entonces como si las ciencias y las religiones, en su
mismo distanciarse, configurasen el espacio ideal donde el
imperio es libre de moverse. Ciertamente, estos monopolios
están muy diversamente distribuidos según las zonas del
imperio. En las regiones llamadas desarrolladas, las ciencias
constituyen un discurso de verdad al que se le reconoce el
poder de dar forma a la existencia misma de la colectividad,
precisamente ahí donde el discurso religioso ha perdido esta
capacidad. Por lo tanto es allí donde debemos llevar la sece-
sión en primer lugar.
Llevar la secesión a las ciencias no significa abalanzarse
sobre ellas como si se tratasen de una fortaleza a conquistar o
a arrasar, sino destacar las líneas de fractura que las recorren,
tomar el partido de aquellos que acentúan estas líneas y que,
por esto mismo, comienzan por no disfrazarlas. Porque del
mismo modo que hay grietas trabajando permanentemente la
falsa compacidad de lo social, cada rama de las ciencias forma
un campo de batalla saturado de estrategias. Con el paso del
tiempo la comunidad científica ha logrado construir en torno
a sí misma la imagen de una gran familia unida, consensual en
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lo básico y muy respetuosa de las reglas de cortesía. Esa fue
de hecho la mayor operación política ligada a la existencia de
las ciencias: velar los desgarros internos y ejercer, a partir de
esta imagen aplanada, efectos de terror sin igual. Terror hacia
afuera, como privación del estatuto de discurso de verdad
para todo aquello que no se reconoce como científico. Terror
hacia dentro, como descalificación refinada, feroz, de las
potenciales herejías. "Estimado colega..."
Cada ciencia pone en marcha un conjunto de hipótesis;
estas hipótesis son decisiones en tanto que construyen realidad.
Hoy en día esto es ampliamente aceptado. Lo que se niega es
la significación ética de cada una de estas decisiones, cómo cada
una de ellas implica una cierta forma de vida, un cierto modo
de percibir el mundo (por ejemplo, experimentar el tiempo
existencial como despliegue de un "programa genético" o la
alegría como un asunto de sero tonina).
Así, los juegos de lenguaje científicos no parecen construi-
dos para establecer una comunicación entre aquellos que los
usan, sino para excluir a quienes los ignoran. Los agencia-
mientos materiales, estancos, en los que se inserta la actividad
científica -laboratorios, coloquios, etc.- llevan en sí mismos
el divorcio entre las experimentaciones y los mundos que
estas podrían configurar. No basta con describir de qué modo
las investigaciones llamadas "fundamentales" están siempre
conectadas de algún modo con los flujos militares y empresa-
riales, y cómo, recíprocamente, estos contribuyen a definir
sus contenidos, las mismas orientaciones de la investigación.
La manera que tienen las ciencias de participar en la pacifica-
ción imperial pasa sobre todo por desarrollar solamente las
98
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,3 6 Página 99
experimentaciones y chequear las hipótesis compatibles con el
mantenimiento del orden dominante. Por el contrario, nues-
tro modo de arruinar el orden imperial pasa por la apertura de
espacios disponibles para las experimentaciones antagonistas.
De la existencia de tales espacios desocupados depende que
las experimentaciones puedan dar a luz sus mundos conexos,
así como depende de la pluralidad de estos mundos que se
exprese la conflictividad oculta de las prácticas científicas.
Se trata de que los practicantes de la vieja medicina meca-
nicista y pasteuriana se unan a los que practican las medicinas
"tradicionales", prescindiendo de cualquier extravío new age.
Que deje de confundirse el compromiso con la investigación
y la defensa judicial de la integridad de los laboratorios. Que
las prácticas agrícolas no productivistas se desarrollen al mar-
gen del coto cerrado de las etiquetas bio. Que sean cada vez
más numerosos los que experimenten el carácter irrespirable
de las contradicciones de "la educación nacional", entre
defensa de la República y taller de auto-empresarialidad difu-
sa. Que la "cultura" no pueda enorgullecerse de la colabora-
ción de un solo inventor de formas.
En todas partes hay alianzas posibles.
La perspectiva de quebrar los circuitos capitalistas exige,
para ser efectiva, que las secesiones se multipliquen,
y que se agreguen.
SE nos dirá: estáis atrapados en una alternativa que, de un
modo u otro, os condena: o bien lográis convertiros en una
amenaza para el imperio y, en ese caso, seréis rápidamente eli-
minados; o bien no lográis constituir tal amenaza y, una vez
más, os destruiréis a vosotros mismos.
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/6/09
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Queda apostar por la existencia de otra posibilidad, un del-
gado filo, pero suficiente para que podamos caminar por él,
suficiente para que todos aquellos que escuchen puedan caminar y
vivir en él.
^>
100
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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"Cada día, la juventud espera, espera su
oportunidad como la esperan los obreros,
incluso los viejos. Esperan todos, aquellos
que están descontentos y que reflexionan.
Esperan que se levante una fuerza, algo de
lo que formar parte, una suerte de nueva
internacional, que no cometa los errores de
las antiguas. La posibilidad de acabar de una
vez por todas con el pasado.
Y que comience algo nuevo.
NOSOTROS HEMOS COMENZADO."
101
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/6/09
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O
102
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,3 6 Página 103
EL BELLO INFIERNO
Con ocasión de una ofensiva estética llamada Ulle 2004 -capi-
tal-europea-de-la-cultura, que vino a golpear de lleno a la ciu-
dad del mismo nombre, un pequeño libro titulado La fiesta ha
terminado 1 , sin mención de autor ni de edición, hi\o su apa-
rición en el territorio concernido. Su contenido resonó junto a la
verdad que expresaron diversos actos de sabotaje que, en aquel
momento, apuntaron contra la infame utopía vendida por tan-
tos artistas y políticos.
"El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno,
el que ya existe aquí, el que habitamos todos los días, el
que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no
sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el
infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar
de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y
aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién
y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que
dure, y darle espacio."
ítalo Calvino, Las ciudades invisibles
Todo lo que ha surgido ligado a la estética nos es irreduc-
tiblemente hostil. No decimos enemigo, decimos: hostil 1 . "El
1. http://lafeteestfinie.free.fr/
2. El lector interesado en la distinción entre hostilidad y enemistad, puede
remitirse al libro Introducción a la guerra civil, Tiqqun. Ed. Melusina, 2008.
103
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,3 6 Página 104
enemigo es nuestro propio problema, tomando forma", ha
escrito alguien. Para nosotros no existe el problema estético.
Cuando un moderno cualquiera publica una novela donde se
conjura para "volver a poner de moda el comunismo", per-
cibimos con suma precisión la operación que intenta contra
nosotros. Y encomendamos el libro a las llamas, sin remordi-
mientos. Lo estúpido aquí sería intentar comprender, cuan-
do justamente sólo cabe destruir.
Si la estética no fuese más que la ciencia de lo bello, o del
gusto, o incluso "un cierto régimen de inteligibilidad de las
artes" -ese momento, hacia finales del siglo XVin, donde se
dejó de hablar de bellas artes, de artes liberales y artes mecá-
nicas, y se empezó a hablar de "el arte", ámbito especial de la
existencia, celosamente distinto de la vida ordinaria-, no
habría salones de estética en cada esquina, ni hpunk attitude,
ni siquiera "zonas de gratuidad" en las galerías de arte. Y cier-
tamente tampoco se fantasearía con convertir a los últimos
campesinos en agentes de mantenimiento del paisaje. Hay
menos estética en toda la historia del arte de A. Warburg que
en una hora de la vida de un publicista cualquiera. Estética es
la existencia metropolitana en toda su complejidad y la nueva
sociedad "imperial" en su fundamento. La estética es la forma
que toma la fusión aparente del capital y de la vida en la metró-
polis. Si en adelante la valorización sólo puede encontrar su
última ratio en el hecho de que una cosa o un ser gustan, el
poder, que ya no logra justificar sus manejos mediante refe-
rencia alguna a la verdad o a la justicia, pasa a disponer de la
más absoluta libertad de acción desde el momento en que se
cubre con la máscara de la estética. Un nietzscheano para eje-
cutivos escribía hace algunos años: "El paradigma estético es
el ángulo de ataque que permite dar cuenta de una constela-
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ción de acciones, sentimientos y ambientes específicos del
espíritu de la postmodernidad". A lo que seguía un elogio de
la sociabilidad de bar moderno, de todo el buen rollo ciber-
nético, de toda la superficialidad rentable, de las pasiones frías
que tanto atraen a los corazones metropolitanos. Estética es
pues la neutralización imperial ahí donde no SE puede recu-
rrir directamente a la policía.
¿Comprender la estética? No hay comprensión sin empa-
tia; y nuestra empatia no se dirige hacia lo que nos daña ¿Es
que acaso intentamos comprender a la policía? No. Saber cómo
funciona, cuáles son sus procedimientos, hasta dónde llega,
de qué medios dispone y cómo destruirla, sí, pero jamás com-
Todo el trabajo de la metafísica, toda la obra de la civi-
lización, en Occidente, ha consistido en separar una vez
tras otra lo "humano" de lo "no-humano", la "conciencia"
del "mundo", el "saber" del "poder", el "trabajo" de la
"existencia", la "forma" del "contenido", el "arte" de la
"vida", el "ser" de sus "determinaciones", la "contempla-
ción" de la "acción", etc. -añadimos las comillas porque en
realidad ninguna de estas cosas existe como tal antes de
disociarla de su contraria lo que, al mismo tiempo, la produ-
ce. Una vez operada esta separación y producidas cada una
de esas unilateralidades, la tarea de mantenerlas separadas
se confiará a una institución distinta para cada una de ellas.
Así, la institución museística y su cómplice, la crítica de
arte, garantizarán por ejemplo la existencia del arte en tanto
que arte, por un lado, y la existencia del mundo prosaico
como mundo prosaico del otro. Ello supuso, por todas partes,
una cierta desolación. La estética aparece entonces con el
propósito de animar esta desolación, de reunificar todo
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aquello que Occidente había separado, pero reuniflcarlo
exteriormente, en tanto que separado. En el fondo, la época
que inaugura la estética es la época de la crisis de todas las
instituciones. Pero si en adelante caen los muros de los
museos tanto como los de la escuela, de los hospitales tanto
como los de la empresa, incluso los muros de la propia
individualidad burguesa, es para poner cada espacio bajo el
control específico de un dispositivo, es decir: para incorporar
el dispositivo en cada ser, hasta tal punto nos atraviesa aque-
llo que atravesamos. Desde ese momento nada distinguirá
por ejemplo la existencia del trabajo, sino que cada cual lle-
vará consigo un teléfono móvil en cuya agenda ya no habrá
distinción entre amigos y colegas de trabajo, y con el que
uno podrá ser localizado a cualquier hora del día. Ya no
habrá vidas consagradas exclusivamente a la contemplación
o a la pura acción, no habrá clérigos ni jefes de guerra, sino
que la reflexividad penetrará cada segundo de la existencia
y nadie llevará a cabo un acto sin ser al mismo tiempo su
espectador. En última instancia, nadie hará el amor sin ser
consciente en todo momento de estar haciéndolo, lo que con-
vierte el arte erótico en universal pornografía. Ya no habrá
patrón ni esclavo, pero cada uno será su propio patrón y
llevará grabadas en su corazón las leyes de la auto-valoriza-
ción: cada cual se habrá convertido para sí mismo en una
pequeña empresa.
Aquí, el imperio es producto del terror policial. Allí, de la
síntesis estética. Por doquier la misma continuación y profundi-
zación del desastre occidental adoptando la forma de su sub-
versión. Por todas partes SE pretende reparar lo existente
para estropearlo más adelante. Por doquier SE destruye irre-
misiblemente bajo pretexto de reconstrucción.
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,3 6 Página 107
La estética o la revolución
El hecho de que la estética haya recibido por misión conciliar
lo que Occidente siempre se empeñó en dividir por completo es
algo que se remonta a su nacimiento oficial en el sistema kantia-
no. La Crítica del juicio de 1788 confia a lo bello y al arte el cuida-
do de conciliar lo infinito de la libertad moral con la estricta cau-
salidad que rige la naturaleza, suturando el "inconmensurable
abismo" que de partida separa la Crítica de la ra^ónpura de La crí-
tica de la ra^ón práctica. Menos de seis años después, Schiller reela-
borará la estética como programa contrarrevolucionario, como
respuesta explícita a las tendencias comunistas e insurreccionales
de la Revolución Francesa. Esta obra maestra de la reacción
occidental se llamará Cartas sobre la educación estética del hombre y
aparecerá en 1794. El razonamiento es el siguiente: en el hom-
bre se dan dos instintos antagonistas, por un lado el instinto sen-
sible que lo ancla en la particularidad, las necesidades vitales, los
sentimientos, en definitiva, la determinación; y el instinto razo-
nable, formal, que mediante la reflexión lo arranca de la particu-
laridad, de los afectos, y lo eleva a las verdades universales. Esos
dos instintos se combaten el uno al otro en todas partes de tal
modo que lo que uno posee lo posee porque se lo ha arrebata-
do al otro; en todas partes salvo en un punto de armonía donde
se reencuentran y se confortan mutuamente. Ese punto de con-
ciliación milagroso, de gracia suprema, es el estado estético, y el ins-
tinto que le corresponde es el instinto del juego.
Es, por consiguiente, una de las tareas más importantes de la cultura
someter el hombre a la forma, aun en la vida puramente física, para volver-
lo estético en la justa meada en que la belleza pueda ejercer su imperio.
[. . .] en resumen, para volver razonable al hombre sensible, el único cami-
107
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no a seguir es empegar por hacer de él un hombre estético [...] El hombre
sensible debe, en primer lugar, ser transferido bajo otro cielo [. . .] En el
estado estético, todo el mundo, incluso el peón que sólo es un instrumento,
ja es un ciudadano libre cuyos derechos son iguales a aquellos del más noble,
y el entendimiento que somete brutalmente a sus designios a la masa resig-
nada se ve obligado aquí a pedirle su asentimiento. Aquí, pues, en el reino
de la apariencia estética, el ideal de igualdad tiene una existencia efectiva.
Esta igualdad es precisamente el ideal de neutralización
imperial en el que, simulando cada cual hacer lo que hace, fin-
giendo ser lo que es -el obrero, el patrón, el ministro, el artis-
ta, el varón, la hembra, la madre, el amante-, sin adherirse
nunca a su propia /adicidad, todo conflicto es desactivado de
antemano. "No soy quien crees que soy ¿sabes?", susurra la
criatura metropolitana mientras se deconstruye en vuestra
cama. Pero de hecho es el idealismo alemán en su conjunto
quien obtiene de estas Cartas su propio programa. Ea fenomeno-
logía del espíritu, que no por casualidad termina con dos versos
de Schiller, no cesa en ningún momento de denunciar el carác-
ter insustancial de toda determinación, la mentira de cualquier
certeza sensible. Porque el problema del hombre sensible es
que no se deja manipular, que resiste al discurso, que levanta
barricadas y que a veces incluso toma las armas sin que se le
pueda hacer entrar en ra^ón; su problema, en suma, es que tiene
una fuerte propensión a la irreductibilidad. Y luego está ese
manifiesto anónimo, alternativamente atribuido a Schelling,
Hegel y Hólderlin, conocido con el nombre de ELI programa sis-
temático más antiguo del idealismo alemán, en el que se lee:
Ea filosofía del espíritu es una filosofía estética. No se puede po-
seer espíritu alguno, incluso para ratonar sobre la historia, sin poseer
1(18
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sentido estético [...] Al mismo tiempo vuelve la idea de que la gran
masa debería tener una religión sensible [...] ¡Reinarán entonces la
libertad y la igualdad universal de los espíritus! Un espíritu superior,
enviado del cielo, debe fundar esta nueva religión entre nosotros; ella
será la última, la más grande obra de la humanidad.
Esta nueva religión, esta religión sensible ha encontrado su
cumplimiento en esta época del design, del urbanismo, de la
biopolítica y de la publicidad. Esta nueva religión no es otra
que el capital en su fase imperial.
Allí donde la estética pretende reunir aquello
que esencialmente separa, el gesto mesiánico 3
consiste en asumir la unión ya existente
Es un espectáculo que, desde hace un siglo, no deja de ser
cómico: la parálisis crónica de quienes pretenden "superar la
3. Hay un tiempo mesiánico, que es abolición del-tiempo-que-pasa, ruptura del
continuum de la historia, que es tiempo vivido, fin de toda espera. Hay un
gesto mesiánico, que es de lo que se trata aquí. Hay incluso seres que se mue-
ven en lo mesiánico, lo que significa que a su manera y, muy a menudo de
modo fugitivo, han "salido del capital". Lo que también significa que hay des-
tellos de lo mesiánico entremezclados con la inmunda negrura de lo real, que el
Reino no está enteramente por venir, sino ya, en fragmentos, presente entre
nosotros. Mesiánica es pues la práctica que parte de ahí, de esos destellos, de
formas-de-vida. Antimesiánicas, por el contrario, son todas las religiones, todas
las fuerzas que estorban y contienen el libre juego de las formas-de-vida.
Antimesiánico es, al más alto grado, el cristianismo y sus avatares modernos:
socialismo, humanismo, negrismo. Por lo que hace a nosotros, y por si hacía
falta precisarlo, jamás nos hemos mezclado con "mesianismo" alguno, salvo
en la boca putrefacta de nuestros calumniadores.
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separación entre el arte y la vida", de aquellos que en un
mismo gesto establecen la separación y la pretenden abolir.
La operación estética domina la época con ese movimiento
doble, la duplicidad de todo juntar para distanciarlo todo. En
ese sentido, este es ciertamente el momento de la recapitula-
ción final en la parodia, esa "recolección del recuerdo" de la que
habla Hegel a propósito del saber absoluto, donde todo está
archivado. Así, no sólo es el conjunto de los acontecimientos
"del pasado", toda la "historia de las civilizaciones" y de las
"culturas", lo que se desactiva de este modo, sino también las
tentativas actuales para abrir una brecha en el curso del tiem-
po o el mismo acontecimiento ocurrido ayer, los que son
aprehendidos como ja pasados, los que son proyectados al
ámbito de lo simplemente posible. Ese famoso "presente per-
petuo" con el que tanto nos machacan los oídos no es más
que un arresto domiciliario en el mañana. El infierno estético
en el que nos debatimos se presenta así: todo lo que podría
espolearnos se encuentra reunido en algún punto que, por
más que podamos ver, está decididamente fuera de nuestro
alcance. Todo lo que nos hace falta está retenido en limbos
inaccesibles. El estado estético, de Schiller a Lille 2004 4 , da
nombre a ese estado de suspensión donde toda "la vida"
parece desarrollarse, en toda su exuberancia posible, en toda su
plenitud imaginable, a distancia, protegida por una tierra de
nadie salvajemente defendida. Nada materializa mejor la ope-
4. "Lille 2004" es el nombre por el que se conocen la serie de "eventos" con
los que la ciudad del norte de Francia festejó ese año haber sido designada
"capital europea de la cultura" juntamente con Genova. El lema de dicho pro-
yecto era: "Ulle 2004, le bel enjeu", "Lille 2004, el bello reto", que el título del
texto, Le bel enfer, tergiversa. (N. del T.)
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ración estética que el triunfo de la instalación en el arte contem-
poráneo. Aquí, es el mismo dispositivo el que se convierte en
obra de arte. Somos absolutamente incluidos en ella, realizan-
do con ello el sueño de tantas vanguardias, y al mismo tiem-
po nos vemos absolutamente rechazados, excluidos de cual-
quier posible uso en su seno. Mediante un mismo movimien-
to diabólico, somos integrados en tanto que extranjeros en ese
pequeño infierno portátil. En fin, por algo SE llama estética
Contra cualquier estética, Warburg ha querido mostrar que
incluso la imagen, las representaciones más antropomórficas
del arte occidental, contienen elementos de irreductibilidad,
tensiones extremas, energías que la obra a la vez retiene e
invoca; que hay "vida en movimiento" incluso en la inmovi-
lidad de las estatuas del Renacimiento. Y que esas fuerzas,
esas "fórmulas del pathos" no sólo son susceptibles de alcan-
zarnos, sino que nos afectan. Benjamín señala algo semejante
cuado dice: "Los elementos actualmente mesiánicos aparecen
en la obra de arte como contenido, los elementos retrógrados
como forma. El contenido avanza hacia nosotros. La forma
se fija, nos impide acercarnos." Nosotros decimos que en
todas partes, en lo real mismo, en las propias palabras, en los
mismos cuerpos, en los sonidos, las imágenes y los gestos,
hay parecidos elementos de irreductibilidad donde las formas
y la vida, el hombre y su mundo, la percepción y la acción, el
ser y sus determinaciones, no se hallan separados. Marx, por
ejemplo, es el nombre de una cierta irreductibilidad entre
comunismo y revolución. Por todas partes las palabras se
mezclan con afectos, los cuerpos con ideas, las percepciones
con gestos. El modo de hablar de los hombres se entrelaza
lll
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con la gramática de sus órganos de un modo fácilmente dis-
cernible. El sentido que ciertas palabras revisten para él pro-
porciona las mejores indicaciones sobre su fisiología. Si lo
dudáis os bastará ver lo que los Hauka filmados por Jean
Rouch hacen con las intensidades cautivas en el decorum colo-
nial. Nosotros llamamos a esos elementos formas-de-vida. Los
llamamos así porque nada puede separar en ellos lo "indivi-
dual" de lo relativo a la "especie". Cada forma-de-vida que
afecta a un cuerpo, lo atraviesa cargada de una intensidad colec-
tiva, pasada, presente o futura, saturada de un momento de la
"vida de la especie" ("especie", ¡qué repugnante palabra!). Si
el artesano puede ser una forma-de-vida, no lo es en el fondo
sin evocar de algún modo la ciudad medieval y el orden gre-
mial. Esa intensidad colectiva se encuentra presente tanto en
la percepción misma que yo tengo del artesano como en su
forma de estar en el mundo. Del mismo modo, el guerrero
autónomo no aparece jamás sin hacer renacer las andanzas de
tantas hordas salvajes. Y ningún niño juega a los indios sin
algún tipo de peligro. No es que el pasado los aliente, sino que
una misma forma-de-vida los reúne en una constelación, los
nimba y transita por ellos. Cualquier cristiano capta un poco
de la intensidad del compartir de tantas sectas judías que
vivieron hace dos mil años, empezando por los esenios, así
como la Jovencita 5 neutraliza a su manera alguna ménade
griega. Todo lo cual hace que no se trate de una cuestión de
historia puesto que hay canales de circulación sutil que vuel-
ven presente, ya sea por fragmentos o en concentrados flo-
5. Para la definición de Jovencita ver nota 2 en el texto "Y la guerra apenas
ha comenzado". (N. del T.)
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tantes, el supuesto "pasado". El gesto mesiánico consiste en
abrir paso a estas formas-de-vida que afloran incluso en el
lenguaje más mezquino, en el ambiente más semiotizado, en
las miradas más apagadas. Consiste en liberar de la estética el
caos de las formas-de-vida.
Paradójicamente, el reino de la estética es, antes que nada,
el reino de la anestesia general. Ya no se ve, sólo se reconoce. La
época imperial consiste pues en una metódica conjuración de
lo mesiánico. Es el tiempo de la cita, de la referencia, de la
prudencia existencial. Todas las formas-de-vida se mantienen
a raya: son posibilidades, arte, historia, pasado. Ciertas subjeti-
vidades se maquillan como tal o cual figura trasnochada. Se
regodean con mundos enterrados pero tiemblan en cuanto
amenazan con volver. Uno se pone a vivir "como en los tiem-
pos de Mahoma". Otro como en los tiempos de los
Templarios. Hay estética en la relación del trotskismo con la
política como hay esnobismo en el vínculo que establece la
ultra-izquierda con los años 20. En general, la panoplia de
subjetividades metropolitanas da la justa medida de lo que el
esnobismo es capaz. En lugar de abrir el paso a las formas-
de-vida, el esnob repite una y otra vez la operación estética de
encarnar la forma que previamente cercenó de lo que vivía.
"Lo que significa que aún hablando en adelante de una forma
adecuada a todo lo que le es dado, el hombre post-histórico
debe continuar separando las "formas" de sus "contenidos",
no para trans-formar activamente estos últimos, sino con el
fin de oponerse uno-mismo como una "forma" pura a sí-
mismo y a los otros, tomados como 'contenidos' cualquiera."
Así es como Kojéve describe la hipótesis de un fin de la his-
toria esnob, a la japonesa, un fin de la historia estético. "La con-
113
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ciencia estética no elige", confirma el pobre Vattimo, "se limi-
ta a liberar el objeto que toma en consideración de todo lo
que lo liga al mundo real, en tanto que mundo del saber y de
la decisión, transfiriéndolo a la esfera de la pura apariencia".
La estética es el tiempo de la síntesis infernal. El tiempo de la
sociabilidad 6 . El reino de los espectros.
El imperio como religión sensible
Una etimología tramposa hace derivar el término religión
del latín religare (vincular), insinuando que la religión tendría
por vocación vincular a los hombres entre ellos y a estos con
lo divino, y no de relegere (recoger, recolectar en el sentido de
"volver sobre lo que uno ha hecho, retomar por el pensa-
miento o la reflexión, redoblar de atención y de diligencia"),
que es de lo que se trata en cualquier ritual donde las formas
6. Simmel ofrece en 1910 un análisis magistral de esta plaga de la época
actual: la sociabilidad. El artículo aborda la sociabilidad como "forma lúdica
de la asociación", como "estructura sociológica particular, correspondiente a
las del arte y el juego, que extraen sus formas de una realidad que, sin embar-
go, dejan atrás", lo que está perfectamente a la altura de la utopía cool de una
"sociedad de conversación". "En la conversación puramente sociable, la pala-
bra es un fin en sí mismo, no está al servicio de ningún contenido; no tiene
más objetivo que perpetuar la interacción, evitando los temas delicados, a la
vez que gozar de la excitación del juego de relaciones (. . .) La asociación y el
intercambio estimulante mediante los cuales se realizan todo el peso y todas
las tareas de la vida, son consumidos aquí en un juego artístico, en la simula-
ción y la dilución simultáneas de las fuerzas de la realidad que no aparecen
más que a distancia, mientras su gravedad se difumina como por encanta-
miento."
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deben repetirse escrupulosamente. Toda religión, haciendo
existir una esfera específica de lo sagrado, se erige en guardia-
na de la separación de esta con respecto al "mundo sensible".
Es decir que produce el mundo sensible en tanto que mundo
sensible. El hecho de que termine persiguiendo todo lo que,
fuera y dentro de ella, se mantiene en la in-separación entre
"sensible" y "suprasensible" -mago, brujo, místico, mesías o
convulsionario-, se desprende lógicamente de su definición.
Así puede comprenderse mejor el malestar que se apoderó de
la totalidad del mundo profano con la "muerte de Dios".
Desertado el lugar de lo divino, el mundo profano descubría
de pronto que tampoco era profano. Incluso la dulce inmersión
en la inmanencia se perdía. ¿Qué hacer? El proyecto estético
responde históricamente a esa situación y en primera línea el
idealismo alemán. Lo atestigua este extraño fragmento de
Hólderlin titulado Communismus der Geister ("Comunismo de
los espíritus"). Extraño en primer lugar por su título:
Communismus viene escrito con una "c", es decir a la francesa,
en una época (1798) donde los propios miembros del partido
de Babeuf no osan llamarse otra cosa que no sea "comuni-
taristas". Extraño, después, por el nombre de su primer
párrafo: "Disposición". En él leemos: "Es que justamente
nosotros partimos del principio diametralmente opuesto, es
decir de la universalidad del descreimiento, para justificar su
necesidad en nuestro tiempo. Este descreimiento es parte
integrante de la crítica científica de nuestra época, que anun-
cia y precede a la especulación positiva; no sirve de nada com-
padecernos de ello: lo que hace falta es remediarlo". El
descreimiento de que se trata aquí no es, en el fondo, el
descreimiento en tal o cual religión, ni siquiera en Dios
mismo. El descreimiento de que se trata —nuestros contem-
115
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poráneos nos lo demuestran cada día; ellos, que son capaces
de vivir su propia destrucción como si de un goce estético se
tratase; ellos, que se imaginan en una película mientras se
aproxima un tsunami-, es ni más ni menos que la incapacidad
de creer en lo que tenemos ante los ojos, en el propio mundo sensible.
Esa especie de incredulidad azorada que se lee en tantos ojos,
en tantos gestos, ese estado de ausencia irresuelta, esa crisis de
la presencia, es precisamente lo que el proyecto estético, el
imperio y sus dispositivos deben remediar.
Bajo el imperio, pues, el design y el urbanismo inscriben en
las cosas mismas una unidad del mundo convertida en pro-
blemática. Dan forma al novísimo "mundo sensible". Los
mass media inventanykr/ in time el lenguaje común de cada día.
Los distintos "medios de comunicación" ponen a nuestra dis-
posición, en cualquier momento, al conjunto de aquellos que
siempre-ja hemos abandonado y a los que todavía llamamos, incom-
prensiblemente, "nuestros prójimos". Finalmente, la cultura y
los espectáculos nos garantizan la existencia de aquello que
podríamos vivir y pensar, pero que sin embargo sólo logramos
vislumbrar. Así es como localmente, cerebro por cerebro,
hogar por hogar, barrio por barrio, se dispone la metrópolis
imperial, se reconstruye un universo aparentemente estabili-
zado, verosímil, consensual, una aisthesir. una percepción
común del mundo. El imperio es esa planetaria fábrica de lo sen-
sible. Y del mismo modo que la religión pretendía unir a los
hombres con lo divino manteniéndolos en realidad a distan-
cia, la religión sensible del imperio, que pretende recomponer
la unidad del mundo desde sus cimientos, desde lo local, no
hace más que fijar en cada lugar y en cada ser una nueva sepa-
ración: la separación entre el usuario y el dispositivo. La esté-
tica se impone así a escala global como imposibilidad de cualquier
116
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uso. El prospecto de una reciente exposición en Burdeos
anunciaba, con un guiño cómplice al espectador: "Lo que se
os vende en el supermercado, los artistas lo convierten en
obra de arte". La estética consigue por sus propios medios
realizar la imposibilidad de uso contenida en toda mercancía,
logrando convertirla, tras una vitrina o en el corazón de una
instalación, en un puro valor de exposición. Últimamente, el pro-
grama estético aspira a la extensión de esta escisión en el
hombre mismo, pretende incorporarle el dispositivo, convir-
tiéndole en usuario de sí-mismo. Se comprende perfectamente
por qué la disposición biopolítica a aprehenderse como cuer-
po, o la espectacular a contemplarse como imagen, conspiran
para hacer de nosotros los usuarios de nosotros mismos.
Conspiran para hacer de nosotros meros sujetos estéticos.
y magia
El ejecutivo solitario gritándole al auricular de su móvil,
con la acreditación de representante colgando del maletín. El
7. Basta con retomar la definición de comunismo de los Manuscritos económico-
filosóficos de 1844, también conocidos como Manuscritos de París: "el comunismo
es la verdadera solución al antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre
el hombre y el hombre, la verdadera solución del conflicto entre la existencia
y la esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí, entre la libertad y la
necesidad, entre el individuo y la especie", para convencerse de que el gesto
estético no está ausente del propio programa comunista. Es decir, que la fase
actual, estética, del capital, donde este da forma conjuntamente a una nueva
humanidad —los ciudadanos— y a un nuevo mundo sensible —la metrópoli—,
nos impone revisar nuestra concepción misma de comunismo.
117
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,36 Página 118
conductor maldiciendo al volante de su vehículo. El clubber fla-
seado en su dance-floor electro favorito. El comerciante de tien-
da cool con su galimatías empresarial. Nuestros contemporáneos
dan toda la sensación de estar embrujados. Los izquierdistas
del mundo entero pueden aspirar a abrirles los ojos a propósi-
to de la dimensión de la catástrofe, el empeño es vano y el
asunto está perfectamente claro desde hace más de setenta
años: no sirve de nada concienciar un mundo ya enfermo de con-
ciencia. Porque este embrujo no es producto de una supersti-
ción o de una ilusión que bastaría con deshacer, sino un
&mbm)o práctico: es su sujeción a los dispositivos, el hecho de que
sólo acoplados a tal o cual dispositivo se experimentan como suje-
tos. Artaud llevaba razón cuando escribe, en enero de 1947:
"mucho más que por su ejército, su administración, sus institu-
ciones o su policía, la sociedad se sostiene mediante hechizos".
En cada uso reside una posible salida del embrujamiento.
Porque cada uso libera las formas-de-vida contenidas en las
cosas, en las palabras, en las imágenes. En el uso se establece
una curiosa circulación entre "sujeto" y "objeto", entre
"especies". El gesto cortocircuita la conciencia, suprime tem-
poralmente la distancia entre el yo y el mundo, exige otras dis-
tancias. La mirada nos incorpora los movimientos y las formas
percibidos. Algo sucede en nosotrosj fuera de nosotros. "La
coincidencia de la transformación del medio y de la actividad
humana o de la transformación del hombre por sí mismo, no
puede ser captada y comprendida racionalmente más que
como praxis revolucionaria", dicen las Tesis sobre Feuerbach,
pero puede ser captada y comprendida mágicamente como
uso, por lo menos "si la magia es una comunicación constan-
te del interior con el exterior, del acto con el pensamiento, de
la cosa con la palabra, de la materia con el espíritu" (Artaud).
118
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El hecho de que la materia esté animada por innombrables
formas-de-vida, que esté poblada de polarizaciones íntimas,
es algo que el propio Marx no ignoraba cuando escribió, en
La sagrada familia: "Entre todas las cualidades inherentes a la
materia, el movimiento es sin duda la primera y la más signi-
ficativa, no sólo como movimiento mecánico y matemático,
sino más aún como pulsión, dinamismo, como tormento de
la materia, para emplear los términos de Jakob Bóhme. Las
formas primitivas de esta última son fuerzas esenciales, vivas,
individualizantes, productoras de las diferencias específicas".
A estas "formas primitivas" las hemos llamado formas-de-
vida. Nos afectan, queramos o no, a través de todo aquello a
lo que nos atamos, a través de todo aquello a lo que estamos ata-
dos. Nos cuesta mucho admitir que estamos atados, porque
estamos poseídos por una idea estética de la libertad. Una idea de
la libertad como desapego, como indeterminación, como sus-
tracción a cualquier determinación.
Esta disposición intermediaria donde el alma no está determinada
ni física ni moralmente j donde sin embargo está activa de ambas for-
mas, merece particularmente el nombre de disposición libre, j si se deno-
mina físico el estado de determinación sensible, j lógico y moral el esta-
do de determinación razonable, se dará a ese estado de determinabili-
dad realj activo el nombre de estado estético [. . .] Sin duda el hombre
posee virtualmente esta humanidad antes de cada uno de los estados
determinados por los que puede pasar; pero la pierde efectivamente en
cada uno de los estados determinados por los que pasa, y es necesario,
para que pueda volver a un estado contrario, que esta le sea devuelta
por la vía estética. (Schiller, Cartas. . .)
Esta idea de la libertad es la libertad del directivo, que reco-
rre el mundo de hotel de lujo en hotel de lujo, la del científi-
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co (sociólogo o físico, poco importa) que no está nunca en el
mundo que describe, la del anarquista metropolitano que pre-
tende poder hacer lo que quiera cuando quiera, la del intelec-
tual que juzga cual soberano sobre cualquier cosa desde su
despacho, o la del artista contemporáneo que hace de toda su
vida una "obra de arte" y para quien, en palabras del infecto
N. Borriaud, el único imperativo es "invéntate, prodúcete a ti
mismo". A esta idea estética de la libertad nosotros opone-
mos la evidenáa materialista de las formas-de-vida. Decimos
que los seres humanos no están simplemente determinados, que
no hay un ser puro de toda determinación por un lado que
serviría de mero ropaje al conjunto de sus atributos, de sus
predicados y de sus accidentes -francés, varón, hijo de obre-
ro, jugador de fútbol, con dolor de cabeza, etc. Lo que existe
en realidad es el modo cómo cada ser habita sus determinacio-
nes. Y en ese punto, la determinación y el ser son absoluta-
mente indistinguibles, son formas-de-vida. Decimos que la liber-
tad no consiste en deshacernos de todas nuestras determina-
ciones, sino en la elaboración del modo cómo habitamos tal
o cual determinación. Que no consiste en liberarnos de todos
los lazos, sino en el aprendizaje del arte de ligar y desligar. El
hecho de que ese arte haya sido tildado de mágico durante
mucho tiempo no nos produce embarazo alguno. Y asumi-
mos el escándalo que pueda acarrear admitir la amenaza, en
nosotros, fuera de nosotros, en todas partes, de la crisis de la
presencia. Decimos incluso que si hay una igualdad efectiva
entre los humanos esta se da justamente ante esa amenaza. Lo
que hace de Kafka un gran comunista. Preferimos eso mil
veces a la paradoja demasiado conocida por la cual cuanto
más se toma uno por un individuo, mejor reproduce las
estructuras de comportamiento más toscamente propias a la
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"especie", cuanto más se toma uno por un sujeto, más se
abandona a las inclinaciones del conformismo más triste.
Somos conscientes de que, por ahora, desde sus limbos, las
formas-de-vida se debaten en el más temible caos. Y que es el
sentimiento de ese caos, así como el apego de nuestros con-
temporáneos a esa estúpida idea de la libertad, lo que los arro-
ja a las redes de los dispositivos. Pero también vemos la
potencia de la que disponen aquellos que han aprendido el
arte de ligar y desligar. Y nos imaginamos la fuerza terrible
que tienen en sus manos aquellos que elaboran colectivamen-
te el juego de las formas-de-vida que les afectan. No tememos
llamar comunismo a la puesta en común, allí donde sea, de dicha
fuerza. Porque entonces los humanos llegan a la madurez y
tienen en sus gestos la soberanía del niño.
"Puede que el hombre de la edad de piedra dibujase el alce de mane-
ra tan incomparable porque la mano que manejaba la punta aún recor-
el arco con el cual había abatido al animal"
El maná fluye, reinventemos la magia.
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COMUNICADOS DEL COMITÉ DE OCUPACIÓN
DE LA SORBONA EN EL EXILIO (COSE)
Cuando el movimiento anti-CPE comentaba, algunos centena-
res de manifestantes ocuparon la Sorbona por primera vev^ desde
mayo del 68. Rápidamente, un desalojo policial recibido con
escaleras de mano arrojadas desde el tercer piso, supuso el ini-
cio de la primera de una serie de revueltas nocturnas en Varis.
Despojado demasiado pronto de su base de operaciones, el comi-
té de ocupación de la Sorbona se declaró en exilio, desde donde
redactó estos comunicados.
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,36 Página 124
(Comunicado n.° 1)
RECTIFICADO
Como desgraciadamente algunos errores poco afortuna-
dos se han inmiscuido en las notas de prensa, el Comité de
Ocupación de la Sorbona en el Exilio (COSE) 1 quiere hacer
las siguientes rectificaciones:
1. Es verdad que hemos lanzado sillas, escaleras y extinto-
res sobre la Gendarmería Móvil 2 que cerraba el acceso a la
Sorbona a nuestros camaradas. En cambio, ningún libro se ha
movido de su sitio. Nuestro objetivo era hacer recular a los
policías con el fin de liberar la entrada y nos cuesta creer que
tales Robocops pudiesen temer el impacto incluso de un
tocho de sociología. Se nos acusa de haber arruinado algunos
uniformes con nuestros proyectiles. Aquellos que aporrean y
humillan a nuestros hermanos y hermanas cada día en todo el
país pueden comenzar a contar sus heridos. Nos son indife-
rentes.
1. Algunos imbéciles de la UNEF y de otros sitios se han permitido protestar
contra nuestra firma: ¿a quién representamos? Y en primer lugar, ¿hemos sido
elegidos según las normas? ¿Por una asamblea soberana? Es necesario hacer
saber a esos tarados que un comité de ocupación es la instancia logística de una
ocupación —aquellos que se encargan del avituallamiento, de los turnos de
guardia, del mantenimiento de los baños, etc.— y que un tal comité "en el exi-
lio", estando la Sorbona militarmente controlada, era un guiño humorístico,
una contradicción en los términos, un poco como un marxista de buena fe.
2. Gendarmería Móvil.— Cuerpo de policía cuya tarea es la de vigilancia y man-
tenimiento del orden en puntos sensibles del territorio (embajadas, estaciones,
universidades). (N. del T.)
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,36 Página 125
2. Reconozcámoslo. Entre nosotros, algunos han tratado
efectivamente de oponerse a estos lanzamientos, que asimila-
ban a la "violencia". Este reflejo condicionado corre a cuenta
de la educación castradora que recibimos, de la pacificación
que sufrimos. Estas oposiciones deben mucho también a la
confusión y a la falta de discusión, que habrían seguramente
convencido a cada uno de la imperiosa necesidad de este gesto.
3. Si faltaba un argumento para terminar con el buen sen-
tido ciudadano de los oponentes en cuestión, la irrupción de
los CRS en la facultad forzando la entrada, armados y sin
posesión de un carné de estudiante de la Sorbona, así como
la utilización de hachas para romper las puertas de madera
maciza, lo ha proporcionado. Con ello el Estado ha mostra-
do que se ubica deliberadamente en el terreno de los destro-
zos, terreno del que sería absurdo desertar.
4. La Sorbona es un edificio que nos interesa realmente
mucho, tanto por su vetustez como por su carácter laberínti-
co. Por eso los daños que sufrió se limitaron a los estricta-
mente necesarios (apertura de puertas, limpieza del local de la
UNÍ 3 , etc.); también por eso no la hemos incendiado.
5. Durante la ocupación, el senador Mélenchon se intro-
dujo en los edificios gracias a la complicidad de algunos infil-
trados de la UNEF 4 . Su llegada desencadenó espontáneamen-
3. UNÍ.— Sindicato de estudiantes de extrema derecha, con presencia en todas
las universidades francesas. (N. del T.)
4. UNEF.— Unión nacional de estudiantes de Francia. (N. del T.)
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te su expulsión, ante lo burdo de semejante maniobra de
recuperación. El hecho de que haya entrado con la ayuda de
la policía (y no por los andamios, como todo el mundo) dice
bastante de la ignominia de este personaje.
6. Nuestra expulsión no hace mella en nuestra determina-
ción, al contrario. Volveremos cuando así lo decidamos.
París, domingo 12 de mar^o del 2006
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio
(Comunicado n.° 2)
PRECISIONES
La Sorbona, con sus aires de eternidad. Preñada de histo-
ria suspendida. Pasillos de mármol como un estanque helado.
"A falta de sol, aprende a madurar bajo el hielo". Hace diez
días, un deshielo, una velada contra los siglos. Un fuego de
mesas, las octavillas de la UNÍ: llamas más altas que un hom-
bre, en medio del patio, el patio de honor. Esto ya no se mur-
mura en los anfiteatros, en los pasillos, esto ya no se discute,
esto se entrechoca, a la búsqueda de una composición. Esto
comienza. Esto lanza gritos, extintores, sillas, escaleras de
manos, sobre los polis. Un monstruo despierta.
El poder es estúpido. Corre sin sentido. Ha creído aniqui-
lar, expulsándonos, el soplo que ha emergido allí. Estupidez.
Estupidez pesada como la torre de un ordenador arrojada
sobre el casco de un CRS. Exiliándonos, no ha hecho más que
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,36 Página 127
extender al mundo nuestro terreno de acción. Gracias les sean
dadas por habernos quitado nuestra Sorbona, por habernos
desposeído de ella. Imponiendo ahí a su policía, la ha ofrecido
a todos los desposeídos. A la hora en la que escribimos, la
Sorbona no pertenece ya a sus estudiantes, pertenece a todos
aquellos que, por la palabra o el cóctel, pretenden liberarla.
Desde nuestro exilio, entonces, algunos pensamientos
sobre el estado del movimiento.
Precisión n.° 1: Estamos en lucha contra una ley votada
por mayoría por un parlamento legítimo. Nuestra sola exis-
tencia prueba que el principio democrático del voto mayorita-
rio es rebatible, que el mito de la asamblea general soberana
puede ser una usurpación. Compete a nuestra lucha limitar
tanto como sea posible la tiranía del voto mayoritario.
Demasiado espacio acordado a las asambleas generales nos
paraliza y no sirve más que para conferir una legitimidad de
papel a algunos burócratas en ciernes. Las asambleas neutra-
lizan cualquier iniciativa instituyendo la separación teatral
entre los discursos y los actos. Una vez votada la huelga ilimi-
tada hasta la retirada de la ley sobre la igualdad de oportuni-
dades, las asambleas generales deben convertirse en un lugar
de palabra, de puesta en común de prácticas, de ideas, de
deseos, un momento de nuestra constitución en fuerza, ya no
la escena de todas las luchas de poder, de todas las intrigas
para imponer la decisión.
Precisión n.° 2: La burocracias sindicales, aunque persistan
en sus habituales manipulaciones, no son un obstáculo más
importante para el movimiento real que los reflejos ciudada-
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nos de pacificación, difusos entre nosotros. Durante la noche
de las expulsiones de la Sorbona, una parte de los estudiantes
no sabía por qué estaban allí ni lo que podían hacer, menos
todavía qué debían hacer. Paseaban consigo la angustia de una
libertad ofrecida pero imposible de tomar, a falta de haberla
deseado. Una semana más tarde, al hilo de las ocupaciones y
de algunos enfrentamientos con las fuerzas del orden, la
impotencia reivindicada cede el lugar al gusto inocente de la
acción directa. El pacifismo retorna a lo que no debería haber
dejado de ser jamás: una benigna patología existencial.
Precisión n.° 3: La lucha pertenece a los que la hacen, no
a los que querrían controlarla.
Precisión n.° 4: El movimiento permanente, el de la circu-
lación de todo, es la condición paradójica del mantenimiento
en buen estado de la maquinaria capitalista. Tan paradójico
como que la interrupción de su funcionamiento es la condi-
ción de todo inicio de cambio radical. Por medio del bloqueo,
luchamos contra el bloqueo absoluto de la situación.
Precisión n.° 5: Nos referimos al 68, es cierto, no a aque-
llo que efectivamente ha pasado en 1968, a su folclore, a la
Sorbona ocupada de entonces, a las barricadas del Barrio
Latino, sino a aquello que no pasó, a la conmoción revoluciona-
ria que no tuvo lugar. SE querría, proyectándonos hacia el pasa-
do, sacarnos de la situación y hacernos perder la inteligencia
estratégica sobre ella. Tratando el 68 como un simple movi-
miento estudiantil, se querría alejar la amenaza todavía pre-
sente de eso que el 68 ha sido sin embargo, una huelga general
salvaje, un estallido de huelga humana.
128
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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Precisión n.° 6: La idea de debatir democráticamente, cada
día, con los no-huelguistas, sobre la reconducción de la huel-
ga es una aberración. La huelga no ha sido jamás una prácti-
ca democrática, sino una política del hecho consumado, una
toma de posesión inmediata, una relación de fuerza. Nadie ha
votado jamás la instauración del capitalismo. Aquellos que
toman partido contra la huelga se ubican prácticamente del otro
lado de una línea del frente, a través de la cual no podemos
intercambiar más que increpaciones, golpes y huevos podri-
dos. Frente a los referendums convocados para romper la
huelga, no hay otra actitud a adoptar que su anulación por todos
los medios.
Precisión n.° 7: Una extraña idea obsesiona a este movi-
miento: una ocupación de las facultades en las horas labora-
bles. Una ocupación que no será liberación del espacio.
Donde vigilantes, bomberos, administraciones, bajo pretex-
tos de autoridad y de seguridad, continuarían ejerciendo su
imperio infantilizante, donde la universidad continuaría sien-
do universidad sin más. Es verdad que una vez conquistado
este espacio, deberíamos poblarlo, poblarlo de otra cosa que
del deseo de volver a la normalidad. Ubicarnos serenamente
ante la perspectiva de que no habrá retorno a la normalidad. Para
luego habitar esta irreversibilidad.
Precisión n.° 8: Las coordinaciones nacionales reflejan la
esterilidad de una cierta idea, clásica, de la política. Los sin-
dicalistas y los grupúsculos izquierdistas (PT, LCR, LO,
UNEF, SUD, FSE, Combate, CRI, Grupo bolchevique) pro-
ponen a las inexpresivas asambleas generales plataformas
pre-redactadas por sus direcciones. En un ambiente que
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,36 Página 130
huele al enésimo congreso del PCUS, la coordinación nacio-
nal no despliega más que un juego de poder soviético entre
organizaciones 5 . Oponemos a esto la idea de una coordina-
ción paralela siguiendo el ejemplo del movimiento de estu-
diantes secundarios del año pasado, una coordinación abier-
ta que no es más que un lugar itinerante de elaboración estra-
tégica nacional.
Precisión n.° 9: Somos los herederos del fracaso de todos
los "movimientos sociales", no sólo de estos últimos tres
años (profesores, jubilados, intermitentes del espectáculo,
LMD 6 , EDF ? , estudiantes de secundaria), sino al menos
desde 1986. De esos fracasos, hemos sacado lecciones. La
primera de ellas es sobre los media. Haciéndose eco de los
movimientos, los media se convierten de hecho en un compo-
nente del mismo que, cuando se retira (generalmente al
mismo tiempo que las burocracias sindicales), provoca su
hundimiento. La fuerza de un movimiento es su potencia
efectiva, no lo que se diga de él, los cotilleos que ocasione.
El movimiento debe cuidarse por todos los medios, incluso
por la fuerza, de la influencia mediática y elaborar una pala-
bra que le sea propia.
Precisión n.° 10: Ninguno de los "movimientos sociales"
de los últimos años ha obtenido en meses de "lucha" lo que
5. En francés, en el original, "oigas". (N. del T.)
6. LMD— License-master-doctorat. Aplicación al sistema francés de la cons-
trucción del espacio europeo de enseñanza superior (proceso de Bolonia). (N.
del T.)
7. EDF. -Ekcíricité de Frunce. (N. del T.)
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,36 Página 131
los insurgentes de noviembre 8 han obtenido discretamente en
tres semanas de revuelta: suspensión de todas las cancelacio-
nes de ayudas sociales en sus barrios, reestablecimiento de la
financiación a todas las asociaciones, incluidas las más absur-
das. Y sin pedir nada. Reivindicar es formular la propia exis-
tencia en los términos mutiladores del poder, es conceder al
adversario la ventaja del terreno. Incluso desde el punto de
vista de quien quiere obtener alguna cosa, es estúpido.
Precisión n.° 11: Se acabaron las marchas, las jornadas de
acción decretadas por las centrales. ¡Ocupaciones y manifes-
taciones salvajes! La asamblea de huelguistas de Rennes pre-
fiere las manifestaciones de "recorrido intuitivo", rechaza
seguir los recorridos autorizados por la prefectura con pre-
sencia de sus esbirros. El servicio de orden ha cambiado de
función e incluso de nombre: se llama "servicio acción" y se
organiza para el enfrentamiento con las fuerzas del orden.
Precisión n.° 12: Que no nos vuelvan a decir que lo que
hacemos es "ilegítimo". No debemos considerarnos a nosotros
mismos desde el punto de vista de los espectadores de la lucha
8. Se refiere a los disturbios que se iniciaron el 27 de octubre del 2005 cerca
de París, y que se extendieron rápidamente al resto de Francia. El detonante
fue la muerte de dos adolescentes de origen africano, quemados tras una elec-
trocución mientras escapaban de la policía en la ciudad periférica de Clichy-
sous-Bois. Tuvieron lugar durante tres semanas, y se caracterizaron por el
incendio de miles de automóviles y por violentos enfrentamientos entre cien-
tos de jóvenes y la policía francesa. Los disturbios fueron en aumento luego
de que Nicolás Sarkozy, entonces ministro de interior, tratara a los manifes-
tantes de "racaille", literalmente: escoria. El gobierno impuso el toque de
queda en varias ciudades. (N. del T.)
131
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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y menos aún del adversario. La legitimidad pertenece a quien
piensa sus gestos. A quien sabe lo que hace y por qué lo hace.
Esta idea de la legitimidad es evidentemente heterogénea a la
del Estado, la mayoría, la representación. No obedece al
mismo tipo de racionalidad, establece su propia racionalidad. Si
lo político consiste en la guerra entre diferentes legitimidades,
entre diferentes ideas de la felicidad, nuestra tarea es darnos en
lo sucesivo los medios de esta lucha. Sin otro límite que aque-
llo que nos parezca justo y gozoso.
Varis, lunes 20 de mar^o del 2006
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio
(Comunicado 4 o )
ÚLTIMO COMUNICADO DEL COMITÉ DE
OCUPACIÓN DE LA SORBONA EN EL EXILIO
Las facultades han reabierto las puertas. Los estudiantes
han retomado sus clases y los profesores, su chachara de
mierda. El ciclo planetario de la vida micro-dosificada aca-
bará como estaba previsto -como siempre- en junio: ten-
drán lugar los exámenes, luego uno podrá disfrutar de sus
merecidas vacaciones al sol. Todo indicaría un perfecto
retorno a la normalidad si no fuese por el muy notable
empeño de todos en simularlo. En hacer como si nada hubie-
se ocurrido, como si durante dos meses de ocupación no se
hubiese impuesto una normalidad tan distinta. Una norma-
lidad donde los anfiteatros son dormitorios, donde los veci-
nos son camaradas o enemigos, donde la lucha torna los
132
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
^
,36 Página 133
seres deseables y no sólo seductores, como lo quiere la sepa-
ración acostumbrada. A decir verdad, todo ese pequeño
mundo universitario es excesivo. Hay una febrilidad, una
exageración en las expresiones, una torpeza que traiciona el
trabajo en curso: rechazar la evidencia de que podría ser de
otro modo, que la vida no se parece necesariamente a esta
carrera de hámsteres enjaulados.
Y en efecto, no hay retorno a la normalidad. Lo que hay es
un proceso de normalización: una guerra a ultranza contra la per-
sistencia del acontecimiento. No nos referimos a la simple toma de
conciencia de hechos comúnmente admitidos sobre el fin del
movimiento, la función policial de los sindicatos, el necesario
recurso a la destrucción, la alegría de pasarse la vida blo-
queando la economía y no dejándose formatear para cuando
llegue el día de servirle o el retorno del fuego como práctica
política elemental. Hablamos de amistades. Toda amistad con-
serva un rastro de las condiciones de su nacimiento, del
momento del encuentro. Las que se han tejido allí guardarán
siempre consigo un olor a gas lacrimógeno, un pequeño res-
plandor de automóvil en llamas, de escaparate que cae, un
lejano rumor de revuelta; y ese rastro les devolverá a ellas. Los
sindicalistas, los izquierdistas, los militantes han vivido un
movimiento social. Uno más.
Los "movimientos sociales", en su ritual cien veces repeti-
do y siempre derrotado, gozan de una tolerancia local.
Pertenecen al folclore de este país. "Para nuestra vergüenza",
dicen unos, "a nuestra mayor gloria", piensan los otros. En
ambos casos forman parte de la gestión democrática a la fran-
cesa, de la que son el momento carnavalesco, después del cual
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,36 Página 134
todo vuelve al orden. Los gobernantes bien pueden interpre-
tar el papel de monarcas siempre que dejen a la población el
derecho de parodiar 1789.
Por nuestra parte, hemos vivido un acontecimiento. Un acon-
tecimiento se reconoce en las intensidades que produce
-levantar juntos, a golpes de valla, el pavimento de una plaza
destinada a los turistas, coordinar un ataque con cócteles
molotov, discutir un texto hasta la madrugada-, tanto como
en las fallas que dibuja, en los posibles que desvela. Lo que
queremos señalar aquí es lo que se ha conquistado de mane-
ra irreversible, aquello que ningún "fin de movimiento"
puede poner en duda, lo que hace de los últimos meses, no
un paréntesis en el curso regular de la vida social, sino una
segunda ola, después del incendio de noviembre, en el lento
ascenso de una onda insurreccional.
1.
Una consigna se oye en Rennes: "No somos pacifistas.
Libramos la guerra al capitalismo". Toda la manifestación la
retoma. Más tarde, paradójicamente, algunos pacifistas
defienden a una hilera de policías a puñetazos. Finalmente,
son expulsados de la manifestación. Una pancarta: "todos
somos alborotadores" 9 , votada por la asamblea de Rennes 2,
se convierte en París en el estribillo de una manifestación sal-
vaje donde locales del PS, de Charlie Hebdo 10 , de bancos y
agencias de trabajo temporal son destruidos por igual.
9. En francés, en el original, "Nous sommes tous des casseurs". (N. del T.)
10. Charlie Hebdo.— Semanario satírico francés. (N. del T.)
134
LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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,36 Página 135
2.
No existe la cuestión de la "violencia", sólo hay una toma
de partido en una guerra que ya ha comenzado, y la cuestión,
entonces, de los medios adecuados para obtener la victoria.
3.
Durante toda la duración del movimiento hemos asistido
a esta constante operación policial de distinguir entre buenos
manifestantes y malos alborotadores. En el transcurso de las
semanas, en París, "alborotador" ha querido decir en primer
lugar "anarco-autónomo enfrentándose a la policía delante de
la Sorbona", después "incontrolado desafiando a las fuerzas
del orden en la plaza de Nation" y finalmente "joven de los
suburbios, agresor de manifestantes, que desvalija móviles en
la plaza de los Invalides". Al final de su deriva semántica, el
"alborotador" ya no rompe nada, lincha manifestantes. El
término aparece entonces como lo que es: un significante
vacío para uso exclusivo de la policía. La policía tiene este
monopolio: forjar el perfil de la amenaza.
Designando a los elementos más decididos como sujetos
extranjeros al movimiento, escinde el movimiento de sí
mismo y de su propia potencia, lo vuelve extranjero a su pro-
pia potencialidad ofensiva, a su seriedad. El perfil de la ame-
naza, en nuestros días, es el inmigrante-criminal, el "bárbaro
de los suburbios". Alegando así que todo "extranjero" es un
subversivo en potencia, SE quiere insinuar en primer lugar
que un buen francés no tiene ninguna razón para convertirse
en lo mismo; cuando, en realidad, jamás han sido tantos los
que no se sienten ya en su casa en el fúnebre decorado de la
metrópolis capitalista.
135
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,36 Página 136
4.
Para que nos entendamos, corear "todos somos alborota-
dores" no es afirmarse en tanto que sujeto "alborotador",
sino sólo desbaratar la operación policial en curso. Admitir el
destrozo como práctica política significa manifestar la exis-
tencia cotidiana de bancos, escaparates y tiendas a la moda
como momentos de una guerra silenciosa. Destruir, al mismo
tiempo que una cosa, la evidencia ligada a su existencia.
Romper, en definitiva, con la gestión democrática del conflic-
to, que se acomoda tan bien a las manifestaciones contra esto
o aquello, mientras ninguna toma de posición tenga efectos.
5.
Hablamos de operación policial. Distinguir en esta policía
entre gendarmes, sindicalistas, periodistas, burócratas y polí-
ticos es superfluo, tan patente ha sido su complicidad. Los
tópicos periodísticos han servido a las investigaciones de la
policía, mientras que el servicio de orden de la CGT 11 aporre-
aba a nuestros camaradas y los entregaba a los CRS, jactándo-
se de ello en los periódicos del día siguiente. Todos han cola-
borado en esta operación: darle consistencia a la escisión
entre "alborotadores" y "manifestantes". Y no lo habrán
logrado más que una vez, en París, el 23 de marzo. En todas
partes ha hecho maravillas la indistinción tan temida por el
ministro del Interior —"si hubiese una conexión entre los
estudiantes y las periferias, todo sería posible, incluida una
explosión generalizada y un espantoso fin de legislatura".
11. CGT.— Confederación general de trabajadores, principal sindicato francés
vinculado al PCF. (N. del T.)
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,36 Página 137
Estrasburgo, Nantes, Grenoble, Toulouse, Rennes, Lille,
Drancy, Caen, Rouen, jamás en la historia reciente de Francia,
los centros de las ciudades vivieron noches de disturbios con
tanta regularidad.
6.
El 21 de marzo, una manifestación de estudiantes de
secundaria acaba en los jardines de Luxemburgo. En la cabe-
cera un grupo de 200 chicos de los suburbios y, a lo largo de
todo el recorrido, un servicio de orden que se convierte en
cordón sanitario cada vez que se aproxima una banda.
Finalmente, los burócratas deciden modificar el rumbo de la
manifestación antes del final, dejando al grupo de cabecera
entre los CRS y los servicios civiles. Dos días más tarde, los
Invalides. Una manifestación más blindada que nunca es
tomada como blanco de pillaje y linchamiento por aquellos
que habían sido tan amablemente apartados del resto. ¡No
hay quien lo entienda!
7.
Dos modos de moverse en la calle convertida en espacio
hostil, propiedad de policías, automóviles y cámaras: la mani-
festación y la banda. La manifestación: uno llega individual-
mente, se junta por algunas horas con sus "camaradas", grita
algunas consignas que ya no se llega a creer y, en los días de
entusiasmo, canta canciones como La Internacional, que aún
estremecerían si todavía significasen algo. Una banda sonora
viene a cubrir favorablemente el mutismo de la asamblea y el
vacío de las relaciones. Manu Chao, Zebda, La Brigada, etc.
Luego cada uno vuelve individualmente a su casa donde tiene
toda la libertad para pensar lo que quiera. Paseo digerible para
137
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^
,36 Página 138
rebaño sindicado, desfile de soledades protegidas por un ser-
vicio de orden. La banda: se desembarca juntos provistos de
material. Se tiene una cierta idea de lo que se ha venido a hacer.
Pegarse con la policía, quemar París, liberar la Sorbona,
desvalijar tiendas, teléfonos móviles, alarmar a periodistas, a
manifestantes.
Uno se mueve de a cincuenta como un solo hombre. Si
uno corre, todos corren. Si uno pega, todos pegan. Si a uno
le pegan, todos lo defienden. Reflejos de horda. Jerga
común. Disposición a la estupidez, al seguidismo, al lincha-
miento. Movilidad extrema. Hostilidad frente a lo descono-
cido, a lo inmóvil. Muchas veces, en los últimos años, esas
dos maneras de moverse han chocado en París.
Particularmente el 8 de marzo del 2005 12 y después en los
Invalides. Cada vez, la confrontación ha virado a favor de las
bandas. Cada vez, el individuo separado de la manifestación,
con su libertad de expresión, su derecho a ser él mismo, a
tener su móvil, su cuenta bancaria y sus rastas, ha salido
magullado, traumatizado. Traumatizado por chicos de quin-
ce años. Traumatizado por una cruel alternativa: organizarse
a su vez en banda o acabar pisoteado. A menos que tome
partido por esta verdad: el individuo liberal tiene a la policía por
condición. Esta es la evidencia que SE ha querido negar des-
12. Se refiere a la manifestación más grande contra la Ley Fillon sobre la edu-
cación en Francia, que provocó un importante movimiento de protesta de
estudiantes de secundaria entre diciembre del 2004 y abril del 2005. El 8 de
marzo los manifestantes fueron agredidos por bandas de jóvenes de la perife-
ria que, introduciéndose en la manifestación, los golpearon y robaron ropa de
marca, dinero, móviles, etc. Parte de los manifestantes y de los sindicatos estu-
diantiles se quejaron de la indiferencia policial ante estos ataques. (N. del T.)
138
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,36 Página 139
pues de cada una de estas confrontaciones, mediante un bru-
tal ataque de mala fe.
La comunidad no se experimenta jamás como idenúdad,
sino como práctica, como práctica común. La identidad vuelve
al galope cada vez que la práctica se retira. Allí donde se ocu-
paba, allí donde se rompía, allí donde se hacían pintadas, allí
donde se volcaban automóviles, nunca fue cuestión de ads-
cripción sociológica, de estudiante de instituto de la periferia
o pequeño burgués.
9.
El CPE 13 fue de entrada un pretexto. Pretexto de movili-
zación para las organizaciones sindicales, pretexto de bloqueo
para los estudiantes, pretexto de rebelión para muchos.
Luego, frente al desprecio 14 gubernamental, el CPE se convir-
tió en una cuestión de honor. De manera que su retirada no
fue vivida en ninguna parte como una victoria, sino como la
simple retirada de una ofensa. El afecto dominante del movi-
miento fue el sentimiento de que se burlaban de nosotros en
nuestra cara, un sentimiento de estafa. Afectación reactiva,
moderada pero potente. Y es en virtud de esta moderación
que el movimiento ha llegado a las prácticas radicales, a prác-
ticas a la altura de la guerra en curso: el ataque a la policía y el
bloqueo de la economía. Por ahí se ha encontrado con los
13. CPE.— Contrato de primer empleo. (N. del T.)
14. En francés, en el original, "Hogra". Desprecio, en dialecto argelino, tér-
mino utilizado en Argelia a partir del 2001 para designar la actitud de las auto-
ridades frente al pueblo. (N. del T.)
139
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,36 Página 140
piqueteros argentinos, los insurgentes de Argelia y los suble-
vados de noviembre.
10.
El contenido de una lucha reside en las prácticas que
adopta, no en las finalidades que proclama. Hablamos aquí de
"pretexto" porque cuando cargamos contra los CRS al grito
de "retirada del CPE", podríamos haber empleado cualquier
otro grito de guerra para infundirnos coraje; por lo demás no
éramos los únicos gritando "el CPE nos importa una mierda,
lo que no queremos es trabajar" 1 '' mientras invadíamos las
vías férreas. El contenido efectivo del movimiento fue, pues,
el bloqueo total de la economía y el ataque a las fuerzas del
orden, la interrupción de la circulación de mercancías y la
liberación del territorio de la ocupación policial. Entrar en el
proceso insurreccional pasa por querer los medios que nos
dábamos en tanto que tales. Algo para lo que la forma "movi-
miento" no conviene. Y a lo que una cierta inconsistencia
estudiantil no predispone mucho. Que supone, sobretodo, la
áspera determinación a organizarse materialmente.
11.
La lucha contra el CPE fue una lucha contra "la precarie-
dad". Es lo que dicen los sindicatos. "La precariedad", térmi-
no confuso y oportunista, les evoca no se sabe bien qué
desastre bíblico que golpea al asalariado, revelando de mane-
ra indirecta, su propio apego al antiguo orden del trabajo.
15. En francés, en el original, "CPE on s'enfout, on veut pas bosser du touf. (N.
del T.)
140
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Es lo que dicen los periódicos, que no entienden nada. Y
es lo que dicen los recuperadores negristas, que ven ahí un
nuevo paso hacia la ineluctable "renta básica", síntesis cómi-
ca del socialismo y de la cibernética. Ciertamente, las consig-
nas del movimiento no añadieron claridad al debate. Al débil
reflejo que consistió en deducir del "CPE, no, no, no" un
"CDI, sí, sí, sí" 16 , es decir defender el statu quo de la explota-
ción frente a su agravamiento, el reflejo radical fue decir "ni
CPE, ni CDI". Anteponiendo al simple "rechazo a la preca-
riedad", el "rechazo al trabajo asalariado". Y vimos colgada
en el College de France ocupado, una pancarta que decía
"CPE, CDI, siempre el mismo STO" 17 . En realidad, lo que se
juega en el engañoso término de "precariedad" no es una sim-
ple degradación del trabajo asalariado clásico, sino la redefini-
ción misma de lo que se entiende por el trabajo. Si durante
mucho tiempo, trabajar quería decir "hacer lo que se os dice
que hagáis", de ahora en adelante trabajar significa "ser quien
se os dice que seáis". Cualquier trabajador en prácticas es
consciente de las sonrisas que debe fingir, la jerga empresarial
que es necesario tragar, la entusiasta sumisión que debe mani-
festar, es decir la máscara que hay que asumir para hacerse
aceptar por el mundo de la empresa. Sabe que integrarse a la
sociedad solamente quiere decir integrar la sociedad en uno mismo,
e integrarse a la empresa, integrar la empresa en uno mismo.
Ahora bien, el período de prácticas de dos años que preveía
el CPE es exactamente el tiempo necesario para convertirse en
16. CDI— Contrato de duración indeterminada. (N. del T.)
17. STO.— Servicio de trabajo obligatorio. Reclutamiento forzado que lleva-
ron a cabo los alemanes en Francia, en los albores de 1943. Miles de jóvenes
huyeron y se unieron a los maquis. (N. del T.)
141
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la máscara que uno lleva, para encarnar el personaje esperado a
fuerza de imitación. Si el trabajo asalariado clásico ha sido
finalmente tan poco criticado dentro del movimiento anti-
CPE, es porque esta crítica ya ha sido ampliamente hecha, y
en la práctica, por el capitalismo.
Toda esa gestión participativa, todas esas "tareas enri-
quecedoras", toda esa individualización de los horarios y de
las condiciones de trabajo, toda esa retórica de la motiva-
ción, fueron elementos de una respuesta a la crisis del traba-
jo asalariado clásico ja en los años 70, cuando toda una
generación rechazó masivamente trabajar. Lo que ha sido
rechazado en el CPE no es pues ni el trabajo asalariado ni
su crisis, sino la redefinición del trabajo que resulta de esta cri-
sis, el elemento de sujeción del trabajo contemporáneo, aque-
llo por lo que este nos moviliza subjetivamente, viniendo a
constituirnos un "yo" socialmente calibrado. El despido
arbitrario no hace más que ratificar este nuevo régimen,
donde se os echa por lo que sois y no por lo que hacéis, por
la desviación con respecto a una norma de conducta y no
por la infracción de una cláusula del contrato. El eslogan
"CPE, no, no, no / CDI, sí, sí, sí" expresaba menos el deseo
servil de ser explotado ocho horas por día como todo el
mundo, que el rechazo a dejar que el trabajo nos forme y
penetre nuevas profundidades, nuevas capas del ser. Si el
trabajo ya no es principalmente el intercambio contractual
de una suma de dinero a cambio de una porción de tiempo,
sino esta fábrica maníaca de subjetividades conformes, en
virtud de la cual un maniquí que no hace nada no cesa, jamás
de trabajar, entonces podemos mandar al museo el instru-
mento de la huelga general. Viene el tiempo de la huelga
humana, en el que uno comienza por dejar de ser quien debe
142
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ser, donde uno se vincula más allá de las identidades y los
códigos existentes, donde uno hace saltar todo el universo
de lo previsible. Viene el tiempo en el que son paradójica-
mente aquellos que no trabajan los que inventan las nuevas for-
mas de la huelga.
12.
El bloqueo de las universidades no ha sido solamente un
medio de perturbación, una apropiación. Ha sido una condición
previa, el medio de los bloqueadores para organizarse, para abrir
la puerta a nuevas situaciones. Bloquear la facultad y así poder
bloquear otros lugares. Rápidamente, una vez liberados de los
fastidios académicos, universitarios y estudiantes secundarios
han propagado su deseo de pararlo todo. En lugar de suplicar a
las centrales sindicales una declaraáón de huelga general, han pro-
pagado sobre las vías, las rutas, las oficinas y los centros comer-
ciales la huelga humana. Lo que es verdad para las facultades lo es
también fuera de ellas: en una vía de acceso a la ciudad, cuando
miles de conductores se paran, apagan sus motores, osan por
fin salir de sus vehículos para discutir alrededor de las fogatas;
o en una Planta de Clasificación cuando el bloqueo de camio-
nes permite la emergencia de una palabra común, rápidamente
amordazada por la intervención del GIPN 18 . Toda esta sociedad
hace pensar en el Supermacho de Jarry: un cadáver del que no se
podrá constatar la muerte hasta que no se pare la máquina. Por
eso crece en cada uno de sus engranajes el deseo de que todo se
pare y por eso sus gestores no retrocederán ante nada para que
no deje de girar permanentemente.
18. GIPN.— Grupo de intervención de la policía nacional. (N. del T.)
143
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,36 Página 144
13.
Cuando existían organizaciones y un programa revoluciona-
rio sólo importaba la finalidad. Para la revolución todos los
medios eran buenos. Luego, con la pérdida de toda perspecti-
va revolucionaria, vinieron los movimientos sociales; en los
que uno se agita y se congratula de estar "todos juntos", sin
saber exactamente con qué fin. Y como falta la finalidad, los
medios mismos fluctúan. Ya no se sabe cómo hacer, uno tiene
experiencias. Pegarse un poco con los polis, manifestarse un
poco salvajemente, divertirse durante la ocupación y luego,
cuando todo recae, retomar los estudios, volver al destino indi-
vidualizado habiendo hecho algunos colegas. Los movimientos
ofrecen ese confort de no comprometer demasiado: tienen un
comienzo, un apogeo y un desenlace. Y cuando el poder toca
a fin del recreo, no se tienen muchos escrúpulos para volver a
la fila: uno no se había alejado demasiado de ella. Nosotros
decimos que allí donde experimentamos la alegría, allí está
nuestro destino; que los fines son inmanentes a los medios; que
es necesario vincularnos a las prácticas que nos colman de gozo
como a nosotros mismos. "Y el instante en que he sido yo-
mismo es efectivamente la vida, la vida misma, la vida comple-
ta". Hemos vislumbrado en el bloqueo de la economía y en el
aniquilamiento de la policía el destello de una vida histórica a la
que nada nos hará renunciar, pase lo que pase.
14.
Hannah Arendt apuntaba en 1970, con motivo de las agi-
taciones estudiantiles de la época: "La esterilidad teórica de
este movimiento y la pesada monotonía de sus análisis son tan
lamentables y sorprendentes como gozoso es ver su alegría en
la acción. (. . .) Lo que más puede hacer dudar de este movi-
144
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miento, tanto en América como en Europa occidental, es una
especie de curiosa desesperación que parece serle inseparable,
como si todos los participantes estuviesen de antemano con-
vencidos de que su movimiento será aplastado". Una revista
—1^'Antenne— describía en 1987 el movimiento estudiantil de
1986 contra la Ley Devaquet en estos términos: "Todo pare-
ce darse como si el estado de la sociedad se hubiese vuelto
extremadamente favorable al surgimiento de movimientos
callejeros que son exclusivamente movimientos de "expre-
sión", repentinos, espectaculares, enormes y, sobre todo, sin
mañana". Más que otros, los movimientos estudiantiles pare-
cen cargados de esta nefasta idea de movilización, que contiene
como su reverso depresivo el necesario retorno a la normali-
dad. Movilizándose, es decir, descuidando organizarse en la
lucha sobre la base de nuestras necesidades, que no solamen-
te son necesidad de dormir y de comer, sino necesidad de pen-
sar, amar, construir, estudiar y descansar, de estar solo o hacer
pina, movilizándose, es decir poniendo entre paréntesis todo
esto, poniendo entre paréntesis todo lo que nos ata a la vida,
despreciando asumirlo colectivamente, nos aseguramos de
que vendrá el momento de agotamiento donde cada uno verá
en el fin de la movilización un feliz reencuentro con los hábi-
tos abandonados, con las pasiones cruciales, todo ello bajo el
infecto signo de lo privado. Al contrario, en el cuidado de
organizarse sobre la base de nuestras necesidades se constru-
ye, de crisis en movimiento, el partido de la insurrección.
15.
En un mundo de flujos, el partido de la insurrección no
puede ser otra cosa que el partido del bloqueo, del bloqueo físi-
co de toda circulación mercantil. Pero como al mismo tiempo
145
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ese mundo de flujos es también el mundo de la absoluta sepa-
ración, el partido de la insurrección debe ser también el parti-
do de la comunización, de la puesta en común. Tarde o tem-
prano, deberemos bloquear Rungis 19 , pero no podremos hacer-
lo sin tener al mismo tiempo resuelto a escala local el proble-
ma del abastecimiento, habiendo establecido para ello las soli-
daridades necesarias. Si no se hubiese tratado más que de con-
testar el CPE, la asamblea soberana habría podido pasar por
una forma de organización razonable. Pero si se trata de derri-
bar un mundo en agonía, la forma elemental de organización
es la comuna. La comuna en tanto que nivel donde la organiza-
ción del bloqueo y de la vida compartida se encuentran. Donde
se puede bloquear todo porque no se depende ya de la circula-
ción general, donde no se depende ya de la circulación general
porque se está organizado para bloquear todo. Podría resultar,
en el curso de esta reapropiación del territorio, que la metrópo-
lis contemporánea, enteramente estructurada por los flujos, no
sea compatible con ninguna forma de auto-organización y que
deba ser pues destruida por completo. La experiencia del pro-
ceso insurreccional argentino del 2001, limitado por la extrema
dependencia de Buenos Aires, principalmente en lo que al
abastecimiento de alimentos toca, da testimonio de ello.
16.
Por toda Francia, en la estela del movimiento, se han for-
mado bandas, se han ocupado casas, se han constituido
19. Rungis.— Ciudad de la periferia de París donde está el mercado de alimen-
tación, que vende a todos los comerciantes. Rungis alimenta todo Paris. (N.
del T.)
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núcleos. No ha sido obra de antiguos militantes, sino de aque-
llos para quienes la lucha no ha sido medio para un fin, la reti-
rada del CPE, sino medio puro, forma deseable de la vida. De
aquellos que han experimentado la única comunidad quizá
accesible en la metrópolis: aquella que funda la lucha para su
destrucción. De año en año, de movimiento de estudiantes de
secundaria en olas de incendios nocturnos, vemos implosio-
nar lo que queda de esta sociedad y, en el mismo movimien-
to, agregarse un substrato cada vez más vasto, cada vez más
denso de desertores. La cuestión es: ¿cómo convertir la
deserción en conspiración? ¿Cómo hacer de las bandas una
fuerza? ¿Qué tipo de fuerza puede operar el pasaje de
una situación de crisis, de movimiento, a una situación insu-
rreccional? Aquellos que dudaban de nuestra capacidad para
intervenir de una manera históricamente decisiva harían bien
en recordar cómo en la ciudades más inquietas -Rennes,
Rouen, Caen, Grenoble, Nantes, Estrasburgo- un numero
ínfimo de subversivos organizados ha bastado para cambiar
completamente la textura local del movimiento.
17.
El súbito desvanecimiento del movimiento se explica
fácilmente. Rechazando identificar a los sindicatos, los media,
la administración, los anti-bloqueadores como enemigos, y
rechazando tratarlos como tales, el movimiento los ha dejado
convertirse en una componente de sí mismo. Ha hecho asam-
bleas generales con ellos y, aunque a veces los ha abucheado,
no ha luchado nunca contra ellos, representándose ella misma
como el consenso de la sociedad civil contra el gobierno. Fue
una cuestión de democracia. Cuando todo ese bonito mundo
declaró con una sola voz la victoria y el entierro del movi-
147
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,36 Página 148
miento, en torno a nosotros se hizo el vacío: no éramos más
que un puñado de irreductibles al descubierto.
18.
Al desvanecimiento del movimiento, tras el anuncio de la
retirada del CPE, han respondido dos reflejos característicos:
el reflejo militante y el reflejo activista. De un lado los ente-
rradores del movimiento llamaron a re-movilizarse, sin creér-
selo, intentando, a través de un "colectivo de convergencia de
luchas" cualquiera, o de la "lucha contra la represión", reclu-
tar un poco de carne fresca politizada. Es el mismo reflejo
que ahora preside a los diversos grupos de depresivos de obe-
diencia trotskista, anarquista o autónoma que intentan darle
un porvenir a un movimiento que cuando estaba vivo pasaba
de ellos. Del otro lado se ve patalear a todo un conjunto de
grupos de acción que sueñan con reproducir lo que han visto
en otros lugares y que ya sería necesario superar: tardarán
todavía algunas semanas o meses en agotar, a fuerza de
voluntarismo, lo que conservan del espíritu del movimiento.
Unos parlotean, pero los otros trabajan.
19.
El movimiento no ha dejado de tropezar con dos cuestio-
nes que finalmente le dieron el golpe de gracia: la democracia
y la asamblea general. Aunque no fueron necesarias más que
algunas decenas de enervados al inicio del movimiento para
bloquear un anfiteatro, un edificio, una facultad, 500, 1.000,
2.000 personas debieron borrarse ante la "soberanía" de la
asamblea general en el momento de las votaciones por el des-
bloqueo. Será aquí, frente al absurdo del juego democrático,
donde se pondrá de manifiesto muy a menudo la naturaleza
148
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,36 Página 149
del enfrentamiento encubierto por la cuestión del bloqueo.
Entre bloqueadores y anti-bloqueadores, después del voto, se
llegará finalmente a las manos.
20.
La asamblea, como práctica, nos remonta a épocas donde
la vida, y por tanto la palabra, estaban cargadas de comuni-
dad. Comunidad obrera o campesina, guerrera o popular,
guayaqui o hasídica. Siempre ha habido en las asambleas una
teatralidad, un gregarismo, un panoptismo, juegos de influen-
cias, de control, de hegemonía. Ahora no hay más que eso.
Por eso son evitadas. De ahí que, allí donde no ha podido sur-
gir una comunidad de lucha suficientemente amplia, las asam-
bleas generales se mantuviesen sin relación con lo que pasa-
ba en la calle. Inadecuada al pensamiento libre tanto como a
la organización de la acción, ignorante de la amistad, la asam-
blea es una forma vacía, un simulacro bueno para todo y para
nada. Frente a esta evidencia, en el transcurso del movimien-
to, algunos camaradas han llamado a desertar de las asambleas
para formar bandas. Han opuesto asamblea a comunidad. Es
un error. No se hace un llamado a la comunidad; ella sobre-
viene, tal y como se forma una banda, sin decisión previa. Si
la palabra se vuelve vacía en las asambleas generales, no es a
causa de los turnos de palabra, de las tribunas, de los burócra-
tas, sino a causa de lo que vuelve los turnos de palabra, las
tribunas y los burócratas posibles: la ausencia de toda comu-
nidad entre los seres.
21.
Dijimos que volveríamos. Hemos vuelto. En la Sorbona
brevemente reocupada, una banderola flameaba al viento. En
149
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,3 6 Página 150
ella podía leerse, en esa noche de tormenta: "Los movimien-
tos están hechos para perecer. ¡Viva la insurrección!".
22.
Viernes 31 de marzo. Alocución senil de Chirac.
Reagrupamientos espontáneos en varios puntos de París. Se
buscan, se encuentran, convergen sobre el Elíseo, retroceden,
tuercen su camino para evitar la gendarmería móvil. 3.000
personas desde las 8 de la noche hasta las 4 de la madrugada.
Un vagabundeo salvaje de 25 kilómetros. Una muchedum-
bre de todas las edades, de todas las tendencias, idealmente
desarmada, desamparada por su propia potencia sin empleo.
Que pasa el puente de la Concorde, llega a la Asamblea nacio-
nal antes que la policía y por un pelo no la ocupa. Que vuel-
ve a ¿laquear ante las puertas del Senado. Que pasa delante
del Palacio de Justicia. Que remonta hacia Barbes y arrasa con
todo lo que el bulevar Sebastopol y el de Magenta -el famo-
so "espacio civilizado" de Magenta- contiene de bancos, de
agencias de trabajo temporal, de cervecerías cool, al grito
imperioso de "¡París, en pie, despiértate!". Y que luego de
saludar a las prostitutas de Pigalle, sube hacia el Sacré-Coeur-
"¡Viva la Comuna!", se escucha en las bocas antes de leerlo,
pintado sobre el innoble edificio-, fracasando ahí también el
intento de incendiarlo. Fuego de alegría, pues, frente al Sacré-
Coeur. Un último McDonalds vuela en pedazos. Y en el
camino a la sede de Pierre Lellouche 20 que pronto quedará
20. Pierre Lellouche— Político francés. Diputado de la UMP (Unión por un
Movimiento Popular), partido de derecha al que también pertenece Nicolás
Sarkozy. (N.delT.)
150
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,36 Página 151
hecha trizas, aquella dama de unos cincuenta años asomada
en camisola a su balcón, ha puesto a todo volumen la canción
Les mauvais jours fmiront 2 \ Son las tres de la madrugada.
Hemos recorrido en esa noche, en una recapitulación melan-
cólica, todo lo que deberemos quemar, para comenzar.
París, junio del 2006
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio
COMÍ'
D'OCCUPATiON
DE LA
SORBONNE
EN D(IL
21 . Los malos días terminarán. Nombre popular de una canción de J. B. Clément
y Pierre Dupont originalmente titulada La semana sangrienta, escrita en home-
naje a las decenas de miles de partidarios de la Comuna asesinados por las tro-
pas de Adolphe Thiers durante "la Semana sangrienta" entre el 22 y el 29 de
mayo de 1871. (N.delT.)
151
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,3 6 Página 152
O
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,3 6 Página 153
A UN AMIGO*
"A juzgar por la actual disposición de los espíritus, el
comunismo no está llamando precisamente a la puerta.
Pero nada hay tan engañoso como la situación, porque
nada es tan móvil" 1 .
Nos afligen aún muchas supersticiones. Tenemos nuestras
alucinaciones colectivas de las que sólo los locos dudan, y
nuestras apariciones, distintas a las de antaño únicamente por
ser más seculares. Nos cruzamos con nuestros semejantes y
vemos realmente en ellos apersonas, agente. Amamos a alguien
y hablamos del "Otro". Un siglo nos separa de una vida y la
juzgamos lejana. La diversidad de hábitos, algunas variaciones
en el vocabulario, bastan para convencernos de la existencia
de una distancia infranqueable. Pero lo que compre(he)ndemos es
sólo una parte de nosotros mismos, lo que percibimos no puede
ser tan distinto. Blanqui no es un personaje histórico, no os
engañéis. No retorna como un fantasma del siglo xix salvo si
consideramos que un siglo puede atravesar las épocas.
* Prefacio a una antología de escritos de Auguste Louis Blanqui, escogidos y
presentados por Dominique Le Nuz, Maintenant, ilfaut des armes (La Fabrique,
2007).
1. Las citas sin más referencia son frases de Blanqui.
153
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,3 6 Página 154
Blanqui es de ayer, de mañana, de ahora. Sin duda Blanqui ha
existido, los hechos lo atestiguan, pero los hechos demues-
tran también que ha existido en primer lugar como personaje con-
ceptual: como el Zaratustra de Nietzsche, el Gilíes de Rai de
Bataille o el Heliogábalo de Artaud. De ahí su eternidad.
Gustave Lefrancais apunta en sus Memorias: "Para los 400.000
votantes del Sena, Blanqui no es más que una expresión revo-
lucionaria". El nombre Blanqui no se refiere a una persona,
sino a una posibilidad existencia^ a un modo de estar- ahí, a una
potencia de afirmación. Si Blanqui ha sido apodado con jus-
ticia "el Encerrado" es por la obstinación con la que SE quiso
contener esa potencia dentro de la figura histórica de Blanqui,
tanto como por los tres decenios que pasó entre rejas. La pri-
sión, la gloria o la calumnia son medios que oportunamente
impone la necesidad de aislar aquellas existencias demasiado
ardientes.
El deseo universal de ser alguien, de ser reconocido, funda la
comedia atroz de nuestra época y le da esa apariencia de
improvisación libre entre enajenados, de teatro al aire libre
para patologías narcisistas de lo más variadas. Apartemos la
mirada de ese mal espectáculo. Imaginemos un ser que no
pudo cerrar los ojos ante el horror del presente -esa trama de
tedio, de injusticia, de estupidez, de extrañamiento y de cinis-
mo, del que la policía garantiza sólo su desastrosa coheren-
cia-, un ser al que una especie de imperfección, sin duda, pero
quizás también un cierto espíritu de desafío, hubiese vuelto
incapaz de estar en paz con ese estado de cosas, un ser que,
por lo demás, hubiese encontrado, aún joven, en el levanta-
154
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,3 6 Página 155
miento, el fuego y la conspiración lo contrario de lo que veía
a su alrededor, esto es: la inteligencia, el coraje, la aventura, la
amistad y la verdad. Ese ser -y no hay duda de que como él
son muchos los que en este mismo instante viven y se bus-
can— sería Blanqui, en la medida en que Blanqui fue Blanqui.
Cada segundo de su vida, cada latido de su corazón, estaría
impulsado por esta única cuestión: ¿cómo hacer? ¿Cómo
constituir una fuerza revolucionaria? ¿Cómo vencer? Las
figuras históricas sólo están ahí para ocultar las potencias que
las impulsan. Nada es más simple, más límpido, más común
que Blanqui. Y esa es la razón por la que fue necesario cubrir
esa amenazante limpidez con tantas calumnias, tantos rumo-
res, tanta agua sucia. No existe el misterio Blanqui a pesar de
todas sus intrigas nocturnas, sus maniobras secretas, sus con-
ciliábulos. Sólo existe la evidencia insondable de la existencia
revolucionaria. ¿Pero qué diablo le lleva? ¿Cómo puede per-
sistir todavía, todavía querer, empeñarse aún y siempre en
pensar la situación, después de tantas traiciones, tantas pérdi-
das, tras tantos desengaños? ¿Y adonde conduce todo eso?
No os inquietéis, almas espectadoras, un día se hundirá y
podréis respirar aliviadas. O bien triunfará y vosotras sucum-
biréis. Mientras tanto, él será vuestra obsesión, esa posibilidad
vuestra que incesantemente trataréis de conjurar hasta el ago-
tamiento.
"El jo me ha dejado siempre indiferente". Eso es todo lo
que Blanqui opone a la histeria de malevolencias, al concier-
to de envidias que desata la sola mención de su nombre. Y
eso redobla el alboroto. Puesto que quien no se digna respon-
155
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,3 6 Página 156
der a sus acusadores, quien deja correr el rumor, debe espe-
rar verlo crecer, para secarse poco después en finos riachue-
los de hiél. Aviso a los círculos militantes: "Si por eso enten-
déis los odios personales, las envidias, las rivalidades por
ambición, yo me uno a vosotros al condenarlos puesto que
son uno de los azotes de nuestra causa; pero tened en cuenta
que esa no es una plaga exclusiva del partido, nuestros adver-
sarios de todos los colores los padecen tanto como nosotros.
Y si estos estallan más ruidosamente en nuestras filas es debi-
do al carácter más expansivo y de costumbres más abiertas
del mundo democrático. Esas luchas individuales, por lo
demás, se deben a la imperfección humana; hay que resignar-
se a ello y aceptar a los hombres como son. Enfurecerse por
un defecto natural es pueril cuando no un disparate. Los espí-
ritus firmes saben navegar a través de esos obstáculos que
nadie puede suprimir y que, sin embargo, cualquiera puede
evitar o franquear. Sepamos pues plegarnos a la necesidad
aún lamentando su mal y no dejemos que ralentice nuestra
marcha. Lo repito, el hombre verdaderamente político no se
preocupa por esos obstáculos y sigue recto, sin inquietarse
por las piedras que entorpecen el camino". Esto se encuentra
en la carta a Maillard. Leed la carta a Maillard.
Dionys Mascólo ha escrito a propósito de Saint-Just una
frase que vale también para Blanqui: "La 'inhumanidad' de
Saint-Just consiste en que no ha tenido múltiples vidas como
los otros hombres, sino una sola". La costumbre entre los
humanos es dejar pasar la vida. La mano sobre la espalda que
dice: "Venga, no te preocupes, todo irá bien" es el portador
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más habitual de esa epidemia. Inhumano es pues quien se ata
a la intensidad más alta que haya encontrado como a una ver-
dad. Aquel que no contrapone al impacto de la experiencia, a
lo que esta expresa, las reticencias de la mala fe, del escepti-
cismo o de la comodidad, se convierte a su vez en fuerza que
avanza. Un poco de disciplina y esa fuerza, la fuerza que lo ata
a esa intensidad, organizará en su beneficio el torbellino de
atracciones que nos componen y les imprimirá una misma
dirección. Lo que los espectadores llaman torpemente
"voluntad" se siente en primer lugar como un abandono sin
reserva. Para Blanqui, esa intensidad es la insurrección. Es ella
la que, a partir de los días de julio, polariza su existencia.
"Libertad, igualdad, fraternidad" es un ornamento de mal
gusto para pórticos escolares, pero para algunos es la expre-
sión más condensada de la experiencia del levantamiento.
"Libertad, igualdad, fraternidad" en los combates callejeros,
ante la muerte. Aún es demasiado pronto para saber cuántos
Blanqui nacieron al mundo los días 20 y 21 de julio del 2001
en Genova; tantos que muchos ya han muerto por no encon-
trar en parte alguna, en el desierto de lo real, la senda que los
devolvería allí. "¡Las armas y la organización, he aquí el ele-
mento decisivo del progreso, el modo más sensato de termi-
nar con la miseria! Quien tiene hierro, tiene pan. Si uno se
humilla ante las bayonetas será barrido junto a la multitud
desarmada. Francia colérica de trabajadores en armas, es el
advenimiento del socialismo".
Se equivocarían los que despertasen, a propósito de
Blanqui, el espectro del "Superhombre". Sus enemigos se
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encargan de ello holgadamente. "Espíritu sombrío, altanero,
feroz, atrabiliario, sarcástico, de inmensa ambición, frío,
inexorable, que despedaza a los hombres para empedrar su
camino. Corazón de mármol, cabeza de hierro". "La cabeza y
el corazón del partido proletario en Francia" (un periodista).
"El más cínico de los demoníacos conjurados para la perdi-
ción de la sociedad moderna" (un reaccionario). Maniobras
cómodas para asegurar el aislamiento de un hombre fuera de
la cárcel. El Superhombre es un entretenimiento, así como el
Hombre es una quimera. Basta con distinguir entre la existen-
cia mediocre, que es fluctuación, navegación oportunista
entre los posibles, y la existencia decidida que se ató una vez
a una verdad y camina y opera desde entonces a partir de ahí.
No por casualidad la palabra destino procede del verbo destina-
re que significa "atar". Quien se ata de ese modo se vuelve
cada vez menos una persona y cada vez más una presencia.
Cada vez menos "humano", pero cada vez más común, cada
vez más simple. SE considera justificadamente como "irreduc-
tible" al sujeto de un tal vínculo puesto que, en efecto, ya no
es reducible a sí-mismo; por nuestro lado, nos place llamar los
reductibles a la multitud de aquellos que, tomándose por perso-
nas, se traicionan todo el tiempo.
La víspera de la proclamación de la Comuna, Thiers manda
detener a Blanqui. Lo tendrá incomunicado y rechazará inter-
cambiarlo aún por sesenta y cuatro rehenes, incluido el arzobis-
po de París. Flotte reseña estas palabras de Thiers: "Entregar a
Blanqui a la insurrección es enviarle una fuerza igual a un cuer-
po de ejército". Blanqui fue temido, incluso en su propio par-
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tido, no como cabecilla sino como potencia. Supo demostrar
ciertas capacidades del lado de la acción tanto como del pensa-
miento, y mantenerlas unidas. Es de ahí y no de otro lugar que
nacen los odios implacables y las fidelidades inquebrantables
que suscita. "Los tribunos de aspecto salvaje, rostro de león y
cuello de toro, se dirigen a la bestialidad heroica y bárbara de
las multitudes. Blanqui, frío matemático de la revuelta y de las
represalias, parece tener entre sus delgados dedos el balance de
los padecimientos y los derechos del pueblo". (Valles,
L'insurgé). Blanqui se dirige a la rectitud y a la determinación, se
dirige a sus iguales. Al contrario de los cabecillas, no halaga ni
regaña, y prefiere mantener las distancias que arriesgarse a
seducir. Desmiente con su sola existencia toda la propaganda
de la burguesía que, antes de convertir a los proletarios parisi-
nos sublevados en montones de cadáveres altos como barrica-
das, empezó describiéndolos como masa informe, plebe desce-
rebrada de ladrones, de borrachos, de supervivientes de presi-
dio, diablos sin cabeza, criaturas ininteligibles, monstruosas y
ajenas a toda humanidad. Y sin embargo no es así, hay una lógi-
ca de la revuelta. Hay una ciencia de la insurrección. Hay una
inteligencia del motín, un pensamiento del levantamiento. Se
precisa todo el odio de clase de un Tocqueville para ignorarlo:
"Fue entonces cuando vi aparecer en la tribuna un hombre al
que sólo vería esa vez, cuyo recuerdo siempre me ha llenado de
asco y de horror. Tenía las mejillas macilentas y ajadas, los
labios blancos, un aire enfermizo, malvado e inmundo, una
palidez sucia, el aspecto de un cuerpo enmohecido, aparente-
mente desnudo bajo una vieja levita negra pegada a unos
miembros menudos y demacrados. Parecía haber vivido en una
alcantarilla de la que acabara de salir; alguien me dijo que se tra-
taba de Blanqui" (Memorias).
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"¡Los románticos han sido aplastados!": estas son las pri-
meras palabras de Blanqui, transpirado y cubierto de pólvora,
al final de las tres jornadas de julio de 1830. Existe ciertamen-
te un sentimiento romántico de la vida, que llega hasta nosotros
e infesta nuestra época todavía más profundamente que el
siglo pasado. Musset lo ha codificado como nadie, en 1836,
en las primeras páginas de luí confesión: "Un sentimiento de
malestar indecible empezó a fermentar en todos los corazo-
nes jóvenes. Condenados a la quietud por los soberanos del
mundo, librados a patanes de toda especie, a la ociosidad y al
aburrimiento, los jóvenes veían retirarse las olas efervescen-
tes contra las cuales habían preparado sus brazos [. ..] A
medida que la vida exterior se apagaba y se volvía más mez-
quina, la vida interior de la sociedad tomaba un aspecto más
sombrío y silencioso; la hipocresía más severa reinaba en las
costumbres [. . .] Fue como una negación de todas las cosas
del cielo y de la tierra que bien podríamos llamar desencanta-
miento o, si se prefiere, desesperanza; como si la humanidad
aletargada hubiese sido dada por muerta por aquellos que le
tomaban el pulso. Así como ese soldado de antaño al que pre-
guntaron "¿en qué crees?" respondió "en mí", la juventud de
Francia ante la misma pregunta sólo supo responder: "En
nada". Todo lo válido que se ha hecho en los dos últimos
siglos en cualquier ámbito se ha hecho contra el sentimiento
romántico de la vida, es decir: tomándolo también en consideración.
Las Poesías de Lautréamont, las Cartas de no amor de Chklovski,
los Diálogos de Deleuze-Parnet y el álbum Untertainment de
Gang of Four describen un frente donde habitan la fría
pasión de Durruti, las mejores intuiciones de Lenin y del
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feminismo italiano, los discursos de Huey P. Newton, la gue-
rrilla urbana y el aire que se respira en la Villa Savoye. Todo
eso apunta a lo que nosotros llamaremos por contraste el sen-
timiento blanquista de la vida. La Eternidad por los astros e
Instrucciones para una toma de las armas son en este volumen sus
expresiones más puras. Partir de lo que está ahí y no de lo que
falta, de aquello de lo que supuestamente carecería lo real.
Desdeñar los obstáculos tanto como las personas. No espe-
rar jamás. Operar con los que están ahí. Aprehenderse uno
mismo, aprehender los seres y las situaciones no como enti-
dades, sino como recorridos de líneas y de planos, surcados
de fatalidades. Comprender lo posible no como un halo que
nimbaría a los seres, sino como el producto de una colisión
entre esas fatalidades. Sin reservas, ni ensoñaciones, recrimi-
naciones o explicaciones. "Uno no se consuela más que en
exceso". Renunciar a la idea de caos, simple trascripción men-
tal de la renuncia: "No ha existido nunca, no existirá jamás la
sombra de un caos en lugar alguno". Una vez inventariado lo
existente, organizarse. No retroceder ante ninguna conse-
cuencia lógica. Los que hablan de revolución sin preocuparse
por la cuestión de las armas y del abastecimiento llevan ya un
cadáver en brazos. Dejar a los metafísicos las cuestiones del
origen y la finalidad; tomar el aquí y ahora por todo comien-
zo, y lo que nosotros podemos prácticamente hacer ahí como
único propósito razonable. Si el estado de cosas es insosteni-
ble no es por esto ... o por aquello . . . , sino porque ahí nada
puedo. No oponer jamás las necesidades del pensamiento y
de la acción. Permanecer firmes en los momentos de reflujo
donde debe reanudarse todo, desde el principio, solo: nunca
se está solo con la verdad. Un modo de ser como este no
encontrará excusa alguna a los ojos de aquellos para los que
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la vida no es más que una hábil colección de justificaciones.
Frente a él, el resentimiento se arma de invectivas, denuncia
la "toma de poder", la "megalomanía", levanta sus cordones
sanitarios de mala fe, de estupidez y de conformismo; dicta-
mina la exclusión del monstruo en trance de separarse del
rebaño humano. "Pero que un hombre sincero, abandonan-
do el espejismo ilusorio de los programas, las neblinas del
reino de la Utopía, salga de la novela para entrar en la reali-
dad, que pronuncie palabras sensatas y prácticas: 'Desarmar a
la burguesía, armar al pueblo, es la primera necesidad, la única
posibilidad de salvación de la revolución'. Y ¡oh! entonces la
indiferencia desaparece y un prolongado aullido de furia
retumba por todos los rincones de Francia. Se grita al sacri-
legio, al parricidio, a la hidrofobia. Se arma escándalo, se
desencadenan todas las cóleras contra ese hombre y se le
arroja a los dioses infernales por haber deletreado modesta-
mente las primeras palabras del sentido común".
* *
Los partidarios de la espera siempre han concebido el
adjetivo "blanquista" como un insulto inapelable. Los anar-
quistas más puros lo entienden como sinónimo de "jacobi-
no", mientras que los estalinistas lo emplean como equivalen-
te de "anarquista". Los imbéciles cultivados de la Engclopédie
des Nuisances, que desde hace veinte años mantienen el lúcido
coraje de apostar una y otra vez por la contrarrevolución, han
hablado de "blanquismo imaginario" en el caso de
Unabomber para así disociarse mejor de sus gestos e introdu-
cir así su traducción burdamente falsificada del Manifiesto.
Para los marxistas, "blanquista" funciona más bien como
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sinónimo de "putschista" y denuncia un aventurerismo de
vanguardia, una impaciencia por organizarse poco cuidadosa
con la teoría cuando las masas no están preparadas todavía.
Toda esta confusión de superficie no tiene ningún interés.
"¡Adelante! ¡Pacientes siempre! ¡Resignados jamás!", tal es el
modo blanquista. La alternativa no está entre la espera y el
activismo, entre participar en los "movimientos sociales" o
formar una vanguardia armada, está entre resignarse u orga-
nizarse. Una fuerza puede crecer de modo subterráneo, según
su propio ritmo, para fundirse con la época en el momento
oportuno. Si el éxito del golpe de Estado de Octubre valió a
los bolcheviques la admiración de una infinidad de seguido-
res y arribistas de todas las nacionalidades, las desafortunadas
tentativas de Blanqui, rodeando su nombre con esa aura mal-
dita, han tenido al menos el mérito de alejar de él esa raza de
sabandijas. En su texto Sobre la lucha armada en Europa occiden-
tal, la Fracción del Ejército Rojo cita un pasaje del famoso
artículo de Lenin sobre la guerra de partisanos: "En una
época de guerra civil, el ideal del partido es un partido que com-
bate militarmente. [. . .] En nombre de los principios del marxis-
mo, exigimos categóricamente que no se soslayen las condi-
ciones de la guerra civil mediante clichés y frases manidas
sobre el anarquismo, el blanquismo o el terrorismo, y que
nadie venga a agitar ante nosotros el espantajo de ciertos pro-
cedimientos absurdos aplicados por tal o cual organización en
la guerra de partisanos".
Quien se funde en un destino se encuentra en un mismo
plano con aquellos que lo comparten. La experiencia de la
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amistad es el más dulce efecto de una disciplina así.
"Considero una conquista haber hecho alianza y amistad con
algunos corazones abnegados capaces de grandes afecciones
y grandes sacrificios, esa es una fuerza que no tiene todo el
mundo". Así como el amor despunta en la cloaca romántica,
la amistad forma parte de las alegrías blanquistas. Es esa rara
forma de afección donde el horizonte del mundo no se pierde. "La
amistad", dice Hannah Arendt, "no es íntimamente personal,
porque plantea exigencias políticas y permanece referida al
mundo". Ahí, los seres se pertenecen los unos a los otros en
el elemento libre, es decir: que se pertenecen en la medida en
que cada uno pertenece siempre-ya a un destino. Si en su
Lelius, Cicerón debe advertir contra los peligros de secesión
que la amistad encierra para la Ciudad, es porque un mundo
inicuo, una sociedad detestable, no se olvidan en la amistad
tanto como en los sofocantes arrebatos del amor. Y no sólo
eso: esta tiene, además, muchas posibilidades de volverse con-
tra un mundo así, contra una tal sociedad. Para decirlo brusca-
mente: toda amistad se encuentra hoy, de algún modo, en guerra con el
imperial, o no es más que un engaño.
Lacambre, Tridon, Eudes, Granger, Flotte, la mayoría de
las conspiraciones de Blanqui no son en sus inicios más que
amistades que no reprimen su pulsión política. Dicho al
revés: toda amistad encierra un núcleo conspirativo. En 1833,
Vidocq deplora la existencia en París de más de un centenar
de sociedades secretas. Toda la historia del movimiento revo-
lucionario en Francia, entre 1830 y 1870, lleva la marca de
esas sociedades: clubes más o menos permitidos, que se
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transforman en oficinas de propaganda clandestina o en
conspiraciones cuando se instala la represión, para reconver-
tirse en clubes cuando el régimen vacila. En 1848, se cuentan
en París más de seiscientos de ellos, entre los cuales se halla,
por citar sólo uno, el club del Levantamiento Revolucionario
del 69 de la calle Mouffetard, presidido por Palanchon, anti-
guo aliado de Blanqui. La historia oficial del movimiento
obrero pretende que la tradición conspirativa, con sus jura-
mentos, sus rituales de admisión y su secreto decorum, haya
sucumbido al desarrollo del movimiento obrero del que, sin
embargo, fue su crisol. Los miembros de la Liga de los Justos,
ancestro de la Liga de los Comunistas, ¿no participaron en la
insurrección abortada de 1839 lanzada por la Sociedad de las
Estaciones? ¿No es Buonarroti quien ha legado al mundo
moderno el precioso mensaje de Babeuf? Ciertamente uno no
es admitido hoy en la Liga supuestamente Comunista supues-
tamente Revolucionaria como lo era a la Asociación de los
Trabajadores Igualitarios en 1839: "Escucha, con confianza y
sin temor: estás entre republicanos comunistas y consecuen-
temente empiezas a vivir en la era de la igualdad. Ellos serán
tus hermanos si eres fiel a tu juramento, pero estarás irreme-
diablemente perdido si lo traicionas. Ellos lo han jurado
como tú acabas de hacerlo. Escucha ahora con la máxima
atención: la comunidad es la verdadera república: trabajo
común, educación, propiedades, goce común; ¡es el sol, sím-
bolo de la igualdad, es la nueva fe por la que todos hemos
jurado morir! No conocemos ni barreras, ni fronteras, ni
patria; todos los comunistas son nuestros hermanos, los aris-
tócratas nuestros enemigos. Si temes el calabozo, la tortura o
la muerte, si sientes flaquear tu valor, retírate; para entrar en
nuestras filas debes poder afrontar todo eso: una vez présta-
los
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do el juramento tu vida nos pertenece, comprometes tu cabe-
za y la del que te ha traído aquí para el resto de tus días. Ahora
reflexiona y responde". Con el fin de la era de las conspira-
ciones el movimiento obrero habría pasado de su estadio
infantil a su fase adulta; así lo quiere la historiografía marxis-
ta. Las organizaciones públicas de la socialdemocracia habrían
tomado el relevo de la informe política proletaria. De la Liga
de los Comunistas se habría llegado paulatinamente a la
Asociación Internacional de los Trabajadores y a los partidos
socialdemócratas de todos los países, mientras los anarquistas
se hundirían torpemente en el terrorismo y el sindicalismo.
Lo cierto es que la política conspirativa no ha cesado jamás. Que
todos los lazos tradicionales, todas las familiaridades gremia-
les y de barrio, en resumen: de pueblo, sobre los que se apo-
yaba la política proletaria hasta la Comuna, han sido destrui-
dos sin remedio. Y que las organizaciones que han venido a
suplantar a un pueblo ya inexistente no han hecho más que
empujarlo conspirativo hacia "lo informal", desritualizando así
todo lo que tenía que ver con la amistad. En el fondo, el con-
flicto entre Marx y Bakunin a propósito de la Internacional y
de su pretendida infiltración por una oscura Alianza
Internacional de la Democracia Socialista adicta a Bakunin,
gira entorno a este punto: de una parte hay una política fundada
sobre los programas y de la otra una política fundada sobre la amistad.
El prusiano Karl Marx no ha esperado siquiera el triste final
de la Liga de los Comunistas para aborrecer la política de los
amigos. Su recensión del libro de Chenu sobre Los conspirado-
res rezuma, ya en 1850, una hostilidad sin matices: "La vida
entera de esos conspiradores profesionales está marcada por
el signo de la bohemia. Sargentos reclutadores por la conspi-
ración se arrastran de marchante de vino en marchante de
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vino, toman el pulso a los obreros, escogen a su gente, los
atraen hacia la conspiración a fuerza de embaucamientos, car-
gando en la cuenta de la caja de la sociedad o del nuevo amigo
los inevitables tragos que consumen. En suma, el marchante
de vino los tiene por verdaderos padres de los camaradas.
[. . .] De temperamento muy alegre a imagen de los proletarios
parisinos, el conspirador no tarda en convertirse en consuma-
do "juerguista" en este permanente ambiente de taberna. El
tenebroso conspirador, que en las reuniones secretas hace
alarde de rígida virtud espartana, se anima de repente y se
transforma, a costa del resto, en asiduo de cabaret, entendido
¡y de qué modo! en vino y mujeres. Esta jovialidad de taber-
na se ve más realzada todavía por los constantes peligros a los
que el conspirador se enfrenta: en todo momento puede ser
reclamado en las barricadas y perecer en ellas; a cada paso la
policía puede tenderle una trampa que lo mande a prisión o a
galeras. Tales peligros constituyen precisamente el atractivo
del oficio: cuanto mayor es la inseguridad más se apresura el
conspirador en gozar de los placeres del momento. El hábito
del peligro lo vuelve indiferente en grado sumo a la vida tanto
como a la libertad. Se encuentra como en casa en prisión
tanto como en el cabaret. Anhela cada día la orden de pasar a
la acción. La temeridad desesperada que se manifiesta en cada
insurrección parisina es precisamente lo que aportan estos
viejos conspiradores de profesión, los hombres del golpe de
mano. Son ellos los que levantan y mandan en las primeras
barricadas, los que organizan la resistencia, dirigen el pillaje
en las armerías, se adueñan de las armas y de las municiones
domésticas y ejecutan, en pleno levantamiento, esos audaces
golpes de mano que tan a menudo arrojan en la confusión al
partido en el poder". Tenemos aquí una fiel descripción del
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tipo de hombre que fue Bakunin a escala del continente.
Bakunin no pudo encontrar, en el transcurso de sus ince-
santes periplos transcontinentales, un ser al que amase sin
endilgarle los estatutos de su última sociedad secreta, espe-
rando su adhesión a esa "especie de estado mayor revolu-
cionario compuesto de individuos sacrificados, inteligentes
y, sobre todo, amigos sinceros, y no ambiciosos ni vanido-
sos, del pueblo, capaces de servir de intermediarios entre la
idea revolucionaria y los instintos populares. El número de
esos individuos no debe ser sin embargo enorme. Para la
organización internacional en toda Europa, cien revolucio-
narios fuerte y honestamente unidos bastan". (Programa y
objetivo de la organización secreta revolucionaria de los hermanos
internacionales) . A decir verdad, la política conspirativa no ha
cesado nunca de duplicar todas las realidades organizativas.
La FAI duplicaba la CNT en España, como la sección mili-
tar al Partido Socialdemócrata de Rusia, al que no rendía
cuenta alguna. Como Lenin fue el único en conocer la últi-
ma expropiación de Kamo, en 1912, en provecho de la
Organización. O la comisión "trabajo ilegal" de Potere
Operaio, que se encargaba de su financiamiento, en rela-
ción con la cual se llegó a mencionar entonces la constitu-
ción de un "partido invisible". El partido, y esto se ha olvi-
dado, no ha dejado de ser nunca legal e ilegal a la vez, visi-
ble e invisible, público y conspirativo. Es uno de los rasgos
característicos del presente que cuando más precisaríamos
de todos los recursos de la política conspirativa, ya nada
sabemos de ella. Es necesario mantener en todo momento
este principio epistemológico: la historia del movimiento revolu-
cionario es, en primer lugar, la historia de los la^os que le otorgan su
consistencia.
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Las especulaciones del resentimiento tienen la habilidad de
invertir las relaciones lógicas. Desde hace más de un siglo,
especialmente después de los Protocolos de los sabios de Sion, cada
acontecimiento encuentra entre los esclavos su explicación en
la conspiración de los poderosos. La pequeña burguesía pla-
netaria enloquece con esta literatura porque conforta su igno-
rancia y su impotencia. El progreso del complotismo ha
acompañado en todas partes el progreso de esta "clase". De
hecho, la revelación según la cual los poderosos conspiran
contra nosotros sirve solamente para ocultar la evidencia con-
traria: la de la potencia que se experimenta en la amistad y,
como consecuencia de ello, en la conspiración. En su prefa-
cio a la Historia de los Trece, Balzac explica como nadie la ambi-
valencia de esa potencia que tanto puede volverse secesión
aristocrática como puede alumbrar una fuerza revolucionaria.
"Existieron, bajo el Imperio y en París, trece hombres igual-
mente afectados por un mismo sentimiento, todos ellos dota-
dos de bastante energía para permanecer fieles al mismo pen-
samiento, de bastante honradez para jamás traicionarse entre
ellos, incluso cuando sus intereses se oponían, lo bastante
profundamente políticos para disimular los lazos sagrados
que los unían, bastante fuertes para estar por encima de la ley,
bastante audaces para no arredrarse ante nada, y lo suficien-
temente afortunados para haber alcanzado casi siempre sus
objetivos; habiendo corrido los mayores peligros y callado sus
fracasos; inaccesibles al miedo y sin haber temblado ante el
príncipe, ante el verdugo, ni ante la inocencia; habiéndose
aceptado todos tal cual eran sin tener en cuenta prejuicio
social alguno [. . .] Ese mundo aparte en el mundo, hostil al
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mundo, que no admite ninguna de las ideas del mundo ni
reconoce ley alguna [. . .] esa unión íntima de individuos supe-
riores, fríos y mordaces, sonriendo y maldiciendo en medio
de una sociedad falsa y mezquina [. ..] Hubo pues en París
trece hermanos que se pertenecieron sin reconocerse en el
mundo [. . .] Ningún cabecilla los dirigió, nadie pudo arrogar-
se ese poder; sólo tuvieron en cuenta la pasión más viva, la
circunstancia más exigente. Fueron trece reyes desconocidos,
reyes verdaderamente, y más que reyes, jueces y verdugos
que, habiéndose hecho alas para poder recorrer la sociedad de
arriba a abajo, despreciaron ser alguien en ella porque, en ella,
todo pudieron."
Todos los textos de Blanqui son textos circunstanciados.
Están cargados de las condiciones en las cuales y contra las
cuales están escritos. No hay, ni siquiera en La eternidad a tra-
vés de los astros, ninguno que no lleve la mención del Fort du
Taureau 2 . De ahí la inexistencia de la obra de Blanqui, en el
sentido de algo que encerraría en sí su aportación más valio-
sa. De ahí también la inexistencia de una doctrina blanquista,
2. Ciudadela situada en Morlaix (Bretaña), donde Blanqui fue encarcelado
después de su detención, la víspera de la proclamación de la Comuna, el 17
de marzo de 1971. En ella escribió l^a eternidad a través de los astros (Ed. Colihue,
2002), su obra considerada menos política. Con la mención al Fuerte del Toro
los autores entienden aludir a los años, más de treinta, que Blanqui pasó entre
rejas en distintos lugares -entre ellos Cháteau d'If-, y a la significación que ello
tuvo, junto a otras circunstancias, en su obra. De ahí lo de árcunstanciados. (N.
del T.)
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en el sentido en el que puede hablarse, por ejemplo, de la
existencia de una metafísica marxista. "Un poco de pasión ¡y
las doctrinas para más tarde!". Lo que hay sin embargo es un
estilo blanquista. "Las revoluciones requieren hombres que
tengan fe en ellas. Dudar de su triunfo es ja traicionarlas. Es por
la lógica y la audacia que se realizan y se salvan. Si estas os fal-
tan vuestros enemigos las tendrán por vosotros; estos no
verán en vuestras debilidades más que una cosa: la medida de
sus fuerzas. Y su coraje se revelará en razón directa de vues-
tra timidez". Todo está aquí. Blanqui es el inventor del "Ni
Dios ni amo", es el hombre que ha escrito "la anarquía regu-
lar es el porvenir de la humanidad" y el autor de un alegato
contra el mutualismo y a favor de la asociación integral titu-
lado "El comunismo, porvenir de la sociedad". ¡A ver dónde
encontráis una ortodoxia ahí! Por supuesto, construir una
fuerza revolucionaria cuando se trata de derrocar una monar-
quía administrativa, cuando sólo hay una élite a derrotar,
puede ser tarea de otra élite. Cuando, sin embargo, los ejérci-
tos de Bismarck marchan sobre París, actuar revolucionaria-
mente puede querer decir: "Construcción de barricadas y de
trincheras; asignación de las iglesias a los usos nacionales,
armar a los curas y, consecuentemente, suprimir el culto; alis-
tamiento forzoso; puesta en común de las subsistencias y
racionamientos; licénciamiento y dispersión de las antiguas
fuerzas policiales; denuncia de los sospechosos y de los bona-
partistas" (Dommanget, Blanqui). En la sociedad actual,
donde el poder circula tanto como los flujos de alimentos, de
información o de medicamentos, donde cualquier ciudadano
hace valer su derecho a vigilar a sus vecinos, es indudable que
una fuerza revolucionaria debe comprender todos los aspectos de
la existencia, debe construirse como fuerza de avituallamien-
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to tanto como fuerza armada, como potencia poética en la
misma medida que médica. Debe apoderarse de territorios.
Debe concentrar toda la información útil sobre la organiza-
ción contraria y provocar deserciones en todos los rangos de
la sociedad. Debe socializarse al mismo tiempo que lo social
se militariza. Y hoy, tanto como ayer, esta fuerza no puede
permitirse esperar. Y se está constituyendo. Si se apoya en
Blanqui es para pensar mejor la guerra en curso.
El tiempo pasa. Es su naturaleza. Siempre que haya tiem-
po habrá aburrimiento, y el tiempo pasará. El pasado, sin
embargo, no pasa. Todo lo que ha pasado realmente, lleva con-
sigo un destello de eternidad, se ha inscrito en algún recodo
de la experiencia común. Se pueden borrar sus huellas, no su
acontecimiento. Se puede convertir en polvo su recuerdo,
cada partícula contiene la mónada entera de lo que se cree
destruido y lo engendrará de nuevo cuando la ocasión sea
propicia. Repitámoslo: el historicismo es un burdel donde
uno se esfuerza en que los clientes no se crucen jamás. El
pasado no es una sucesión de fechas, de hechos, de modos de
vida, no es un ropero, es un arsenal de fuerza, de gestos, una
proliferación de posibilidades existenciales. Su conocimiento
no es necesario, es simplemente vital. Vital para el presente.
Es a partir del presente que se comprende el pasado y no al
revés. Cada época sueña las precedentes. La pérdida de todo
sentido histórico en nuestra época, como en general de todo
sentido, es el corolario lógico de la pérdida de toda experiencia.
La organización sistemática del olvido no se distingue de la
organización sistemática de la pérdida de la experiencia. El
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revisionismo histórico más demencial, que ya consigue apli-
carse incluso a los acontecimientos contemporáneos, halla su
terreno más fértil en la vida suspendida de las metrópolis,
donde jamás se hace la experiencia de nada, de nada que no
sean signos, señales, códigos, y de sus conflictos acolchados.
Donde uno hace experiencias, experiencias privadas, que flotan,
sin contexto, sin discurso, nulas; intensidades implosivas que
no pueden comunicarse más allá de los muros de un aparta-
mento y que cualquier relato vacía más de lo que ofrece para
compartir. Es bajo la forma de su privatización que se expli-
ca, de ahora en adelante y en la mayoría de las ocasiones, la
privación de experiencia.
Diciembre de 2006. La nave nacional hace agua por todas
partes. Pronto sólo sobresaldrá el puesto de vigía. Francia
arde y naufraga. Eso es bueno. Aviva los recuerdos. Las
escuelas en llamas flamean en memoria de las generaciones de
proletarios que aprendieron allí el gusto amargo de los hora-
rios, del trabajo y de la obediencia, el sentimiento de su plena
inferioridad. Los que ya no votan hacen honor a los insurgen-
tes de junio de 1848, esa "revuelta de ángeles rebeldes que,
después, ya no volvieron a levantarse" (Coeurderoy) y fueron
pasados por las bayonetas en nombre del sufragio universal.
Por la radio, los intelectuales de izquierda se preguntan si el
gobierno tendrá el coraje de enviar el ejército a los suburbios,
como sus antepasados aplaudían a los generales que, volvien-
do de Argelia, masacraban a los proletarios de París tal como
se habían acostumbrado a civilizar a los indígenas. Hoy como
ayer, ese canalla se dice republicano y habla de "chusma". Los
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encarcelados de Action Directe hace mucho que cumplieron
sus penas. Régis Schleicher 3 rivalizará pronto con Blanqui en
longevidad penitenciaria. El ejército se entrena más que
nunca para el viejo combate callejero. En Francia, el reloj de
la historia se detuvo en mayo de 1871. La cuestión comunis-
ta es, invisiblemente, la única cuestión que atormenta todas
las relaciones sociales, incluidos los ligues de una noche. El
universo se enerva esperando, varado en un mismo lugar. El
pasado 31 de marzo, una manifestación salvaje de 4.000 cabe-
zas se prolonga durante más de ocho horas -desde la inter-
vención del presidente de la caduca República, anunciando en
el telediario que no va a retirar el CPE, hasta las cuatro de la
madrugada. Quiere acercarse al Palacio del Elíseo y, marchan-
do en oblicuo a la plaza de la Concordia, sitiar la Asamblea
Nacional, lo que no logra por falta de material, de armamen-
to. Lo mismo sucede con el Senado. A medida que la marcha
avanza, la determinación crece. Un compás marcial la impul-
sa: "¡París, en pie, despiértate!". Es una orden. Sobre el bule-
var Sebastopol y luego en el de Magenta, las lunas de bancos
y empresas de trabajo temporal comienzan a caer una tras
otra, metódicamente. Algunas prostitutas de Pigalle saludan
desde la ventana. El gentío sube corriendo la cuesta hacia el
Sacré-Coeur al grito de "¡Viva la Comuna!". La puerta de la
cripta no cede; lástima, habría podido incendiarse. De vuelta
a Montmartre, en el tercer piso de una pequeña calle, una
señora en camisola apoyada en el balcón ha puesto a todo
3. Miembro de Action Directe aún en la cárcel, detenido en marzo de 1984 y
condenado por complicidad en el tiroteo en la calle Trudaine de París que
acabó con la muerte dos agentes de policía. Otros inculpados en el mismo
caso ya han sido liberados después de cumplir, como él, su pena. (N. del T.)
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volumen Les mauvais jours finiront. La sede electoral del infecto
Pierre Lellouche pronto será destrozada. Son las tres de la
madrugada. El pasado no pasa. El incendio de París será el
digno colofón a la obra de destrucción del barón Haussmann.
Algunos agentes del Partido Imaginario
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O
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RESONANCIAS DEL LLAMAMIENTO:
UNA DISCUSIÓN COLECTIVA
Día a día, invisible e imperceptiblemente, mundos sin nombre
pelean por su existencia abriendo grietas en la máquina impe-
rial: amistades, otras sensibilidades y otros sentidos, relaciones
no instrumentales, cooperación, etc. Y a veces de pronto esos
mundos se tensan y producen luchas bien explícitas. Los parti-
cipantes de esta conversación hemos vivido las sacudidas colecti-
vas que han agujereado el "horror del presente " durante los últi-
mos años. Reclamando "Dinero Gratis" junto al movimiento
global. Interrumpiendo la normalidad asesina durante los días
inolvidables del 20, 21 j 22 de mar\o de 2003, al grito de
"que no nos representan" j "¿cuál es tu guerra?". Participando
con la vida al descubierto en las autoconvocatorias inauditas del
13 de mar\o o exclamando con una sonrisa en los labios que
no tendremos casa en la puta vida con la V de Vivienda en
2006. Movimientos colectivos no identificados. Puntos de inten-
sidad en los que se trenzan por un momento lo existencialj lo
político. Acontecimientos borrosos, atípleos, erráticos. Mil prác-
ticas piratas barriendo metrópolis oceánicas que resuenan con el
Llamamiento. Desde las que interrogarlo j dejarse interrogar
por él.
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'Esto es un llamamiento. Es decir que se dirige a los que lo escuchan.
No haremos el esfuerzo de demostrar, de argumentar, de convencer.
Iremos a la evidencia"
Love Is Anthrax. A mí, al margen de lo que se dice dentro,
sobre todo de la estrategia de objetivos que proponen, espe-
cialmente esa que llaman "construcción del Partido", al mar-
gen de eso lo que me llama la atención es que todavía haya
gente y voces dispuestas a gritar la rabia y el asco, eso me ha
interesado. El entusiasmo con el que está escrito el texto. Es
como encontrar el territorio de una nueva épica. Puede haber
alguien que piense que estos planteamientos deberían decirse
de una manera menos épica, que implique menos la cons-
trucción de un guerrero, que a mi juicio es la figura que hay
detrás del autor del texto. Pero a mí es justo lo que me inte-
resa. Ese desafío tan chulo a cualquier forma de resignación.
En el desierto del capital, hay un terror político que estigma-
tiza todo lo que se le opone, cualquier pensamiento vivo. Por
eso sorprende que su voz sea capaz de gritar, de articular aún,
un grito épico. Esa es su gracia. ¿De dónde lo sacan?, piensas,
¿de dónde les sale? ¡Que chulería! ¿Dónde han encontrado en
el estómago una fuerza para poder aún decir esto, gritándolo
así? Afirman que el enemigo no sólo está fuera sino que son
las relaciones que nos sostienen, las que nos hacen ser
alguien, no uno cualquiera. Y luego afirman que la realidad no
es capitalista, y yo pensaba: ¿qué quieren decir con esto? Lo
que creo que quieren decir es que la realidad es agujereable.
Desde el lugar en el que hablan, además, ya te están diciendo:
la hemos agujereado y hay otras realidades que podemos
habitar. Entonces proponen algunas claves de cómo hay que
hacerlo.
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r. El Llamamiento me interesa sobre todo por los
posibles que encierra. Con una forma muy suya, muy pro-
pia, nos habla de la situación actual como de un potencial.
De un potencial, porque el impasse puede ser fin e inicio, y
es en ese sentido que el Llamamiento se arranca del estado de
suspensión, esa es su potencia. Se pone a transcurrir en
medio del desierto. El desierto, y el Bloom que lo habita, se
ha extendido de tal modo, de un modo tan vasto, que la vida
misma -la vida común, la vida social- se ha ausentado.
Todo nos separa, la extensión del desierto como des-
trucción de lazos, de mundos sensibles, la hemos visto suce-
der. Hemos llegado a vivir, a conocer lazos entre la gente
construidos con haceres y saberes que en un transcurso muy
corto de tiempo han desaparecido. Experiencias que hemos
alcanzado a ver a nuestro alrededor, en nuestra infancia y
que ya no están. Yo recuerdo las misteriosas curaciones de
mis abuelas, las plantas aromáticas en el patio, el conoci-
miento que la gente tenía de los oficios... y constato que mi
propia formación aportó a la destrucción de ese mundo. La
realidad de este mundo se ha vuelto insostenible. El impasse
actual se vive como un momento de enorme impoten-
cia. Pero el Llamamiento intenta arrancarnos de esa impo-
tencia, con la que no sabemos relacionarnos. No esperar,
porque los interrogantes propios de la espera se nos vuelven
también sombríos.
5.45. A mí lo que me toca en el texto es que, bajo la forma
de un llamamiento, están planteando la pregunta por la rela-
ción paradójica entre la organización política, fruto de una
decisión colectiva, y esa otra lucha política que tiene que ver
con hacerse otra sensibilidad colectivamente. Entre una y
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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09
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otra, se trata de hacer fuerza material de un mundo sensible:
desarrollar el trabajo de lo común puesto en ese otro lugar
que ya no es el de los movimientos activistas tal y como los
hemos conocido, sino que parte de otra relación con lo real.
Con este desplazamiento, cambian las agendas, los temas, los
lugares y las relaciones políticas... pero, ¿cómo seguir enton-
ces haciendo política? Casi parece pensable, hoy, emprender
colectivamente el camino de la ruptura, de la vida en los már-
genes o los intersticios. Es difícil, pero es pensable. Pero,
¿cómo anudar ruptura e intervención? ¿Vida al margen y
sabotaje? Ellos, con su llamamiento, parecen apuntar al pre-
cario equilibrio que significa mantenerse en ese lugar. Quizá
de ahí la fuerza de su llamamiento. Quizá también de ahí la
sospecha de que su llamamiento es un desafío sin respuestas.
Something 99. Yo al leerlo, sobre todo la primera parte, les
sentía muy cercanos. Pero cuando empiezan a proponer,
cuando ofrecen su estrategia, me choca, me parece que no
queda claro, porque parten como de un afuera, como si fuera
posible un afuera desde el cual poder reconstituirse en una
realidad nueva, en otro mundo. Y eso no lo tengo claro.
Ai Home He's a Tourist. A mí hay varias cosas que me han
interesado, no sé si puedo explicarlas más que como cosas
sueltas. Está la cuestión del apocalipsis, ese tono que tiene
todo el rato el texto. ¿Quién hablaba de apocalispsis en
2003? Poca gente. Pero ahora... Frases tan nihilistas como "no
creemos que en el desierto crezca lo que salva". Pero al mismo
tiempo la idea de ir hasta el centro de la catástrofe para "hacer-
la habitable", "hacer habitable el estado de excepción".
También me ha conmovido, o confundido más bien, el elo-
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gio de la lentitud. Esa idea de que hemos llegado tarde y de
que quizá en el futuro se pueda hacer algo, de que necesita-
mos al menos una generación más para construir un asalto
revolucionario. Tenemos tiempo, esa idea. Contra la urgencia
del activismo. La idea de una política en el filo, desde donde
tomar partido y hacer espacio. Constituir en fuerza esa sensi-
bilidad.
Why Theory? Entre otras cosas me impactó la crítica del
activismo y del activista. Se ve que lo conocieron desde den-
tro. Para los que hemos atravesado la ola antiglobalización es
una crítica muy exacta, aunque quizá sólo podía plantearse
cuando pasó la ola. ¿Qué mundo estábamos construyendo en
esa respuesta urgente del activismo? Una vez desaparecido el
plano de una politización general de la sociedad, una vez
disueltos los colectivos y dispersas las amistades que se tejie-
ron entonces, podemos deprimirnos o bien pensar "¿y a par-
tir de aquí qué? ¿Cómo revinculamos lo existencial y lo polí-
tico en el desierto?". El activismo pone entre paréntesis todo
el rato lo que sostiene realmente la propia vida, lo que te hace
vivir. El activista se construye un pseudo-mundo en el que
llega a olvidar incluso cuál es la misma naturaleza de su
revuelta personal, es incapaz de explicarla con sus propias
palabras.
A Hole In The Wallet. Su crítica a la política como abstracción
de lo material es muy buena. Lo que más me ha gustado del
texto es cuando logran precisamente no hablar como activis-
tas. Por ejemplo, toda la poética en torno a la fabricación de
mundos. La pregunta sobre cómo dar duración y consisten-
cia a una política de amigos. O la crítica de la vida cotidiana.
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Ahí hablan, como si no fueran activistas, del malestar social,
del estar solos, de la obligación de gestionar las relaciones.
Creo que eso es lo más actual. Pero hay momentos donde se
encarnizan en según qué cosas en los que me parece que ellos
mismos se vuelven de alguna forma de esa izquierda que cri-
tican, no sé bien cómo explicarlo. Veo algunos pasajes muy
coyunturales. La crítica a la izquierda, por ejemplo, me pare-
ce muy situada en el movimiento antiglobalización con
respecto al nacimiento del Black Block. Por momentos se
pierde esa voz de enunciación desde la gente y desde la diso-
lución del eje izquierda-derecha, que es el sitio que me pare-
ce interesante.
Glass. Es un libelo que dice al que lo lee "hay cosas que
hacer más allá de leer. Es el llamamiento a una misión, ellos
se han puesto en misión. Un mesianismo sin mesías. Por eso
la crítica al activista es muy buena: vale, está bien ponerse con
los inmigrantes en las iglesias, pero a la vez no estás viviendo
con ellos. Están planteando un puro mesianismo. Cuando
llega el mesías se acaba una ley y aparece otra nueva. Por eso
surge la línea criminal. Porque en la legalidad no se puede
vivir y para franquearla hay que organizarse materialmente. El
desertor que no sale del desierto no deja de comer arena. En
su caso, un referente claro son los orígenes del movimiento
obrero. Es un texto estratégico y de estrategia. Dicen: hay que
destruir la izquierda y creo que eso merece una explicación:
izquierda y derecha conforman una sociedad que es el pozo
de todas las antinomias y las antinomias hay que atravesarlas.
Más que a la guerra civil, se dedican a la ciencia del motín.
Dicen: no quiero reformar, quiero destruir. Y lo bueno es que
quien lo dice no es un personaje o un colectivo. Es una voz.
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Una posición de enunciación, por decirlo con sus palabras.
Una forma de vida que conecta con otras formas de vida que
ya existen.
Woman Town. Una razón de mi cercanía con lo que dicen
es que hablan desde una herida. La herida como algo previo
desde lo que trabajar sobre lo político y no al revés, como
algo que se da antes de lo ideológico, lo discursivo o lo teó-
rico. Es un trabajo sobre lo político muy a ras de piel en el
que me reconozco. Y además en un contexto en que no ha
habido, para muchos de nosotros y tampoco para ellos, un
acontecimiento previo que pueda dar consistencia a eso
desde la memoria, desde la experiencia. Esa herida, como la
guerra en curso que describen, está ahí y ha estado ahí desde
el principio. Siempre he entendido que ahí residía lo más
fecundo de nuestra voz para empezar a hablar, o de lo que
yo podía ofrecer en primer lugar para compartir. Y luego está
el triángulo común-comunidad-comunismo, que ellos, como yo,
creen que, siendo fundamental, tiene que ver más con algo
en que pensar y sobre lo que crear que en algo a rescatar,
puesto que nada o poco de lo que se ha reclamado de tales
conceptos desde la izquierda, nos sirve de mucho. Es más
¡cuántas veces ha sido y será contra la izquierda que habrá
que pensar todo eso! Y, por último, veo en ellos la misma
necesidad de trabajar el concepto para poder dar cuenta del
mundo y de lo que podemos o no podemos en él, la misma
necesidad de tener que volver a nombrar las cosas, de las más
cercanas a las más abstractas, para poder entenderlas y
enfrentarlas. Y entender eso como algo a hacer colectiva-
mente, como elaboración que se comparte antes que como
discurso o teoría que se reparte.
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"Situamos el punto de no retorno, la salida del desierto,
el fin del Capital, en la intensidad del la%p que cada uno logre
establecer entre lo que vive y lo que piensa"
Love is Anthrax. Las claves para agujerear la realidad que
nos ofrecen son las claves de un programa político, "la cons-
trucción del Partido": hacer de la atención una disciplina, por
ejemplo, es decir: atender tu propia vida. Eso sería, dentro del
lenguaje profético, el camino de redención, que no contiene
esperanza más que en acto, se trata de una esperanza sin
estructura. Es mientras hacemos el trayecto que gozamos,
por ejemplo. Por eso importa poco que la insurrección gene-
ral o la revolución se demore en llegar, porque lo que nos
hará vivir es el propio trayecto que hemos emprendido. Es
una forma de vida, así lo llaman además. Y la quieren mate-
rializar, y dicen: "creación de medios efectivos para la cons-
trucción de mundos compartidos". Y entre ellos hablan de la
construcción del Partido, que es su parte más oscura, que es
un embrollo y esa es su gracia. No te lo dan hecho, dicen:
Oiga ¡ya se lo irá usted montando! Ahí hacen hincapié en el
imperio diciendo: no hay que combatirlo, no es el lugar de la
batalla. Este se encuentra más bien en la profundización de
las relaciones dentro del partido. No hay lugar para la duda
ética, lo que nosotros queremos es lo bueno, somos los seño-
res de nosotros mismos, de nuestra decisión. No somos un
movimiento de reacción, ¡es que queremos vivir!
Why Theory? Una de sus ideas-fuerza es que el punto de
partida para una politización son las inclinaciones de nuestra
forma de vida: el gusto y la atracción por cosas, personas,
lugares, actividades, lenguas. Ahí donde el mundo te atravie-
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sa y tu atraviesas el mundo: ese es el punto de partida. El pen-
samiento viene a hacer de esa afectación una fuerza, a aferrar-
la y elaborarla, a darle forma y dirección, una estrategia. El
desierto no está sólo en los aparatos del Estado y el mercado,
sino allí donde uno se ve obligado a poner entre paréntesis
sus asideros con la vida, todo lo que te mantiene aferrado a
ella. Así que la materia prima de lo político es la red de cosas,
costumbres, palabras, fetiches, afectos, lugares y solidaridades
que forman nuestros mundos. Precisamente todo lo que se
pone entre paréntesis en los pseudo-mundos del activismo.
La subjetividad militante es una personalidad muy disociada:
está el trabajo, la familia, los amigos, los amores y luego, por
otro lado, la política. El desierto también está ahí, en esa polí-
tica disociada de la vida, cuando lo que vivifica la política es
ponerlo todo en un plano de horizontalidad.
Lope is slnthrax. Yo necesito vivir en la incoherencia, a mí
la incoherencia me salva. Estoy de acuerdo con lo que dicen
ellos: "el capitalismo se destruye en la medida en que cada
uno sea capaz de vivir como piensa". Pero si yo viviera como
pienso, pues estaría loco o en la cárcel o me habría tirado por
un balcón. Y si adaptara mi discurso a lo que soy capaz de
vivir, pues me metería en el PSOE. Lo que uno dice le trans-
forma y con los cómplices hay que ser capaz de llevar el dis-
curso hasta el final, hay que pensar la propia vida radicalmen-
te, hay que ser capaz de ponerse en las manos del otro. Entre
amigos, con los cómplices. Pero eso no lo puedes hacer siem-
pre: en el trabajo, por ejemplo, donde no hay complicidades.
5.45. Entre la síntesis coherente y la incoherencia conver-
tida en un doble plano donde el pensamiento es radical y la
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vida es del PSOE, la alternativa es insoportable y te mata por
dentro. Creo más en un cuerpo a cuerpo entre los diferentes
planos de tu vida donde hay partes en las que eres declarada-
mente impotente (por eso pagamos la hipoteca a los bancos que
no cuestionamos, por eso vivimos bajo toda una serie de con-
dicionamientos materiales que sobrepasan toda posibilidad de
enfrentarse a ellos por el momento), pero que no componen
una división estricta entre una dimensión material de mi vida y
la dimensión simbólica, sino que se afectan, se comunican.
Lope Is Anthrax. Sobre todo comunican a través de lo que
dices: se afectan. Antes en política había el "programa máxi-
mo" y el "programa mínimo". Ahora, si uno no abandona el
"programa máximo" cuando está con los suyos, eso repercu-
te en el resto de la vida y te hace más valiente. Es decir, ser
capaz de pensar la vida radicalmente es una experiencia libe-
radora que te transforma. Pero constato que hay dos planos:
cuando vamos a trabajar hay unas servidumbres y las cumpli-
mos, no estamos en una alianza de amigos, es diferente.
5.45. En todos los planos tienes conquistas que no son
equiparables las unas con las otras, pero no hay í?/lugar de las
servidumbres y el lugar de las conquistas y la libertad absolu-
tas, sino que en todo el terreno de tu vida atraviesas servi-
dumbres y aventuras. Y hay momentos donde estás en un
lugar y no en otro. Y hay otros terrenos que sencillamente
abandonas porque no hay ni una cosa ni la tensión para con-
seguir la otra.
Untertainment. Tenemos unas imágenes, provenientes de
toda una tradición, sobre qué significa la radicalidad. Pero a
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lo mejor esas imágenes radicales hoy nos impiden pensar
cálmente nuestra propia experiencia del presente, su ambigüe-
dad y su complejidad. Y a lo mejor la radicalidad consiste en
afrontar realmente esa "incoherencia" y no ocultarla. Porque
la radicalidad habla y escribe, pero queda una sombra sobre la
que nunca se piensa: la vida real completamente integrada de
quien habla y escribe (por el día, trabajador anodino y confor-
me; por la noche, exaltado poeta de todas las revueltas -aje-
nas- sin componendas). Así se puede ser radical en la litera-
tura y el estilo, abandonando la vida real a una pura sombra,
sin reflexionar nunca a fondo sobre ella. ¿Qué fuerza puede
tener el pensamiento escindido de la vida escindida?
AtHome He's a Tourist. Lo que funciona todo el rato en la
maquinaria del Uamamiento es un pensamiento pre-político
sobre lo constituyente. Cuando todo es catástrofe y desierto,
sólo la atención a lo pre-político puede tener fuerza. Las
metáforas o los dispositivos de los que hablan son pre-políti-
cos: amigo/enemigo es la división que C. Schmitt considera
fundadora de lo político, pero otros muchos la sitúan más
bien en lo pre-político... El poder constituyente de Negri tam-
bién es lo pre-político. No se trata ya de las relaciones que se
pueden tener, sino de alianzas provisionales para formar
mundos en un momento en el que todo está destruido.
Cuando hablan del liberalismo existencial dicen señalar una
capa de lo real tan profunda que no se suele tratar como polí-
tica y donde realmente se juega la división entre lo que se
admite como real y el resto. Van más profundo, a la roca
madre. Hay como un salto conceptual de un libro más spino-
zista como Introducción a la guerra civil, que arma todo el pensa-
miento como estrategia de acrecentamiento de la potencia,
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hasta el Llamamiento, donde se trata más de hacer cuña que de
algo más político-estratégico: frente a la climatización y la
moqueta, intensifiquemos el presente en la catástrofe, ya que
no hay trascendencia. Ese planteamiento corporal inmediato,
frente a la neutralización afectiva, es muy potente.
"No somos de los que creen que allí donde crece el desierto crece
también su antídoto. Nada puede suceder que no comience
con una secesión en relación a todo lo que hace crecer ese desierto"
Entertainment. Retoman imágenes conceptuales como la
máquina de guerra para pensar ese vínculo fuerte entre exis-
tencia y política. Vale, bien. Pero no entiendo cómo su apues-
ta por unir vida y política pretende evitar la deriva típica de lo
existencial en gheto o grupo de autoayuda y de la política en
activismo y militancia. Dicen no al activismo; no a la militan-
cia; no a los movimientos sociales; incluso hacen una crítica
muy interesante y se nota que muy desde dentro a las okupa-
ciones. ¿Y entonces? ¿Qué hay de nuevo? Las fórmulas épico-
románticas que tanto nos exaltan parecen chocar con la reali-
dad. ¿Qué proponen para salir de los antiguos impasses?
¿Qué nuevos elementos prácticos de respuesta han encontra-
do? ¿Qué otra idea de lo político? ¿Por qué este llamamiento
a volver a vincular vida y política va a tener más pertinencia y
fuerza que otros anteriores? ¿Por qué ahora van a funcionar
las comunas que fracasaron hace 30 años?
; 99. Es una apuesta radical, firme, no duda. Es una
decisión que no sé muy bien en qué se basa, pero lo que la
mantiene viva es la firmeza de la propia decisión. ¿De dónde se
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sacan que se mantendrá? ¿Por qué no va a suponer otro fraca-
so más? No lo saben. Pero su apuesta está en practicarlo y ver.
Si critican las okupaciones es porque en un momento decaen,
pierden la estrategia, la convicción de su decisión y acaban sien-
do una réplica de las mismas relaciones de las que se quería
huir. Ellos quieren crear otro mundo, crear realidad. Crear un
afuera, confían en que es posible. A mí me sorprende, me pre-
gunto cómo se hace. En el Uamamiento ni se explica, ni se niega
que no vaya a fracasar. De todas formas, al principio ellos dicen
que habitamos en una situación en la que no puedes negar al
de enfrente ni al enemigo, sino que tienes que coexistir con
ellos. Tal vez eso no lo retoman luego, pero ahí dicen muy cla-
ramente que vivimos ineludiblemente en un campo de tensio-
nes y fuerzas donde lo político consiste en el modo de relación
que establecemos con los amigos y los enemigos. Así que ese
afuera no es, desde luego, una torre de marfil.
Why Theory? Pero buscando esa realidad aparte, ¿no nos
hubiéramos perdido todo lo interesante que pasó tras 2003: el
13-M, la V de Vivienda, etc.? La fuerza de esos momentos no
se arraigaba en realidades aparte, sino que tenía que ver más
bien con la ambivalencia de nuestra experiencia como hijos
de la metrópoli: la experiencia del hombre anónimo que apa-
rece y lucha, pero luego desaparece para hacer su vida. Tras
el reflujo de la ola global, todos los movimientos que nos han
permitido resituarnos y realfabetizarnos, repensar de nuevo lo
político en el desierto del impasse, van precisamente en el
sentido de encontrar la salvación junto al veneno, no más allá.
5.45. Veo todo el rato una tensión y una contradicción:
por un lado, hay un llamamiento magnífico a dejar de vivir
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como si no estuviéramos en el mundo, contra el liberalismo
existencial; hacer tangible la situación me parece precisamen-
te eso, experimentar realmente los vínculos que nos hacen
estar en el mundo y ahí se abre la posibilidad de lo común. Y
a la vez, parecen saber demasiado bien de qué está hecho el
mundo: todo el mundo es veneno, todo el mundo es desier-
to, todo el mundo es catástrofe. Entonces sólo te queda rom-
per con él. A mí desde luego me interesa la primera parte,
hacer tangible la situación, que las políticas de lo común sean
aprender a descubrir -en la práctica, en la teoría, con los cuer-
pos, con los lenguajes, con lo que vivimos- eso que nos ata
al mundo de la manera más colectiva y, por tanto, más trans-
formadora posible. Pero es que ellos parecen saberlo todo: el
resto es valorización / oposición. Por tanto nos escindimos
de la una y de la otra, porque la gente o bien está tontamente
reproduciendo el capitalismo (valorización), o bien está ton-
tamente oponiéndose al capitalismo (la izquierda). Quizá no
hay que saber tanto, sino precisamente partir de un no saber
que rompa con esa alternativa, no dar por acabado el mundo.
Why Theory? En concreto quien nos salva después del 11-M
es precisamente esa gente que está "tontamente reproducien-
do el capitalismo". En la reunión de los movimientos sociales
justo después del atentado se sabía demasiado: cómo el aten-
tado iba a producir una fascistización de lo social equivalente
a la del 11-S; cómo lo social se disponía a asaltar los centros
sociales antorcha en mano considerándolos cómplices de lo
ocurrido. Sin embargo, el acontecimiento que desaloja la ges-
tión del miedo del poder, que impide que la lógica de la segu-
ridad prenda y que evita que el racismo cristalice se alimenta
de energías sociales que quedan fuera de los espacios politiza-
do
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dos. Yo desde luego ahora no puedo aceptar ningún esquema
de lo real que me ciegue en ese punto determinante: la ambi-
güedad de los lugares donde supuestamente no pasa nada y
habitan las formas de vida atenuadas. No son lo que parecen.
Woman Town. Tampoco podemos perder de vista que en
1998, en Teoría delBloom, un texto cercano a las posiciones del
Llamamiento, hay una descripción muy hermosa y potente del
espacio del anonimato y del "hombre anónimo" que repre-
senta este Bloom. Son perfectamente conscientes de hasta
qué punto los dispositivos de separación que fundamental-
mente producen, según sus propias palabras, soledad, finitud
y exposición, han convertido la metrópoli en el lugar por
excelencia de ese anonimato. Ese Bloom sería el nihilista últi-
mo, el último hombre al que nada más podría ocurrirle pues-
to que incluso su esencia le habría sido arrebatada y, sin
embargo y paradójicamente, puesto que Bloom no deja de ser
condición universal del habitante de la metrópoli, en realidad
sería ya algo a compartir por el hecho de ser lo común a
todos. También suelo común desde el que poder rebelarse.
Eso, que mantiene evidentes resonancias, me parece, con lo
que algunos hemos dado en llamar "la ambivalencia del hom-
bre anónimo", creo que se pierde al final del mismo texto
donde el Bloom pasa de condición genérica a condición estra-
tégica; y ahí se vuelve tal vez a una visión más clásica de lo
político: establecimiento de una línea amigo-enemigo mucho
más rígida donde el amigo lo es por afinidad en la forma de
vida más que por compartir una condición genérica que se
querría superar o neutralizar, o una visión de la retirada ofen-
siva que requiere del establecimiento de algún tipo de afuera
como único lugar legítimo de lucha.
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Why Theory? Me cuesta mucho ver al Bloom en el
Uamamiento. Es como si hubieran abandonado esa figura en
tanto que punto de partida, prefiriendo arrancar más bien de
las formas de vida, que se convierten en comunidad y después
en mundo. La descripción que hacen del liberalismo existen-
cial es muy buena, pero puramente negativa. La gracia de la
Teoría del Bloom era que ahí no sólo hacían la descripción nega-
tiva de una figura que representa una forma de estar -o,
mejor dicho, de no estar— en el mundo, sino que veían en ella
una disponibilidad, una ambivalencia y una potencia desde la
que recomenzar lo político por otro sitio. Si el Bloom no es
algo que tengamos enfrente o algo de lo que estemos libres,
sino una condición que hay que asumir porque es la de cada
uno de nosotros, en el Llamamiento no la veo, ni tampoco en
luí insurrección que viene -a no ser que nos resulte creíble que ese
Bloom se transforme a sí mismo en un revolucionario de una
pieza tan despiadado y tajante con los demás Bloom como si
él nunca lo hubiese sido. ¿Acaso les llevaba el Bloom a un
callejón sin salida?
Ai Home He's a Tourist. Quizá lo que les pasa es lo mismo
que a nosotros: en el 99 es Seattle y la antiglobalización. El
Bloom está ahí siempre porque es el fondo de nuestro
mundo, pero la cosa pasa de pronto por otro lado.
We Uve As We Dream, Alone. Es que con el Bloom no se
puede hacer política. Y con las formas de vida, la potencia y
la intensidad sí. Al final el Bloom es molesto. La ambivalen-
cia del vivir, la ambigüedad de la política, es justo lo contra-
rio de un 'nosotros' que se afirme como potencia. Y la para-
doja es que, siendo un texto tan magnético y atractivo, sólo
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pueda poner la historia en el centro; no la vida. Porque la
vida, como cuestión, no se problematiza, queda resuelta ente-
ramente en el concepto de forma de vida como algo ya dado.
Es justo lo que ven como solución aquello que debería pro-
blematizarse. Hemos constatado que la potencia se despoten-
cia, que lo que por aquí llamábamos "desafiar al poder" y
ellos llaman "forma de vida" se despotencia y queda anulada
en una sociedad posmoderna. ¿Dónde está el problema? La
vida no es tan simple como una forma de vida. La vida no es
una solución, sino un problema. La existencia es un proble-
ma. Y a partir de ahí retrocedemos para poder esperar y mirar
alrededor, no decimos "vamos hacia adelante y ya vendrán".
Lope Is Anthrax. Cuando se describía la asamblea de mili-
tantes el mismo 1 1 -M y cómo se equivocó en su análisis de lo
que iba a venir, aquello se ve como un proceso. De pronto se
percibe que hay una fuerza difusa en lo social anónimo que
nos sobrepasa y nos trasciende pero ante la que se puede vivir
con los ojos abiertos. No creo que la gente que ha escrito el
Uamamiento parta de ahí, sino que más bien parece urgida por
otras necesidades: querer hacer habitable mi vida ya, querer
vivir ya, rechazar que mi vida se halle atravesada por unas
relaciones digamos dominadas por el mercado. Esa es la dife-
rencia, pero no creo que olviden al hombre anónimo. Lo que
pasa es que hay un momento de transformación, un momen-
to en que el hombre anónimo puede hacer un 'nosotros'. Y
potencialmente cualquiera puede hacer ese 'nosotros', pero a
la vez también es el hombre anónimo. Y no veo que eso entre
en contradicción con lo que se está diciendo aquí, sino que
más bien se da por supuesto que el Llamamiento se dirige a los
cómplices que ya han atravesado el desierto y comparten esas
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evidencias. Se dirige al hombre anónimo que ha aceptado la
decisión de constituirse en 'nosotros'. Por eso cuando ellos
hablan del 'nosotros' no me parece que tenga nada que ver
con una vieja política, sino con otro tipo de 'nosotros' que
viene después de un proceso iniciático entre quienes han
visto el desierto, entre los resucitados.
A Hole In The Wallet. Hay momentos sectarios en los que el
Uamamiento se dirige sólo a unos pocos, a quienes quieren
escuchar. Pero hay momentos en los que se habla a todos: por
ejemplo cuando se preguntan por qué vamos a los lugares de
neutralización afectiva, que son esos lugares donde nos ador-
mecemos y aguantamos así el sufrimiento de vivir. Y se pre-
guntan por qué, si todo el mundo sabe que ir al gimnasio, al
centro cultural, al supermercado o al IKEA es ir a que te ador-
mezcan y a neutralizarte, ¿entonces por qué seguimos yendo?
Lo plantean, pero no avanzan por ahí, porque el análisis de la
neutralización desmonta nuestra imagen de la política. Pero sí
que hay momentos, para mí los más interesantes, donde se
plantean las cosas desde una dimensión de masas también.
Porque la dimensión sectaria tiene su límite identitario. La ten-
sión entre visibilidad e invisibilidad es una de las cuestiones a
dirimir ahora. Hemos visto los Emites del 'minoritarismo' y los
códigos cerrados: tu te vas a vivir con 20 personas y te vuel-
ves gilipollas por mucho que viajes, porque sólo hablas con
esas 20 personas. Ese es un límite claro de la okupación. Entre
ese minoritarismo y los movimientos de masas de la izquierda
que siguen el juego, hemos visto los últimos años que hay
espacios interesantes y que tienen que ver con todo el mundo.
Profundizar en el anonimato es la única vía que me interesa,
acompañada de mucha gente pero anónima.
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"Quien se constituya de este modo en fuerza sabe que se convierte
en un partido en el desarrollo mundial de las hostilidades.
La cuestión del recurso o de la renuncia a "la violencia"
no es de las que un partido así se plantea"
Woman Town. A mí, por ejemplo, la idea absolutamente
central en el texto de que los dispositivos de neutralización
imperiales son operaciones de guerra que hay que tomar
como tales si, a su vez, se quieren neutralizar, me es muy cer-
cana. Y neutralizarlas no ya para poder ir más allá -que tam-
bién, por supuesto-, es que siempre me ha parecido algo
incluso imprescindible para poder empezar a hablar. Pero
dicen más, dicen: esta guerra que se nos hace, esta guerra
contra nosotros, contra todos, más que librarla hay que com-
batirla. Y ahí introducen la diferencia, la asimetría, entre la
guerra civil que propone el imperio con aquella en la que
deberíamos emplearnos todos aquellos que no la queremos
en nuestras vidas. Enfrentamiento para intentar desestabili-
zar o desalojar al otro de una posición, de un lado, y éxodo
de los espacios de poder o de neutralización dónde todo eso
debilita y destruye, del otro. Creo que son cuestiones que han
sido y continúan siendo fundamentales no sólo para mí, sino
para muchos de los que hemos hecho cosas juntos los últi-
mos años.
Ai Home He's A Tourist. Creo que en el Llamamiento hay
una fulguración tras lo que dicen y es la disposición al enfren-
tamiento. Dejo planteado un escenario. El texto traza de
modo apocalíptico un desastre por encima del cual se asenta-
ría una evidencia: la vida es horrible. Constatan que hay una
neutralización de los afectos, un aplanamiento. Hablan de
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espectáculo, de bio-poder. Ante eso, si no se aclaran las cosas
en la amistad o la enemistad, lo que recubre todo es una situa-
ción de neutralización, lo que en otros lados llaman hostis ("la
no-relación consigo mismo [así] como la no-relación global
de los cuerpos entre ellos"). Se vuelve pues necesario tomar
contacto con esa hostilidad {hostis) para volverla amistad o
enemistad. Esa es su línea amigo-enemigo. Rompes con la
hostilidad cuando tomas posición: qué territorio es el tuyo,
quiénes son tus amigos, qué enemigos tienes...
Glass. Ya en el principio hubo una lucha entre formas de
vida, los anabaptistas, la revolución inglesa, son luchas entre
formas de vida; hay una que acabó dominando, el colonialis-
mo, el trabajo, la disciplina, porque nuestro mundo nació en
los correccionales, en las prisiones, en Virginia a los trabaja-
dores les imponían la disciplina militar para que trabajasen,
porque si no se volvían a sus tierras comunales . . . Ya desde el
principio las luchas son luchas entre formas de vida, es decir,
entre formas de cooperación, qué compartimos y cómo lo
compartimos. Más que de desafío, hablan de táctica.
Atravesar las antinomias que arma la sociedad y convertir el
pensamiento en una táctica, cómo hacer. Cómo hacer para
desprivatizar espacios, sitios, mercancías. Hablar, pero para
pensar cómo hacer. Su pensamiento es táctico y en él vuelve
a tomar valor la ofensiva, el concepto de
5.45. Con respecto a la acción violenta se mantienen, creo,
en un doble lenguaje. El sabotaje es una práctica muy vieja
que forma parte de la historia de las luchas de la gente cuan-
do ha querido enfrentarse a lo que la devora. Pero en el
Uamamiento usan a veces una noción "desituada" del sabota-
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je que aparece e irrumpe en el mundo en abstracto en lugar
de formar parte de una situación concreta. El mismo sabota-
je puede ser muy distinto si se da de manera aislada o forma
parte de una situación viva de luchas: bien algo que no inte-
rrumpa nada, o bien algo con mucha fuerza y radicalidad. Ahí
veo la debilidad del ataque cuando se pone como fin: pierde
toda capacidad de atención e intervención, precisamente la
misma que ellos reclaman en otros pasajes. Se estética. Por
ejemplo, el sabotaje a la izquierda así en general no le veo
mucho sentido. Quizá es algo efectivamente muy fechado en
las batallas internas del movimiento antiglobalización en
2003. Pero dentro de una situación concreta, por ejemplo
ahora mismo en el interior de la lucha universitaria contra el
plan Bolonia, pues ahí sí veo la necesidad de ese sabotaje por-
que la izquierda, con sus fórmulas organizativas y mentales ya
hechas, está matando toda posible problematización más
interesante y radical.
Something 99. En un mundo cerrado, toda expresión de
vida es criminal y, por lo tanto, si te quieres defender habrá
una violencia. Como no quedan espacios, toda afirmación es
criminal. Yo leo su reflexión sobre la violencia desde ahí.
Como autodefensa, para que la vida pueda vivir.
SoulRebel. Sí creo en la guerra, en la violencia cotidiana que
recibo, en el dolor que padezco y el dolor que reconozco en
el mundo. Los agentes, los dispositivos, "las formas de vida,
valorizadas y valorizables", los espacios uniformadores y
valorizados por la violencia cotidiana que también es mediá-
tica y relacional y de la cual no nos podemos escapar; aunque
la lógica que usemos sea la difusa o borrosa: se ha de estar en
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guerra contra esto; es mi propia guerra, como desidentifica-
ción de mi existencia de tales "personajes conceptuales":
El sindicalista me lo dice,
el independentista me informa,
el ecosocialista, el poeta, el artista, me lo advierten...
Todos, socialdemócratas de mercado,
me lo imponen, democráticamente.
(Más o menos, j en este orden, me lo han ido diciendo)
Tal vez sea mi viacrucis específico en el cual trabajo desde
hace tantos años: ¿cómo desde el anonimato, y como singu-
lar, deconstruir tales personajes que somos? ¿Cómo ser poeta
sin ser un barrenero? ¿Cómo crear un aparte sin apartarme,
desde dentro? ¿Cómo ampliar el límite sin que me limite, me
determine? Atravesar... Efectivamente, estoy totalmente en
contra de la violencia separada, como método. Pero no de
violentar algunas violencias que cada día me violentan. La rea-
lidad nos impone límites que nos constriñen cotidianamente
y que nos violentan, o empujamos o nos están cada vez dejan-
do menos espacio. Como se decía antes es una pura autode-
fensa.
"La cuestión comunista apunta a la elaboración de nuestra relación
con el mundo, con los seres, con nosotros mismos"
Love Is Anthrax. Lo que denuncian es que la izquierda está
en la misma lógica que el liberalismo existencial. Y sobre todo
que hace sostenible lo insostenible. Puedes plantearte, como
se hace por abajo con Lula, aprovecharte de la izquierda en
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algunos casos para crear comunidad, etc. O puedes preferir
pensar que todo lo que nazca bajo la izquierda es desierto,
expande el desierto. Creo que el miedo más grande que tene-
mos todos, en este tiempo, a pesar de venir de donde veni-
mos, es la experiencia de lo común, sigue siendo la experien-
cia de lo común. Y ellos proponen abiertamente la experien-
cia de lo común, esa es otra gracia que les veo.
99. Parece que estamos de acuerdo con la lectu-
ra que hacen del mundo, compartimos su crítica. Pero de
repente tienen el valor de proponer algo. Ellos se atreven, dan
ese paso adelante y eso es lo que nos interpela justamente
¿Nos parece una ida de olla? ¿Es viable? ¿Desde dónde lo lee-
mos? ¿Nos aterroriza pensarlo? Me parece importante hablar
de eso, del paso a otra forma de vida, sin buscar al enemigo
sino relacionándonos con el mundo de otra manera. Romper
las relaciones capitalistas que nos inundan, que nos absorben.
Ver hasta dónde somos capaces de llegar. Lo potente del
Uamamiento es su determinación y su insistencia en eso. Se
han aventurado en okupaciones y han visto que han sido un
desastre, pero no han tirado la toalla. Se han dado cuenta de
que se equivocaron, pero insisten. ¿Qué sentido puede tener
hablar de esto aquí entre nosotros, después de lo que hemos
compartido? Este texto nos empuja a dar ese paso. Quizás no
seamos capaces, porque llevamos el capitalismo tan metido
dentro que nos hace impotentes. Ahí está el punto de corte,
el punto de inflexión.
Glass. Ellos no apuestan por una red amplia y débil: hablan
de pequeños núcleos consistentes. Son conscientes del nihi-
lismo reinante. Sólo dicen: en el momento decisivo se tendrá
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que tomar partido. Si la opción de decir no quiero jugarme la
vida porque el imperio es demasiado fuerte es la rendición,
¿cómo plantearse por lo menos jugarte una parte de tu vida?
Ahí indican el camino de la ilegalidad, que es el partido por la
inventiva. Y cuando ha habido momentos potentes es porque
la gente se ha organizado así, en pequeños colectivos, y final-
mente se crea una crisis, como en Grecia. Ahora somos débi-
les, el texto nos interpela pero nos da miedo porque somos
débiles, no creemos en nuestra fuerza porque estamos extra-
ñados de ella.
It is notünough. Yo sólo he leído, de los colegas franceses,
el Llamamiento, sólo una vez, algunas partes las entiendo,
otras creo que las intuyo y otras se me escapan. A pesar de
ello, me parece un texto interesante, no me deja indiferente
ni me es ajeno, en estos tiempos de huida hacia adelante, leer
reflexiones acerca de la efectividad de nuestra acciones, acer-
ca de la funcionalidad para el sistema de los movimientos
sociales o leer la palabra comunismo, me parece interesante
y muy conveniente, y esta es la parte que más me interpela,
no tanto la de las propuestas. Yo sé desde hace tiempo cuál
es esa decisión a la que se llama en el texto, pero sé también
adonde me lleva y yo opto por otra cosa, no muy distinta,
creo. Opto por meter la pata donde pueda y por vivir en este
mundo. Yo deserto pero no me largo. Si deserto y me largo:
me muero, me suicido, me matan, me meto en la guerrilla,
me encarcelan... No, yo vivo y lucho y en las rendijas, por-
que esta vida vale la pena, no vale muchísimo, si valiese
muchísimo dejaría de fumar, pero vale algo. A mí me inter-
pela el texto y me ayuda a profundizar en una reflexión ini-
ciada ya antes de leerlo.
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r. El Llamamiento forma parte de las politizaciones
inéditas, porque invita a desertar pero a la vez habla de recu-
perar experiencias que habitualmente no se consideran políti-
cas: la reapropiación de lo común es la reapropiación material
de tecnologías del vivir. Luchar es aprender, recuperar la aten-
ción, cuidarse, aprender a usar herramientas, a sanarse, es
darse espacios, es una construcción común de todos los pla-
nos de la existencia hecha según sus propios tiempos y nece-
sariamente hostil a un mundo insostenible. Donde reestable-
cer el contacto material con nuestros devenires. Es el no-
poder vuelto posibilidad. No es una llamada a crear un afue-
ra, sino a estar realmente presentes. Es esa su política. Por
donde se la agujerea, la realidad supura, o se la puede aguje-
rear para pasar a otro lado, entre estas dos posibilidades se
inscriben Grecia, Francia en el 2005 y también los movimien-
tos anónimos, el 13-M, V de Vivienda, de la despolitización
surgen politizaciones inéditas y el Llamamiento forma parte de
ellas.
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